—¿En qué momento se nos acumuló tanto trabajo?—le pregunto a Pacita mientras vamos en el auto de Rámses rumbo a su casa, junto con Gabriel.No sé si es que los profesores se volvieron locos, hicieron algún complot en contra de los estudiantes o que quizás, he estado tan distraída que olvidé por completo los tiempos de entregas de tres trabajos en tres asignaturas distintas. Pero como fuese el caso, vamos camino a casa de Marypaz para reunirnos los cuatros y terminar de una buena vez con todos ellos.Tuvimos que escoger la casa de Pacita, porque sus papás le negaron por completo la posibilidad de que ella fuese a la casa de Gabriel, a quien anunció como su novio. Por supuesto, que esa parte los chicos no lo saben, mucho menos que fue lo que mi querida amiga tuvo que decir cuando, dormida en el auto con su familia, terminó suspirando el nombre de Gabriel. No pude negarme, yo también había mentido sobre la relación que existía entre Rámses y yo. Si él se enteraba de que era mi novio fict
Mi cama es mucho más pequeña que la de Rámses, o por lo menos así me parece porque pasé toda la noche con su cuerpo pegado al mío, bien porque nuestros traseros chocaran, porque mis manos rozaran su espalda o su pecho, o porque estando apunto de amanecer me tiene rodeada con sus brazos.Creo, que mi cama es mucho más pequeña porque soy yo la que está durmiendo sobre su pecho, con mi pierna entrelazada a la suya. Y lo más incomprensible de esta bizarra situación, donde nunca me imaginé estar con él ni con ningún otro chico desde Daniel, es que estoy muy cómoda y no quiero ni pienso en moverme.Vimos dos películas en la noche, ambas las escogió él, y peleé por su segunda condición, porque finalmente es mi cuarto, así que estoy durmiendo en mis pijamas, y el permaneció sin su camisa aunque conservó sus pantalones. Stuart solo molestó una vez, cuando insistió en comer pizza, solo dije «no quiero», aunque pude haber agregado «de ti no quiero ni un vaso de agua» pero no quería que se enfras
El club nocturno resultó ser el evento del fin de semana. Todo el instituto se encontraba aquí, algunos esperando por entrar, otros ya de seguro dentro del lugar. Nos bajamos del auto y como lo había hecho en el pasado, Rámses tomó mi mano y me mantuvo cerca de él mientras saludaba al grandulón de la puerta, que reconocí como el mismo del local donde me llevó a ver tocar a su amigo Cólton y el resto de la banda. Gabriel consiguió una mesa no sin esfuerzo y pidió un servicio de Vodka para todos. Después del primer brindis, Gabriel arrastró a una Pacita que no dejaba de sonreír hasta la pista de baile, y los vi bailar entre risas y algunos besos.—¿Te dije que luces bellísima?—gritó Rámses por encima de la música para que pudiese escucharlo—Me dijiste que estaba hermosa y que odiabas mi falda—respondí dando un pequeño sorbo a mi bebida.—Es que hermosa no es suficiente y odio esa falda porque te queda... muy bien—arrastró la palabra mientras volvía a girar su cabeza para mirarmeEnroje
Las palabras de Rámses danzan en la comisura de mi boca produciéndome cosquillas que me hacen sonreír. Saboreó en silencio mi helado, ajena a la conversación que mantienen los otros, concentrada en la cara de boba que debo tener por sus palabras, tratando de que no se filtren mis sentimientos hasta ellos. Sin embargo, cuando llega el momento de irnos, el peso de la realidad vuelve a aplastarme.Rámses de una forma u otra me acaba de decir lo que siente por mí y yo de la misma forma evasiva le confirmé que él para mí no es me es indiferente, que me gusta, una revelación tanto para él como para mí, para ser bien sincera. Y ahora, nos dirigimos juntos a su casa, donde dormiremos juntos, bajo la estúpida regla de que no debo usar ropa interior en su cuarto. Esto pinta muy peligroso para mí.La verdad es que confío en Rámses, más que en mi misma si de instintos hablamos, pues no sé lo que él piensa, pero yo aún suspiro con el recuerdo de aquel despertar; pero no me siento capaz de que entr
