Al día siguiente el señor Fernando me permitió faltar a clases, pero no fue lo mismo con Gabriel y Rámses. Quedarme sola me hizo bien, lloré gran parte de la mañana, pero no podía estar todo el día encerrada. A pesar de la tranquilidad que la casa me daba por mi cuerpo corría la necesidad de moverme, de pararme, de vestirme, de salir, de caminar... y exactamente eso hice.Me encontré caminando hacia el centro de la ciudad, disfrutando para mi sorpresa de no estar huyendo, solo... paseando. Caminé sin mirar la hora y sin un destino fijado, por eso cuando llegué frente a la tienda donde Rámses se tatuaba, lo sentí como una llamada del destino, porque ni siquiera sabría llegar aquí de habérmelo propuesto.Entré y el lugar estaba lleno, muy distinto a cuando acudí con Rámses, aunque por supuesto, aquello fue un día domingo. Me acerqué hasta el mostrador y vi a Germán dando órdenes a la chica de la caja, cuando me vio sonrió y me hizo seña para que esperara, finalmente se acercó hasta dond
La disco que escogimos estaba repleta de personas, su música retumbaba en cada rincón, contagiándonos con su energía. Esta vez fue Gabriel quien saludó al portero y nos consiguió entrar sin hacer la fila y sin pagar. No bien entramos y localizamos una pequeña mesa en el nivel superior, bajó de nuevo las escaleras y se perdió dentro de la multitud. Vi a las personas mirarme y con mi renovada confianza y seguridad me sentí volar. El chico a mi lado, mi novio, no se apartaba de mí ni un segundo, quizás marcaba su territorio en un ataque posesivo, pero no me importaba, porque esta noche si bien era para mí, la quería compartir solo con él.Animados por el ritmo de las canciones que colocaba el DJ nos adentramos en la pista de baile. No importaba lo que estuviese sonando, Rámses y yo bailábamos pegados el uno al otro. Con mis manos sobre su cuello, las suyas en mi cadera o un poco más abajo, de frente, o de espalda. Yo estaba caliente, debo reconocerlo, tener a ese chico tan atractivo, sud
—Ponte el cinturón de seguridad—le ordené a Gabriel mientras ajustaba el volante, el asiento y los espejos de la camioneta.—Está de más decirte que ésta camioneta resiste las balas, pero no los golpes ni los raspones, y es una asignación de la embajada de Portugal.—Oye gracias, eso me quita toda la presión—Mi papá adora esta camioneta y ni hablar de Rámses. Así que por favor, si no tienes experiencia suficiente para manejar, es el momento de decirlo—su rostro era serio—Que te digo que si. Ahora quédate tranquilo y deja que me concentre—salí del estacionamiento del centro comercial y tomé el camino más cercano a la casa.Mi teléfono anunció la llegada de un mensaje de texto y el rostro de Rámses apareció en la pantalla. Solo alcancé a leer "Ya terminé aquí. Voy a-"Voy a ¿Qué?. ¿Esperarlos? ¿Irme en taxi?.—¿Puedes revisar el ultimo mensaje de Rámses en mi teléfono?—le pedí a Gabriel.Tomó mi celular y le dicté la clave para que lo desbloqueara.Él torció sus labios hacia abajo: —E
La llegada de mis abuelos se vio retrasada por una tormenta de nieve que suspendió los vuelos hasta que pasase, pero eso solo sirvió para que en las siguientes semanas los O'Pherer y yo creáramos una buena rutina. Yo me levantaba temprano a regañadientes de Rámses y me alistaba. Preparaba el desayuno para todos, aunque la cocina jamás ha sido mi fuerte, pero unas tostadas y un poco de cereal no era problema, el café... bueno, aún seguía practicando, aunque los O'Pherer se lo tomaban tratando de disimular el mal sabor. Los almuerzos los preparaban Rámses y Gabriel, y las cenas eran en su mayoría una copia del desayuno o comprada afuera. Me dediqué también a limpiar y organizar un poco la casa. Conseguí por error una de las facturas del personal de limpieza que pagaba el señor Fernando y casi que me morí; así que obligué a los chicos a que me ayudasen con la limpieza. Un día el señor Fernando llegó cuando estábamos limpiando y dijo que llamaría a Mike y a Hayden para avisarles que ahora
