Me coloqué unos pantalones cortos de jeans y una blusa holgada que dejaba descubierto mis hombros, sabía que a Rámses adoraba ese atuendo, ¿o debería decir que lo odiaba?. En la salida de pasajeros esperaba su llegada junto con el señor Fernando y Gabriel, muriendo de ansiedad. Sabía que no vendría solo, así que esperaba poder contenerme de no llorar como loca cuando lo viese, pero cuando por fin apareció por entre la gente lo ví más atractivo y sexy que nunca. Llevaba puesta una camiseta gris ceñida, con sus brazos y el tatuaje de enredadera al descubierto, su cabello despeinado, sus piercings brillando en su rostro y con un bolso deportivo sobre sus hombros. A diferencia de nosotros que acudimos formales a nuestra entrevista, él debía ir con la ropa más cómoda que pudiese, de allí que llevase un bolso deportivo por equipaje y no las típicas valijas con rueditas con las que Gabriel y yo viajamos. Al lado de él una joven rubia agitaba su brazo hacía Gabriel y el señor Hayden, un hom
Me quejé cuando Rámses insistió por tercera vez que era hora de levantarme. No sé cómo hacía para haberse mantenido despierto hasta tan tarde y despertarse tan fresco en la mañana, mientras yo seguía tan cansada y... adolorida, gratamente adolorida.Rámses cumplió su promesa y me subió cargada hasta el cuarto, pero no bien entramos me estrelló contra la misma puerta besándome con desesperación. Se deshizo de la blusa y mi sostén, antes de posarme en la cama y solo cuando dio por cumplida su promesa me permitió soltarlo solo para desnudarnos con rapidez. Me reía por su desespero porque actuaba torpe. Su pie se enredó en el pantalón cuando no se quitó el zapato primero, y cuando lanzó mi short por la habitación terminó casi tumbando la lámpara de noche, y si no hubiese sido porque cayó en una de nuestras prendas hubiese despertado a toda la casa. Reíamos como tontos sin parar de besarnos.Hicimos el amor con rapidez, queriendo calmar nuestras necesidades con gran urgencia. Pero mientras
El jueves llegó en un pestañeó y por primera vez en la semana – y en mucho tiempo– me levanté temprano, ayudó por supuesto que fue Gabriel quien entró a la habitación y amenazó con darme un beso si no me despertaba. Rámses le lanzó un manotazo que el esquivó con agilidad, pero funcionó. Me desperté. Así que para cuando salimos de la casa ni Susana o Hayden habían bajado a desayunar.Me sentí agobiada con los profesores recordándonos a cada rato que debíamos presentar las solicitudes a las universidades, y enviando más tareas, trabajos y asignaciones de la que podíamos hacer. Entre los hermanos y yo a duras penas alcanzábamos para preparar todo, más de una noche nos habíamos quedado hasta tarde haciendo las tareas.Todos los estudiantes del último año lucían angustiados y estresados, y yo trataba de mantenerme al margen, para no tener que dar explicaciones de mi situación universitaria. Mis abuelos estuvieron felices de que mi mamá me hubiese firmado todos los documentos, según me cont
Su mirada se volvió a trabar con la mía, Gabriel no abría la puerta y todo mi plan se vendría abajo si no lo hacía. La sonrisa de victoria bailó en la comisura de su boca pero desapareció tan rápido como llegó cuando Gabriel abrió la puerta.Se restregó los ojos cuando haciéndolo lucir un tanto infantil y adorable con su cabello enmarañado. Vio primero a Rámses y luego a mí. Con descaro absoluto me recorrió con su mirada desde la cabeza hasta los pies y luego de regreso. Se recostó con sus brazos cruzados sobre el pecho del umbral de la puerta y alzó una ceja. Ni siquiera sabía que podía hacer eso, pero lo hizo y lució sexy. Rámses lo odió.—¿A qué debo está muy grata sorpresa?—Nada—dijo Rámses interponiéndose entre su hermano y yo, tratando de taparme de la mirada de Gabriel.—En realidad—dije haciéndolo a un lado—venía a darte las gracias por hacer el trabajo de Psicología y preguntarte algunas cosas que me quedaron confusas.—Amelia—me advirtió Rámses en un siseo.—Rámses—respondí