Rámses me abrió la puerta del copiloto, mientras la parejita se sentaba atrás melosos y risueños. El camino transcurrió en silencio. Vi de reojo como Rámses apretaba con fuerza el volante y su mandíbula lucía tensa, incluso su respiración era pesada.—La película es en dos horas—informó Gabriel mirando la pantalla de su teléfono—. Nosotros compraremos las entradas y después los alcanzamos— Gabriel y Pacita se quedaron en la entrada del centro comercial, mientras Rámses entraba al estacionamiento.Rámses me tomó de la mano y en silencio emprendió su caminata a lo que sea que tuviese que hacer en el centro comercial. Sorteamos a las personas que con deliberada lentitud exasperaban al francés atorado. Subimos un piso en las escaleras automáticas y frente a nosotros apareció una pequeña joyería. Sus vitrinas resplandecían con la exhibición de las distintas gemas que poseían, era inevitable no verlas. Rámses se frenó y empujó la puerta de vidrio.—Hola, busco al señor Germán—anunció Rámses
Entré a mi casa tratando de hacer el menor ruido posible. La adrenalina había abandonado mi cuerpo y el dolor de la mano me aturdía los sentidos. Me ardían y palpitaban los nudillos, y estaba tan hinchada que me costaba cerrarla. Gabriel insistió tanto en saber quién era Daniel, que Rámses terminó respondiendo de forma cortante que era un ex novio mío que se merecía mucho más que el golpe que le había dado. Gabriel apretó con fuerza el volante y lució tenso desde ese momento hasta que me bajé del auto, a pesar de las insistencias de Rámses que me quedase con él esta noche. Tenía miedo que mi mamá enloqueciera al verme la mano.Me sentí muy segura de poder manejar la situación en mi casa, pero cuando estuve frente a la puerta sopesé mis posibilidades de entrar por la ventana de mi cuarto y fingir que siempre había estado allí. Lamentablemente mi mano adolorida no me colaboraría en mi escalada.La sala estaba desierta y con las luces apagadas. No sabía todo el ruido que podía hacer sino
—¿Por qué estás decepcionada? —la voz de Pacita desde el umbral de la puerta me sobresaltó. Entró al cuarto y se sentó a mi lado, esperando que le respondiera—No estoy conforme con la persona que soy... —-expliqué al cabo de un momento—, me siento estancada en la persona que fui, esa que Daniel conoció y engañó y no sé cómo desengancharme de esa versión mía.—Ningún cambio externo te desprenderá de eso, ¿lo sabes verdad? Podrás hacerte miles de piercing, tatuarte todo el cuerpo y la cara y te seguirás sintiendo igual, porque lo que quieres cambiar no está afuera, sino adentro de ti.—Cuando me hice el piercing en la nariz y me ví en el espejo, sentí que por fin coincidía la imagen interna que tenía de mi misma, con la que estaba en el espejo; por eso me sentí tan bien.—Te entiendo. Me ha pasado lo mismo. Es como si quien te mira en el espejo no fueses tú, sino una versión que no te representa por completo.—Exacto. Y quiero verme en un espejo y saber que lo que veo afuera, es lo mis
Marié, Cólton, Franco y Aztor se fueron poco antes de las cinco de la mañana, en un taxi que Gabriel pidió para ellos. Después de mi respuesta, la desaparición de Rámses y mía por más de media hora (según calculé) y nuestra reaparición recién duchados, ocasionaron una retahíla de bromas, pero las recibimos sin molestarnos, dejando que las imaginaciones de Aztor y Cólton volaran todo lo alto que quisieran; total, solo tres personas sabían lo que había ocurrido en ese baño: Rámses y yo, y por supuesto Pacita, quien me acorraló en la primera oportunidad que tuvo para preguntarme como había pasado de subir molesta a esa tórrida escena.Con el sol rompiendo la oscuridad de la noche, arrastramos los pies agotados hasta las habitaciones. Pacita entró con Gabriel en la suya y le guiñé un ojo a pesar del bostezo que ésta acababa de dar. Me acosté en la cama tal cual como estaba, sin ánimos ni fuerzas para quitarme ni una sola prenda y lo mismo hizo a mi lado Rámses, lanzándose boca abajo y apr