El señor Fernando O'Pherer, resultó ser una persona bastante agradable y parlanchina, que me recordaba en todo momento a Gabriel. Su personalidad contrastaba fuertemente con su profesión. Era diplomático de Portugal, de allí que tuviese que viajar tan seguido y que hubiesen tenido que mudarse tantas veces. Su familia, siempre había pertenecido al mismo mundo de Diplomacia, remontándose generaciones antiguas. Sabía tantos idiomas como los chicos, y más protocolos que ellos se negaban a aprender, como comentó.Y era demasiado atractivo, tanto que resultaba intimidante.Yo era, como me hizo saber, la primera novia que le conocía a Rámses, y había sido una verdadera sorpresa para él, porque se esperaba a una chica llena de tatuajes y piercings, con ropa de cuero negra y que hablase en monosílabos. Me contó como el día anterior había escuchado a Rámses reírse por teléfono y como después de un exhaustivo interrogatorio Gabriel terminó confesando que era la novia, así que cuando Rámses pasó
Con el papá de los chicos en casa, la rutina que teníamos establecida había cambiado. Su papá siguió buscándome para ir al instituto; la primera vez me sorprendí cuando abrí la puerta del auto y lo vi sentado detrás del volante. En las tardes Rámses llevaba a Pacita y dejaba a Gabriel con ella, mientras me llevaba a mi casa y pasaba de regreso por él. Me tuve que conformar con escribirnos y llamarnos en las noches.La situación en mi casa no mejoró, pero tampoco empeoró. Seguía sin hablarle a Stuart, y no solo eso, sino que lo ignoraba por completo. A mi mamá solo le hablaba lo justo y necesario, me costaba muchísimo perdonarla, y mientras más pensaba las cosas más me convencía que ella de verdad estaba loca para haber vuelto con Stuart, cuya actitud era cada vez mas descarada, como si quisiera exhibir al mundo que estaba enamorada de otra mujer, distinta a mi madre, y estaba orgulloso de ello. Incluso hacía comentarios delante de mi mamá sin ningún tipo de respeto o tacto, sin impor
Pacita no me atendió las llamadas ni me respondió los mensajes en todo el domingo. No había sabido nada de ella desde que salió de la casa con Gabriel siguiendo sus pasos. Por esa razón, y como medida desesperada quería ir a visitarla, pero no me atrevía a hacerlo hasta que no supiese en que terreno estaría caminando, así que llamé a Gabriel primero.Me contó que la discusión fue bastante intensa y fuerte. En el punto más álgido, cuando Pacita gritaba con fuerzas, sus padres salieron a ver cuál era el espaviento, pensando que Gabriel era el responsable de eso.Y siendo acorralado con sus padres, sin el menor de los tactos posible y también molesto por la actitud de Pacita, les confesó sus sospechas y lo que acababa de descubrir. Pacita rompió en llanto, su mamá rompió en llanto, su papá rompió en furia, sus hermanos en preguntas. Al final de aquel meollo, los papás le pidieron a Gabriel que por favor se retirara, que ellos conversarían con Pacita. Para alivio de él y el mío también, s
Todo pasó tan rápido que no me dio tiempo de reaccionar, o quizás yo reaccioné tan lento que no sirvió para nada. Un segundo Rámses tenía sus dedos entrelazados con los míos, en otro segundo mi mano yacía inmóvil y sola en el aire.Rámses pasó a mi lado como una ráfaga veloz. Se escabulló como agua del agarre de su papá y empujó con gran fuerza el intento de Gabriel de ponerse en su camino. No corrió, pero sus zancadas eran tan grandes y potentes que su familia no pudo darle alcance.— Sortez de mon chemin Gabriel– Quítate de mi camino Gabriel— gritó iracundo mientras que su hermano y su papá le pedían que se calmase, que no salieraAbrió la puerta principal de la casa con tanta fuerza que la estrelló contra la pared, y lo vi perderse de mi visión junto con su hermano y su papá.¡Dios! ¿Qué hice?Debí quedarme callada.No debí contarle.Le hubiese mentido. No decirle nada de Daniel, mucho menos confesar lo que tanto me agobiaba, que aquella persona que me violó había sido mi padrastro
