—¿Por qué estás decepcionada? —la voz de Pacita desde el umbral de la puerta me sobresaltó. Entró al cuarto y se sentó a mi lado, esperando que le respondiera—No estoy conforme con la persona que soy... —-expliqué al cabo de un momento—, me siento estancada en la persona que fui, esa que Daniel conoció y engañó y no sé cómo desengancharme de esa versión mía.—Ningún cambio externo te desprenderá de eso, ¿lo sabes verdad? Podrás hacerte miles de piercing, tatuarte todo el cuerpo y la cara y te seguirás sintiendo igual, porque lo que quieres cambiar no está afuera, sino adentro de ti.—Cuando me hice el piercing en la nariz y me ví en el espejo, sentí que por fin coincidía la imagen interna que tenía de mi misma, con la que estaba en el espejo; por eso me sentí tan bien.—Te entiendo. Me ha pasado lo mismo. Es como si quien te mira en el espejo no fueses tú, sino una versión que no te representa por completo.—Exacto. Y quiero verme en un espejo y saber que lo que veo afuera, es lo mis
Marié, Cólton, Franco y Aztor se fueron poco antes de las cinco de la mañana, en un taxi que Gabriel pidió para ellos. Después de mi respuesta, la desaparición de Rámses y mía por más de media hora (según calculé) y nuestra reaparición recién duchados, ocasionaron una retahíla de bromas, pero las recibimos sin molestarnos, dejando que las imaginaciones de Aztor y Cólton volaran todo lo alto que quisieran; total, solo tres personas sabían lo que había ocurrido en ese baño: Rámses y yo, y por supuesto Pacita, quien me acorraló en la primera oportunidad que tuvo para preguntarme como había pasado de subir molesta a esa tórrida escena.Con el sol rompiendo la oscuridad de la noche, arrastramos los pies agotados hasta las habitaciones. Pacita entró con Gabriel en la suya y le guiñé un ojo a pesar del bostezo que ésta acababa de dar. Me acosté en la cama tal cual como estaba, sin ánimos ni fuerzas para quitarme ni una sola prenda y lo mismo hizo a mi lado Rámses, lanzándose boca abajo y apr
¿Cómo alguien puede llegar a tu vida de la noche a la mañana y cambiarla por completo?.Quizás esa pregunta puedo dirigírsela a muchas personas en mi vida que han hecho eso con mi existencia: A mi mamá, a Stuart, a Daniel... pero es a Rámses a quien en realidad va pensada.Es un sábado por la noche y estoy acostada en mi cama, mirando el techo de mi habitación, esperando con una paciencia impaciente la llamada de Rámses. Me acostumbré muy rápido a pasar los días con él, a despertar a su lado, a sus risas, a su acento tan particular... que hoy, cuando justamente no podemos vernos, es cuanto más quisiera estar con él. Y no me había dado cuenta de eso sino hasta este preciso minuto, cuando son las 10:01 de la noche, y quedó de llamarme a las 10, y aún no llama.Cuando son las 10:05 de la noche, ya me siento molesta y un tanto defraudada. También sé que estoy siendo una loca, por pensar así, pero si algo tenía Daniel era su puntualidad... ¡No! Me niego a pensar de él de esa forma, a coloc
El señor Fernando O'Pherer, resultó ser una persona bastante agradable y parlanchina, que me recordaba en todo momento a Gabriel. Su personalidad contrastaba fuertemente con su profesión. Era diplomático de Portugal, de allí que tuviese que viajar tan seguido y que hubiesen tenido que mudarse tantas veces. Su familia, siempre había pertenecido al mismo mundo de Diplomacia, remontándose generaciones antiguas. Sabía tantos idiomas como los chicos, y más protocolos que ellos se negaban a aprender, como comentó.Y era demasiado atractivo, tanto que resultaba intimidante.Yo era, como me hizo saber, la primera novia que le conocía a Rámses, y había sido una verdadera sorpresa para él, porque se esperaba a una chica llena de tatuajes y piercings, con ropa de cuero negra y que hablase en monosílabos. Me contó como el día anterior había escuchado a Rámses reírse por teléfono y como después de un exhaustivo interrogatorio Gabriel terminó confesando que era la novia, así que cuando Rámses pasó