La profesora Olga pasó despertándonos a las seis de la mañana y todas nos quejamos por lo temprano que era. Nos vestimos con pesadez después de largos turnos en el único baño de la habitación.—Ehm... Amelia, te buscan—dijo Desiré en cuanto abrió la puerta del cuarto.Rámses estaba recostado de la pared del frente con dos cafés en sus manos. Hoy era nuestro primer paseo, así que llevaba puesto unos pantalones de vestir negro con una camisa blanca. Una de sus mangas estaba recogida hasta sus codos, la otra no. Su cabello caía despreocupadamente sobre su frente. Salí para darle los buenos días, quité su cabello solo por querer tocarlo y sentirlo cerca y fue cuando él advirtió mi atuendo. Yo llevaba un vestido azul marino bastante ceñido con escote corazón. Él miró mi escote sin ningún pudor y luego con un movimiento de su cabeza, me pidió que me diera vuelta para verme completa. Lo hice y me sonrojé por su mirada tan cargada de libido pero me besó antes de que huyese de su mirada.Me te
Mis abuelos seguían en Portland, el clima mejoró pero mi abuela cayó enferma con una fuerte gripe y sin embargo, a pesar de su malestar viajarían de acuerdo a lo planeado. Llegarían a casa el sábado. El señor Fernando les ofreció el cuarto de huéspedes cuando ellos mencionaron que llegarían a un hotel porque no llegarían a la misma casa que Stuart. El señor Fernando no aceptó un no por respuesta y podía ser muy testarudo cuando quería, así que mis abuelos aceptaron sin tener más opción.Fue una semana muy agotadora. el viaje nos dejó a todos sin energía y de igual forma tuvimos que asistir a clases, hacer las tareas, presentar los exámenes, en fin, la vida siguió su rumbo normal a pesar de nuestro cansancio.No sé qué clase de relación existía entre Gabriel y Marypaz, pero después del viaje volvieron a actuar como desconocidos y eso cargaba de un humor de perro rabioso a Gabriel.—¡Anda por favor!—me insistía Marypaz por teléfono.—No lo sé, he tenido tantas malas experiencias con ese
Eventualmente logré calmarme. Rámses no se me acercó en ningún momento y eso me dolía aún más. Ambos nos teníamos reservas, ambos estábamos lastimados.Nos miramos sin saber que hacer a continuación pero el dilema fue resuelto cuando Gabriel tocó la puerta y entró. Su cara me sorprendió y miré a Rámses buscando una explicación, pero él solo mantuvo su mirada sobre su hermano, luciendo impasible e inescrutable.Gabriel tenía la ceja, la nariz y la boca partida, fue solo en ese momento que vi que Rámses también llevaba rastros de pelea, una más reciente que la que presencié en la casa. Su ojo y su boca estaban hinchados y un cardenal comenzaba a aparecer en uno de sus pómulos. Quizás era la blancura de la piel de Gabriel lo que hizo que se notase más rápido los golpes o el bronceado de Rámses el que lo disimuló. O quizás fui yo, la que lo notó primero en Gabriel que en Rámses. Aparté ese pensamiento de mi cabeza y todo lo que podía implicar.Gabriel le entregó su prueba a Rámses luciend
La primera noche sin dormir al lado de Rámses fue bastante difícil. Fiel a la presencia de invitados en la casa, es decir mis abuelos, dormimos en habitaciones separadas. Pensé que Rámses gatearía hasta el cuarto, como hizo durante el viaje, pero no fue así. Lo esperé incluso dormida, despertándome con el más mínimo ruido pensando que era él, pero no llegó nunca a hacerme compañía.Estuvimos hablando hasta tarde en la noche, revelándonos secretos, creí que se quedaría, pero él se levantó de la cama y despidiéndose salió del cuarto. Ni siquiera un beso nos dimos. Eso me reabrió la herida de mi corazón. Creo que pasará mucho tiempo hasta que Rámses pueda realmente perdonarme y olvidar lo ocurrido entre su hermano y yo.Temprano esa mañana, en su primer día de estadía, mis abuelos acudieron a hablar con mi mamá y cuando regresaron lo hicieron cargados con las bolsas de la comida que querían preparar, no dejaron espacio ni tiempo para contarme que fue lo que hablaron, solo afirmaron que t