Al día siguiente el señor Fernando me permitió faltar a clases, pero no fue lo mismo con Gabriel y Rámses. Quedarme sola me hizo bien, lloré gran parte de la mañana, pero no podía estar todo el día encerrada. A pesar de la tranquilidad que la casa me daba por mi cuerpo corría la necesidad de moverme, de pararme, de vestirme, de salir, de caminar... y exactamente eso hice.Me encontré caminando hacia el centro de la ciudad, disfrutando para mi sorpresa de no estar huyendo, solo... paseando. Caminé sin mirar la hora y sin un destino fijado, por eso cuando llegué frente a la tienda donde Rámses se tatuaba, lo sentí como una llamada del destino, porque ni siquiera sabría llegar aquí de habérmelo propuesto.Entré y el lugar estaba lleno, muy distinto a cuando acudí con Rámses, aunque por supuesto, aquello fue un día domingo. Me acerqué hasta el mostrador y vi a Germán dando órdenes a la chica de la caja, cuando me vio sonrió y me hizo seña para que esperara, finalmente se acercó hasta dond
La disco que escogimos estaba repleta de personas, su música retumbaba en cada rincón, contagiándonos con su energía. Esta vez fue Gabriel quien saludó al portero y nos consiguió entrar sin hacer la fila y sin pagar. No bien entramos y localizamos una pequeña mesa en el nivel superior, bajó de nuevo las escaleras y se perdió dentro de la multitud. Vi a las personas mirarme y con mi renovada confianza y seguridad me sentí volar. El chico a mi lado, mi novio, no se apartaba de mí ni un segundo, quizás marcaba su territorio en un ataque posesivo, pero no me importaba, porque esta noche si bien era para mí, la quería compartir solo con él.Animados por el ritmo de las canciones que colocaba el DJ nos adentramos en la pista de baile. No importaba lo que estuviese sonando, Rámses y yo bailábamos pegados el uno al otro. Con mis manos sobre su cuello, las suyas en mi cadera o un poco más abajo, de frente, o de espalda. Yo estaba caliente, debo reconocerlo, tener a ese chico tan atractivo, sud
—Ponte el cinturón de seguridad—le ordené a Gabriel mientras ajustaba el volante, el asiento y los espejos de la camioneta.—Está de más decirte que ésta camioneta resiste las balas, pero no los golpes ni los raspones, y es una asignación de la embajada de Portugal.—Oye gracias, eso me quita toda la presión—Mi papá adora esta camioneta y ni hablar de Rámses. Así que por favor, si no tienes experiencia suficiente para manejar, es el momento de decirlo—su rostro era serio—Que te digo que si. Ahora quédate tranquilo y deja que me concentre—salí del estacionamiento del centro comercial y tomé el camino más cercano a la casa.Mi teléfono anunció la llegada de un mensaje de texto y el rostro de Rámses apareció en la pantalla. Solo alcancé a leer "Ya terminé aquí. Voy a-"Voy a ¿Qué?. ¿Esperarlos? ¿Irme en taxi?.—¿Puedes revisar el ultimo mensaje de Rámses en mi teléfono?—le pedí a Gabriel.Tomó mi celular y le dicté la clave para que lo desbloqueara.Él torció sus labios hacia abajo: —E
La llegada de mis abuelos se vio retrasada por una tormenta de nieve que suspendió los vuelos hasta que pasase, pero eso solo sirvió para que en las siguientes semanas los O'Pherer y yo creáramos una buena rutina. Yo me levantaba temprano a regañadientes de Rámses y me alistaba. Preparaba el desayuno para todos, aunque la cocina jamás ha sido mi fuerte, pero unas tostadas y un poco de cereal no era problema, el café... bueno, aún seguía practicando, aunque los O'Pherer se lo tomaban tratando de disimular el mal sabor. Los almuerzos los preparaban Rámses y Gabriel, y las cenas eran en su mayoría una copia del desayuno o comprada afuera. Me dediqué también a limpiar y organizar un poco la casa. Conseguí por error una de las facturas del personal de limpieza que pagaba el señor Fernando y casi que me morí; así que obligué a los chicos a que me ayudasen con la limpieza. Un día el señor Fernando llegó cuando estábamos limpiando y dijo que llamaría a Mike y a Hayden para avisarles que ahora