Casi una hora después Rámses estacionaba frente a una disco al otro lado de la ciudad de donde se encontraban Hayden, Fernando y Mike. No era la primera vez que ellos se escapaban, pero esperaban con mucha fe, que fuese la primera vez que no los descubrieran. Al parecer era algo así como un juego interno entre ellos y los tres amigos.Dejamos los teléfonos en la casa para evitar que pudieran seguir nuestros pasos y programamos el envío de las fotos de nosotros acostados en nuestras respectivas camas en pijamas, para que a determinadas horas fuesen publicadas en nuestras redes sociales.La forma como las mentes de los hermanos O'Pherer pensaban, tan fría, calculadora... premeditada, asustaba. Pero más me preocupaba era que a pesar de todo, siempre los terminaban consiguiendo, bueno, aunque no siempre, solo las veces que menos importaban según palabras de Gabriel.Rámses pagó por nuestras entradas e ingresamos. Era un sitio tan igual a cualquier otro sitio nocturno, con las luces que ma
Cuando nos quedamos a solas crucé mis brazos sobre mi pecho. Me sentía expuesta ante él, como nunca antes, como si lo que sea que pudiese decir ahora, tuviese la capacidad de destruirme y herirme.—¿Por qué huiste de mí?—preguntó y quise volver a golpearlo— Prometiste que nunca huirías de mí.—Y tú prometiste nunca herirme y sin embargo lo hiciste—quería gritárselo, pero en una casa llena de gente me conformé con siseárselo.Caminé hasta la puerta y la dejé abierta para que me siguiera. Cuando estuvo al lado mío emprendí una marcha con él siguiéndome el paso.—¿Por qué?—pregunté—Y no me vengas con un "no lo sé" porque es inaceptable. Quiero, exijo y merezco respuestas. ¿Te gusta Susana?—No—respondió con tanta rapidez que casi interrumpe mi pregunta—. Conozco a Susana de toda la vida, nuestros padres bromeaban con que terminaríamos juntos aunque nunca me sentí así por ella. Cuando nos encontramos de adolescentes, hace unos años y la descubrí con novio sentí celos, por eso la besé. En
El sol me dio de lleno en el rostro cuando me desperté. Estaba abrazada a Rámses, apoyada en su pecho y con nuestras piernas entrelazadas. Me acurruqué más cerca de él porque nunca era suficiente para mí.—Bonjour Bombón— susurró contra mi cabello y sonreí dándole un beso en su pecho desnudo.—Bom día—saludó Gabriel desde su cama improvisada.Suspiré profundo mientras recordaba que no estábamos solos en la habitación.Necesitaba ir al baño pero cuando me quise levantar Rámses me apretó contra él y negó, un pequeño pellizco en mi trasero me dejó claro que estaba sin pantalones de pijama, en algún momento de la noche Rámses me despejó de ellos. Él francés se removió en la cama y los tomó del piso al lado de su cama y me los tendió. Hice maromas debajo de la sabana pero pude colocármelos y me paré apurada y urgida.—Me hubieses dicho que cerrara los ojos Beleza.—No confío que no hubieses espiado—grité desde el baño.—Me empiezas a conocer—burló y luego escuché un sonido parecido a un al
—Tardaste mucho—le reclamé a Rámses en cuanto entró al cuarto.Cuando la excitación abandonó mi cuerpo me dio mucho miedo las consecuencias de haber tenido relaciones sin preservativo. Lo menos que quería es que nos llegara una bendición sin planificarla, así que Rámses fue a la farmacia.—Aprovechamos de comprar otras cosas—me respondió tendiéndome un caja que contenía la pastilla del día siguiente. Solo cuando sentí la grajea bajar por mi garganta me permití relajarme. Nunca había tomado una de esas pastillas antes, ni tampoco conocía a nadie que lo hubiese hecho, así que el tiempo que Rámses se demoró en ir a comprarla busqué por internet toda la información que me fue posible.Pacita apenas revivió se fue a su casa, ni siquiera quiso esperar que Rámses la fuese a llevar.—¿Quiénes aprovechamos?—pregunté.—Mi papá y yo por supuesto, al principio no podía creer que fuese a comprar en serio la pastilla, pero después me dio una charla...Me estaba ahogando en la vergüenza y humillació