Las palabras de Rámses danzan en la comisura de mi boca produciéndome cosquillas que me hacen sonreír. Saboreó en silencio mi helado, ajena a la conversación que mantienen los otros, concentrada en la cara de boba que debo tener por sus palabras, tratando de que no se filtren mis sentimientos hasta ellos. Sin embargo, cuando llega el momento de irnos, el peso de la realidad vuelve a aplastarme.Rámses de una forma u otra me acaba de decir lo que siente por mí y yo de la misma forma evasiva le confirmé que él para mí no es me es indiferente, que me gusta, una revelación tanto para él como para mí, para ser bien sincera. Y ahora, nos dirigimos juntos a su casa, donde dormiremos juntos, bajo la estúpida regla de que no debo usar ropa interior en su cuarto. Esto pinta muy peligroso para mí.La verdad es que confío en Rámses, más que en mi misma si de instintos hablamos, pues no sé lo que él piensa, pero yo aún suspiro con el recuerdo de aquel despertar; pero no me siento capaz de que entr
Rámses me abrió la puerta del copiloto, mientras la parejita se sentaba atrás melosos y risueños. El camino transcurrió en silencio. Vi de reojo como Rámses apretaba con fuerza el volante y su mandíbula lucía tensa, incluso su respiración era pesada.—La película es en dos horas—informó Gabriel mirando la pantalla de su teléfono—. Nosotros compraremos las entradas y después los alcanzamos— Gabriel y Pacita se quedaron en la entrada del centro comercial, mientras Rámses entraba al estacionamiento.Rámses me tomó de la mano y en silencio emprendió su caminata a lo que sea que tuviese que hacer en el centro comercial. Sorteamos a las personas que con deliberada lentitud exasperaban al francés atorado. Subimos un piso en las escaleras automáticas y frente a nosotros apareció una pequeña joyería. Sus vitrinas resplandecían con la exhibición de las distintas gemas que poseían, era inevitable no verlas. Rámses se frenó y empujó la puerta de vidrio.—Hola, busco al señor Germán—anunció Rámses
Entré a mi casa tratando de hacer el menor ruido posible. La adrenalina había abandonado mi cuerpo y el dolor de la mano me aturdía los sentidos. Me ardían y palpitaban los nudillos, y estaba tan hinchada que me costaba cerrarla. Gabriel insistió tanto en saber quién era Daniel, que Rámses terminó respondiendo de forma cortante que era un ex novio mío que se merecía mucho más que el golpe que le había dado. Gabriel apretó con fuerza el volante y lució tenso desde ese momento hasta que me bajé del auto, a pesar de las insistencias de Rámses que me quedase con él esta noche. Tenía miedo que mi mamá enloqueciera al verme la mano.Me sentí muy segura de poder manejar la situación en mi casa, pero cuando estuve frente a la puerta sopesé mis posibilidades de entrar por la ventana de mi cuarto y fingir que siempre había estado allí. Lamentablemente mi mano adolorida no me colaboraría en mi escalada.La sala estaba desierta y con las luces apagadas. No sabía todo el ruido que podía hacer sino
—¿Por qué estás decepcionada? —la voz de Pacita desde el umbral de la puerta me sobresaltó. Entró al cuarto y se sentó a mi lado, esperando que le respondiera—No estoy conforme con la persona que soy... —-expliqué al cabo de un momento—, me siento estancada en la persona que fui, esa que Daniel conoció y engañó y no sé cómo desengancharme de esa versión mía.—Ningún cambio externo te desprenderá de eso, ¿lo sabes verdad? Podrás hacerte miles de piercing, tatuarte todo el cuerpo y la cara y te seguirás sintiendo igual, porque lo que quieres cambiar no está afuera, sino adentro de ti.—Cuando me hice el piercing en la nariz y me ví en el espejo, sentí que por fin coincidía la imagen interna que tenía de mi misma, con la que estaba en el espejo; por eso me sentí tan bien.—Te entiendo. Me ha pasado lo mismo. Es como si quien te mira en el espejo no fueses tú, sino una versión que no te representa por completo.—Exacto. Y quiero verme en un espejo y saber que lo que veo afuera, es lo mis
