Me costó calmarme, pero al final lo logré.Tomé varias respiraciones profundas, aun con el agua hasta las rodillas y cuando estuve segura de que no volvería a llorar como demente, a gritar como psicópata o a salir huyendo por tercera vez en menos de veinticuatro horas, me decidí a buscar a Rámses. Se merecía una explicación y mis sinceras disculpas. Aun no me sentía lista para explicarle todo lo que ocurría en mi vida, pero lamentaba profundamente haberlo tratado de esa forma. Esperaba que no se hubiese marchado, pero si resultaba que se había largado, dejándome aquí botada, me lo merecía.Sin embargo cuando me giré para salir de la playa me sorprendió verlo sentado en la orilla, con su vista fija en mí. Tenía las rodillas flexionadas y sus brazos apoyados sobre ella. Su cabello se mecía libre con el viento, haciendo que varios mechones se cruzaran sobre su rostro y él tuviese que abanicar su cara para apartarlo.Mientras más me acercaba notaba que se encontraba molesto. Sus manos est
Recuperé la consciencia sintiéndome descansada a plenitud. Me estiré cuan larga era y me acurruqué a la almohada con su olor mentolado y masculino, aspirando esa esencia que me agradaba tanto.Espera... ¿Qué?Los acontecimientos del día anterior me llegaron en una película a gran velocidad. Me aferré a la almohada como si la vida se me fuese en ello. Abrí los ojos y me encontré en la habitación de Rámses, pero él no estaba por ningún lado. Me vejiga estaba llena y necesitaba ir al baño con urgencia. Me levanté de la cama y me encerré en el baño, justo cuando escuché la puerta del cuarto abrirse.Me lavé la cara y los dientes, y en la medida en que pasaban los segundos, comencé a recuperar parte de mi sensatez. Me había escapado de la casa, aunque seguía considerando que era justificado, había pasado la noche en una fiesta en una playa y el amanecer también, y había dormido en la casa de un chico que apenas conocía y con él que también compartí su cama. El calor se agolpó en mis mejill
No puedo creer que por fin, después de tanto tiempo esté por conocer a Daniel.Parece que fue ayer cuando comenzamos a escribirnos con tonterías de nuestro día a día. Y como siempre, cuando el amor toca la puerta de nuestro corazón, no sé en qué momento me enamoré de él. Parecía una locura enamorarme de una persona por solo sus letras, pero no tengo la culpa de que las suyas fuesen siempre tan acertadas. Sus continuos mensajes me hacen reír, me alegran el día, me emocionan cada vez que llegan. Me apoya todo lo que puede a través de mis exámenes, e incluso me ayuda a estudiar por llamada de Skype. Cuanto lamento que mi cámara se haya dañado, aunque nos enviamos muchísimas fotos, nunca será igual que poder hablar en video en vivo.El día que me dijo que tendría una cita, mi corazón se partió y allí fue cuando supe lo mucho que lo quería.Estuve deprimida por varios días, tratando de actuar normal cuando me escribía, pero fue imposible disimular todo el tiempo, y ese buen domingo, ¡Dios,
Desperté envuelta en los brazos de Rámses. No puedo decir que me haya sorprendido, porque la verdad era que me aferré a su cuerpo toda la noche, aunque en ningún momento él intentó zafarse. Me sentí segura, como nunca y no quería dejar ir ese sentimiento tan fácilmente.Fue el reloj despertador el que me hizo abrir los ojos para conseguirme un par de ojos intensos y caramelos mirándome con intensidad, un brillo los hacía lucir ligeramente divertidos ante mi agarre posesivo. Giré los ojos en respuesta y lo solté. Después de ir al baño y cambiarme de ropa bajé apenada hasta la cocina donde Rámses y Gabriel me esperaban para desayunar.Gabriel me trataba como si fuese normal que apareciera en la cocina de su casa a las siete de la mañana, y Rámses actuaba como si aquello fuese a repetirse todos los días. Me enseñó donde estaban los platos, los vasos y los alimentos, bajo mi mirada avergonzada. No quería familiarizarme con esta casa ajena, a pesar de que eso era justo lo que sentía.—Tene
