La primera noche sin dormir al lado de Rámses fue bastante difícil. Fiel a la presencia de invitados en la casa, es decir mis abuelos, dormimos en habitaciones separadas. Pensé que Rámses gatearía hasta el cuarto, como hizo durante el viaje, pero no fue así. Lo esperé incluso dormida, despertándome con el más mínimo ruido pensando que era él, pero no llegó nunca a hacerme compañía.Estuvimos hablando hasta tarde en la noche, revelándonos secretos, creí que se quedaría, pero él se levantó de la cama y despidiéndose salió del cuarto. Ni siquiera un beso nos dimos. Eso me reabrió la herida de mi corazón. Creo que pasará mucho tiempo hasta que Rámses pueda realmente perdonarme y olvidar lo ocurrido entre su hermano y yo.Temprano esa mañana, en su primer día de estadía, mis abuelos acudieron a hablar con mi mamá y cuando regresaron lo hicieron cargados con las bolsas de la comida que querían preparar, no dejaron espacio ni tiempo para contarme que fue lo que hablaron, solo afirmaron que t
Marypaz le contó a Gabriel lo ocurrido y él se encontraba lidiando con su dolor de la forma que podía. Lo vi atragantarse de bizcochos y luego ejercitarse como si el mundo se fuese a acabar. Lo vi de mal humor, taciturno, callado, molesto y nostálgico, en cuestión de minutos. Lo vi tumbarse en silencio en su cama sin querer hablar con nadie y también lo vi no queriendo estar solo. Su papá y Rámses conversaban con él, pero le daban el espacio que el portugués decía necesitar. Pero como siempre Gabriel era una persona en la casa, y otra muy distinta fuera de ella.Por otro lado, el comportamiento de Marypaz cada vez más desenfrenado me hacía sentir incómoda en algunos momentos, sobre todo cuando hablaba como si estuviese en alguna competencia con alguien para ver quien besaba a más chicos o peor, quien se acostaba con más. Y sospechaba que su competencia era el mismísimo espejo, ese reflejo pasado de ella al que me di cuenta que rehuía e incluso odiaba. Lo único bueno es que comportamie
Mi teléfono comenzó a sonar a poco antes de las siete de la mañana y apresuradamente atendí.—Bonjour Bombón- Buenos días bombón, no sé qué hora es allá, pero estoy muy seguro de que te desperté.—No importa. Me encanta despertarme con tus buenos días. ¿Vas camino a encontrarte con Hayden?.—Así es. Estoy tan ansioso que desperté una hora antes de lo planeado, pero descansé lo suficiente. ¿Y tú?.—Bueno también dormí muy bien en realidad. Estaba agotada cuando por fin me acosté—dudé en contarle todo lo que hablé con Gabriel porque recordé sus palabras, podría arruinarle el viaje, la experiencia y la entrevista a Rámses. Le contaría de regreso—, de seguro no podrás hablar durante las rondas, pero ¿me escribirás cuando puedas?.—Eso ni siquiera se pregunta bombón. Pensaré en ti en todo momento.—Bien, y asegúrate de decir que tienes novia a todas las aspirantes a doctoras que se te acerquen.Rámses rio y su sonrisa me calentó el cuerpo de alegría.—Lo haré.—¿No me dirás que haga lo mis
Nuestro vuelo llevaba más de cinco horas de retraso y no teníamos idea de cuando saldríamos. Tanto tiempo sin nada que hacer solo nos hizo poner creativos con la forma de matar el tiempo. Comenzamos jugando a veinte preguntas, y terminamos de alguna forma aquí: sentados en el frío piso del aeropuerto.—¿Por qué Rámses y no yo?, porque te juro que cuando te conocí pensé que yo te gustaba, pero después todo era corazones con Rámses. ¿Qué te hizo cambiar de opinión?—Empiezo a arrepentirme de todo esto de absoluta sinceridad.—No puedes arrepentirte sin responder. Además, es la mejor forma para que nos volvamos mejores amigos y me recluyas en esa zona para siempre—A veces eres demasiado dramático—respondí mientras cambiaba de posición, mi trasero adolorido llevaba demasiado tiempo en el frío piso.— Si, al principio me gustabas, pero también le gustabas muchísimo a Pacita y mostraste más interés por ella, así que le dejé el camino libre.Él se reincorporó con rapidez.—¿Cuándo notaste mi