Marié, Cólton, Franco y Aztor se fueron poco antes de las cinco de la mañana, en un taxi que Gabriel pidió para ellos. Después de mi respuesta, la desaparición de Rámses y mía por más de media hora (según calculé) y nuestra reaparición recién duchados, ocasionaron una retahíla de bromas, pero las recibimos sin molestarnos, dejando que las imaginaciones de Aztor y Cólton volaran todo lo alto que quisieran; total, solo tres personas sabían lo que había ocurrido en ese baño: Rámses y yo, y por supuesto Pacita, quien me acorraló en la primera oportunidad que tuvo para preguntarme como había pasado de subir molesta a esa tórrida escena.Con el sol rompiendo la oscuridad de la noche, arrastramos los pies agotados hasta las habitaciones. Pacita entró con Gabriel en la suya y le guiñé un ojo a pesar del bostezo que ésta acababa de dar. Me acosté en la cama tal cual como estaba, sin ánimos ni fuerzas para quitarme ni una sola prenda y lo mismo hizo a mi lado Rámses, lanzándose boca abajo y apr
¿Cómo alguien puede llegar a tu vida de la noche a la mañana y cambiarla por completo?.Quizás esa pregunta puedo dirigírsela a muchas personas en mi vida que han hecho eso con mi existencia: A mi mamá, a Stuart, a Daniel... pero es a Rámses a quien en realidad va pensada.Es un sábado por la noche y estoy acostada en mi cama, mirando el techo de mi habitación, esperando con una paciencia impaciente la llamada de Rámses. Me acostumbré muy rápido a pasar los días con él, a despertar a su lado, a sus risas, a su acento tan particular... que hoy, cuando justamente no podemos vernos, es cuanto más quisiera estar con él. Y no me había dado cuenta de eso sino hasta este preciso minuto, cuando son las 10:01 de la noche, y quedó de llamarme a las 10, y aún no llama.Cuando son las 10:05 de la noche, ya me siento molesta y un tanto defraudada. También sé que estoy siendo una loca, por pensar así, pero si algo tenía Daniel era su puntualidad... ¡No! Me niego a pensar de él de esa forma, a coloc
El señor Fernando O'Pherer, resultó ser una persona bastante agradable y parlanchina, que me recordaba en todo momento a Gabriel. Su personalidad contrastaba fuertemente con su profesión. Era diplomático de Portugal, de allí que tuviese que viajar tan seguido y que hubiesen tenido que mudarse tantas veces. Su familia, siempre había pertenecido al mismo mundo de Diplomacia, remontándose generaciones antiguas. Sabía tantos idiomas como los chicos, y más protocolos que ellos se negaban a aprender, como comentó.Y era demasiado atractivo, tanto que resultaba intimidante.Yo era, como me hizo saber, la primera novia que le conocía a Rámses, y había sido una verdadera sorpresa para él, porque se esperaba a una chica llena de tatuajes y piercings, con ropa de cuero negra y que hablase en monosílabos. Me contó como el día anterior había escuchado a Rámses reírse por teléfono y como después de un exhaustivo interrogatorio Gabriel terminó confesando que era la novia, así que cuando Rámses pasó
Con el papá de los chicos en casa, la rutina que teníamos establecida había cambiado. Su papá siguió buscándome para ir al instituto; la primera vez me sorprendí cuando abrí la puerta del auto y lo vi sentado detrás del volante. En las tardes Rámses llevaba a Pacita y dejaba a Gabriel con ella, mientras me llevaba a mi casa y pasaba de regreso por él. Me tuve que conformar con escribirnos y llamarnos en las noches.La situación en mi casa no mejoró, pero tampoco empeoró. Seguía sin hablarle a Stuart, y no solo eso, sino que lo ignoraba por completo. A mi mamá solo le hablaba lo justo y necesario, me costaba muchísimo perdonarla, y mientras más pensaba las cosas más me convencía que ella de verdad estaba loca para haber vuelto con Stuart, cuya actitud era cada vez mas descarada, como si quisiera exhibir al mundo que estaba enamorada de otra mujer, distinta a mi madre, y estaba orgulloso de ello. Incluso hacía comentarios delante de mi mamá sin ningún tipo de respeto o tacto, sin impor