—Tengo miedo de preguntar—dijo Rámses cuando perdimos de vista a Stuart. Sin embargo su mandíbula tensa, el siseo de sus palabras y la fuerza con la que apretaba su puño en la palanca de cambio de la camioneta, no correspondía con el miedo que decía sentir.—Entonces no preguntes—le respondí.—Tienes el brazo enrojecido, me atrevo a apostar que mañana tendrás un hematoma. Tus nudillos también están rojos. Así que repito: Tengo. Miedo. De. Preguntar—siseó con sus dientes apretados—, por lo que preferiría que me contaras, y como me digas que te puso una mano encima...Fue tanta la furia que desprendió de su boca, que no pudo terminar ni siquiera la amenaza. —No lo hizo—me apresuré a responder, una extraña vena en el cuello de Rámses amenazaba con explotar—, intentó retenerme por el brazo, pero estampé mi puño en su pecho. Corrí apenas me soltó.Después de un largo suspiro donde sus músculos comenzaron a relajarse un poco se atrevió a hablar—No tengo ningún problema en buscarte todas l
La luz que entraba por la ventana me sacó del sueño que estaba teniendo. Por primera vez en varios días mis sueños no involucraban a Daniel o a Stuart. Era un sueño sin sentido, como los que tenía antes de todo, que eran tan absurdos que nunca les encontraba inicio ni fin. Me volteé en la cama con un pequeño quejido huyendo de los rayos del sol. Seguía aún adormilada cuando unas manos fuertes me abrazaron por la cintura y el calor del cuerpo de Rámses contra el mío se sintió agradable. Su respiración chocó contra mi cuello descubierto contrarrestando con el aire frio que había en la habitación. Sentía su pecho contra mi espalda subir y bajar con la lentitud de sus respiraciones, sus piernas enredadas con las mías y su erección matutina en mi trasero...¡¿Qué?!Me levanté con tanta rapidez que quedé enredada en las sabanas. Creo que Rámses había seguido la misma línea de pensamiento porque también pataleaba para quitarse las sabanas de encima y cuando por fin yo pude levantarme, él cay
Contaba con pocos minutos para arreglarme, así que lo hice lo más rápido que pude. Me di un baño rápido, limpié una vez más el piercing como me enseñó Ramsés que debía hacerlo, y me puse unos jeans sencillos, y un suéter manga larga azul. No me maquillé ni me arregle el cabello más allá de peinarlo y darle un poco de forma. No me importaba ni un poco verme bien para mi mamá, quien no lo notaría, ni mucho menos para Stuart. Suficiente llamaría mi atención mi nueva adquisición, como para sumarle a eso maquillaje para resaltarlo.La bocina sonó varias veces anunciando que habían llegado por mí. Suspiré profundamente y salí de la casa. Quedé en escribirle a Rámses que estaba viva después de que viesen mi piercing, antes, en la soledad de la casa, no tenía sentido hacerlo.Entré el auto respondiendo solo el saludo cariñoso que me dio mi mamá y manteniendo mi perfil derecho lejos de las miradas de ambas, no quería causar un accidente de tránsito. Mi mamá comenzó a parlotearme sobre su traba
—¿En qué momento se nos acumuló tanto trabajo?—le pregunto a Pacita mientras vamos en el auto de Rámses rumbo a su casa, junto con Gabriel.No sé si es que los profesores se volvieron locos, hicieron algún complot en contra de los estudiantes o que quizás, he estado tan distraída que olvidé por completo los tiempos de entregas de tres trabajos en tres asignaturas distintas. Pero como fuese el caso, vamos camino a casa de Marypaz para reunirnos los cuatros y terminar de una buena vez con todos ellos.Tuvimos que escoger la casa de Pacita, porque sus papás le negaron por completo la posibilidad de que ella fuese a la casa de Gabriel, a quien anunció como su novio. Por supuesto, que esa parte los chicos no lo saben, mucho menos que fue lo que mi querida amiga tuvo que decir cuando, dormida en el auto con su familia, terminó suspirando el nombre de Gabriel. No pude negarme, yo también había mentido sobre la relación que existía entre Rámses y yo. Si él se enteraba de que era mi novio fict