Me coloqué unos pantalones cortos de jeans y una blusa holgada que dejaba descubierto mis hombros, sabía que a Rámses adoraba ese atuendo, ¿o debería decir que lo odiaba?. En la salida de pasajeros esperaba su llegada junto con el señor Fernando y Gabriel, muriendo de ansiedad. Sabía que no vendría solo, así que esperaba poder contenerme de no llorar como loca cuando lo viese, pero cuando por fin apareció por entre la gente lo ví más atractivo y sexy que nunca. Llevaba puesta una camiseta gris ceñida, con sus brazos y el tatuaje de enredadera al descubierto, su cabello despeinado, sus piercings brillando en su rostro y con un bolso deportivo sobre sus hombros. A diferencia de nosotros que acudimos formales a nuestra entrevista, él debía ir con la ropa más cómoda que pudiese, de allí que llevase un bolso deportivo por equipaje y no las típicas valijas con rueditas con las que Gabriel y yo viajamos. Al lado de él una joven rubia agitaba su brazo hacía Gabriel y el señor Hayden, un hom
Me quejé cuando Rámses insistió por tercera vez que era hora de levantarme. No sé cómo hacía para haberse mantenido despierto hasta tan tarde y despertarse tan fresco en la mañana, mientras yo seguía tan cansada y... adolorida, gratamente adolorida.Rámses cumplió su promesa y me subió cargada hasta el cuarto, pero no bien entramos me estrelló contra la misma puerta besándome con desesperación. Se deshizo de la blusa y mi sostén, antes de posarme en la cama y solo cuando dio por cumplida su promesa me permitió soltarlo solo para desnudarnos con rapidez. Me reía por su desespero porque actuaba torpe. Su pie se enredó en el pantalón cuando no se quitó el zapato primero, y cuando lanzó mi short por la habitación terminó casi tumbando la lámpara de noche, y si no hubiese sido porque cayó en una de nuestras prendas hubiese despertado a toda la casa. Reíamos como tontos sin parar de besarnos.Hicimos el amor con rapidez, queriendo calmar nuestras necesidades con gran urgencia. Pero mientras
El jueves llegó en un pestañeó y por primera vez en la semana – y en mucho tiempo– me levanté temprano, ayudó por supuesto que fue Gabriel quien entró a la habitación y amenazó con darme un beso si no me despertaba. Rámses le lanzó un manotazo que el esquivó con agilidad, pero funcionó. Me desperté. Así que para cuando salimos de la casa ni Susana o Hayden habían bajado a desayunar.Me sentí agobiada con los profesores recordándonos a cada rato que debíamos presentar las solicitudes a las universidades, y enviando más tareas, trabajos y asignaciones de la que podíamos hacer. Entre los hermanos y yo a duras penas alcanzábamos para preparar todo, más de una noche nos habíamos quedado hasta tarde haciendo las tareas.Todos los estudiantes del último año lucían angustiados y estresados, y yo trataba de mantenerme al margen, para no tener que dar explicaciones de mi situación universitaria. Mis abuelos estuvieron felices de que mi mamá me hubiese firmado todos los documentos, según me cont
Su mirada se volvió a trabar con la mía, Gabriel no abría la puerta y todo mi plan se vendría abajo si no lo hacía. La sonrisa de victoria bailó en la comisura de su boca pero desapareció tan rápido como llegó cuando Gabriel abrió la puerta.Se restregó los ojos cuando haciéndolo lucir un tanto infantil y adorable con su cabello enmarañado. Vio primero a Rámses y luego a mí. Con descaro absoluto me recorrió con su mirada desde la cabeza hasta los pies y luego de regreso. Se recostó con sus brazos cruzados sobre el pecho del umbral de la puerta y alzó una ceja. Ni siquiera sabía que podía hacer eso, pero lo hizo y lució sexy. Rámses lo odió.—¿A qué debo está muy grata sorpresa?—Nada—dijo Rámses interponiéndose entre su hermano y yo, tratando de taparme de la mirada de Gabriel.—En realidad—dije haciéndolo a un lado—venía a darte las gracias por hacer el trabajo de Psicología y preguntarte algunas cosas que me quedaron confusas.—Amelia—me advirtió Rámses en un siseo.—Rámses—respondí