Con el papá de los chicos en casa, la rutina que teníamos establecida había cambiado. Su papá siguió buscándome para ir al instituto; la primera vez me sorprendí cuando abrí la puerta del auto y lo vi sentado detrás del volante. En las tardes Rámses llevaba a Pacita y dejaba a Gabriel con ella, mientras me llevaba a mi casa y pasaba de regreso por él. Me tuve que conformar con escribirnos y llamarnos en las noches.La situación en mi casa no mejoró, pero tampoco empeoró. Seguía sin hablarle a Stuart, y no solo eso, sino que lo ignoraba por completo. A mi mamá solo le hablaba lo justo y necesario, me costaba muchísimo perdonarla, y mientras más pensaba las cosas más me convencía que ella de verdad estaba loca para haber vuelto con Stuart, cuya actitud era cada vez mas descarada, como si quisiera exhibir al mundo que estaba enamorada de otra mujer, distinta a mi madre, y estaba orgulloso de ello. Incluso hacía comentarios delante de mi mamá sin ningún tipo de respeto o tacto, sin impor
Pacita no me atendió las llamadas ni me respondió los mensajes en todo el domingo. No había sabido nada de ella desde que salió de la casa con Gabriel siguiendo sus pasos. Por esa razón, y como medida desesperada quería ir a visitarla, pero no me atrevía a hacerlo hasta que no supiese en que terreno estaría caminando, así que llamé a Gabriel primero.Me contó que la discusión fue bastante intensa y fuerte. En el punto más álgido, cuando Pacita gritaba con fuerzas, sus padres salieron a ver cuál era el espaviento, pensando que Gabriel era el responsable de eso.Y siendo acorralado con sus padres, sin el menor de los tactos posible y también molesto por la actitud de Pacita, les confesó sus sospechas y lo que acababa de descubrir. Pacita rompió en llanto, su mamá rompió en llanto, su papá rompió en furia, sus hermanos en preguntas. Al final de aquel meollo, los papás le pidieron a Gabriel que por favor se retirara, que ellos conversarían con Pacita. Para alivio de él y el mío también, s
Todo pasó tan rápido que no me dio tiempo de reaccionar, o quizás yo reaccioné tan lento que no sirvió para nada. Un segundo Rámses tenía sus dedos entrelazados con los míos, en otro segundo mi mano yacía inmóvil y sola en el aire.Rámses pasó a mi lado como una ráfaga veloz. Se escabulló como agua del agarre de su papá y empujó con gran fuerza el intento de Gabriel de ponerse en su camino. No corrió, pero sus zancadas eran tan grandes y potentes que su familia no pudo darle alcance.— Sortez de mon chemin Gabriel– Quítate de mi camino Gabriel— gritó iracundo mientras que su hermano y su papá le pedían que se calmase, que no salieraAbrió la puerta principal de la casa con tanta fuerza que la estrelló contra la pared, y lo vi perderse de mi visión junto con su hermano y su papá.¡Dios! ¿Qué hice?Debí quedarme callada.No debí contarle.Le hubiese mentido. No decirle nada de Daniel, mucho menos confesar lo que tanto me agobiaba, que aquella persona que me violó había sido mi padrastro
Al día siguiente el señor Fernando me permitió faltar a clases, pero no fue lo mismo con Gabriel y Rámses. Quedarme sola me hizo bien, lloré gran parte de la mañana, pero no podía estar todo el día encerrada. A pesar de la tranquilidad que la casa me daba por mi cuerpo corría la necesidad de moverme, de pararme, de vestirme, de salir, de caminar... y exactamente eso hice.Me encontré caminando hacia el centro de la ciudad, disfrutando para mi sorpresa de no estar huyendo, solo... paseando. Caminé sin mirar la hora y sin un destino fijado, por eso cuando llegué frente a la tienda donde Rámses se tatuaba, lo sentí como una llamada del destino, porque ni siquiera sabría llegar aquí de habérmelo propuesto.Entré y el lugar estaba lleno, muy distinto a cuando acudí con Rámses, aunque por supuesto, aquello fue un día domingo. Me acerqué hasta el mostrador y vi a Germán dando órdenes a la chica de la caja, cuando me vio sonrió y me hizo seña para que esperara, finalmente se acercó hasta dond