Todos los Pilares se escucharon atentos porque lo tenía para decir: — Nuestra filosofía es moralmente inviable — dije, mientras me ponía de pie y caminaba por la sala.Estar de pie hacía que me sintiera un poco más seguro y tener la atención de los Pilares me hacía sentir mejor, porque no me observaban como forastero, no me observaban como loco. Todos sabían que el Círculo Bajo pendía de un hilo; estaban desesperados por lo que yo podía ofrecerles para que su calidad de vida, al igual que sus incontables fortunas, siguieran creciendo. — Ya estamos metidos hasta el fondo con negocios ilícitos que podrían enviarnos a la cárcel de por vida. Entonces, la pregunta que yo me hago en este momento es: ¿por qué no ir más allá? Las nuevas tecnologías nos pueden brindar excelentes negocios. — ¿A qué te refieres exactamente? — preguntó doña Amelia.Era una de las Pilares más antiguas. A pesar de las cientos de cirugías y costosos tratamientos, no podía ocultar el envejecimiento en su pálido ro
El gesto de Carlota era estresante. Caminó por la oficina de un lado para otro, despeinándose el cabello, pero yo, sinceramente, aún no lograba entender del todo cuál era su problema. — Se supone que tenemos que fingir, ¿no es así? — le dije con un poco de inseguridad.Ella me miró mal. — No, Alexander. Recuerda que los planes que teníamos eran que los pilares pensaran que tú eras incompetente y que no tendrías nada que ofrecerle al círculo bajo. Así, cuando yo tomara el poder, ellos no dudarían en aceptarme. Pero ahora lo echaste todo a la mierda.Yo, sinceramente, no encontraba por qué la mujer estaba tan enojada. Hice lo que tenía que hacer. — Presentarme como un fiasco no va a funcionar. Así es como tienen que ser las cosas.Pero ella no parecía estar segura. Ana Laura contuvo el aliento y las ganas de decirle algo, pero, por suerte, no dijo nada. — Esto no va a funcionar — dijo Carlota, comenzando a estresarse y caminar de un lado para otro — . Esto no va a funcionar. Esto
Xavier se quedó un largo rato después de que Ana Laura y Alexander hubieran decidido irse a casa. Él era el hermano mayor, el encargado de velar por la seguridad de sus hermanos. Tenía que cuidar a Alexander. No solo era su hermano mayor, ahora era su mano derecha dentro del círculo bajo. Tenía que encontrar la forma de que todo saliera bien de aquella terrible situación en la que se habían metido. Carlota tenía razón, aunque él no había querido decírselo. Alexander estaba completamente acorralado. Solo existían dos opciones: o que alguien heredara el puesto de cacique que él quería abandonar, pero, para que fuera así, la única forma en que los Pilares confiaran en alguien era que él muriera. Así como Ezequiel le había quitado la vida al padre de Máximo para poder convertirse en cacique, alguien tendría que quitarle la vida a Alexander para lograrlo. Eso de ceder el puesto era algo que posiblemente no podía hacerse. La otra opción era lo que ya habían planteado: destruir todo el cír
Llevaba tanto tiempo sin sentir cualquier poco de estabilidad. Aquella noticia ni siquiera me tomó por sorpresa. Para nadie del mundo criminal era un secreto que yo ahora era el cacique del círculo bajo, así que la naviera estaría bajo mi responsabilidad.Cualquiera de los enemigos que tenía el círculo estaría encantado de molestarme robando alguna de las mercancías, aunque yo me pregunté quién sería el estúpido que tendría el coraje para hacerlo.Tal vez los rumores de que el círculo bajo no estaba en las mejores de sus condiciones se habían extendido a lo largo del mundo criminal. Por eso alguien había osado atacar y robar uno de los barcos de la naviera Idilio. Le habían robado todo su contenido. mi tío había preferido guardar la información mientras trataba de encontrar la mejor manera para decírmelo. De todas formas, lo hecho, hecho estaba. ¿Qué más podía hacer? Cuando llegué a las instalaciones de la naviera, me encontré con un caos total. Estaban la policía, los bomberos y ta
Habían pasado ya dos largas semanas desde que Alexander se había coronado como el cacique del círculo bajo. Yeison apenas había tenido tiempo de procesar todo lo que había pasado.Ahora había aparecido un nuevo enemigo, alguien había asaltado un barco de la naviera y había robado cosas bastante importantes. Yeison no entendía muy bien qué era, tampoco lo había preguntado.Desde lo que había pasado con Alfredo, el joven había querido estar un poco alejado de todo aquello. Se sentía culpable y extraño; entendía muy bien que él no era responsable de las decisiones que había tomado Alfredo, pero era imposible no sentirse mal al respecto. Era imposible no cerrar los ojos y escuchar el sonido de su cuerpo chocando contra el suelo, recordar sus últimas palabras.De todas formas, Yeison intentaba olvidar todo aquello, pero le era imposible.Un grupo de trontes vigilaba su casa y otro más lo acompañaba todos los días a la universidad. Yeison no tenía cabeza para regresar a los estudios, pero s
202No importaba cuánto tiempo pasara, el barrio obrero nunca cambiaba. Siempre era lo mismo, tan repetido, tan familiar. Cuando Yeison, dentro del auto, comenzó a recorrerlo, sintió como si no hubiera pasado ni un día desde que salió de allí.Habían pasado tantas cosas desde que escuchó que Ana Laura y Alexander estaban ahí, desde que planeó desesperadamente enfrentarlos para intentar sacar algo, intentar acercarse a Alexander y al resto de sus hermanos, para intentar salvar a su madre. Le parecía como si aquello hubiese sido otra vida, pero, al mismo tiempo, todo se sentía tan cercano y familiar.El auto cruzó por las calles. Lo detuvieron un par de veces, pero, al ver que era Yeison y que estaba con un tronte, dejaron pasar sin mediar palabra hacia la enorme mansión que tenía Carlota en medio del barrio.La última vez que había estado ahí se habían asociado con la mujer. La organización de Carlota apenas trabajaba del lado del círculo bajo, pero desde que había decidido proteger a
Yeison había desaparecido, ya no era una simple preocupación o una exageración. Definitiva y absolutamente, Yeison había desaparecido.Eran más de las dos de la mañana, y Alexander y yo estábamos sentados en la sala de mi casa. Alex caminaba de un lado para otro, agarrándose las sienes. Parecía que la cabeza, en cualquier momento, podría explotarle.No sabíamos cómo había pasado. Simplemente, el muchacho se había desviado de su ruta hacia la universidad. El esquema de seguridad del círculo bajo notó cómo el GPS se desvió y luego desapareció unas calles más allá. Desde ese instante, trataron de contactar con su tronte, pero había desaparecido. Habían desaparecido completa y absolutamente. Y hacía tantas horas, que Alexander comenzaba a temblar de la rabia y el miedo. — Está pasando otra vez — dijo mientras caminaba de un lado para otro.Dos de nuestros trontes estaban ahí, parados firmemente como dos postes inamovibles. Como si ni siquiera tuvieran sentimientos, parecían dos robots.
Desde el primer instante supe que la cosa no marcharía bien. El pilar de seguridad, el exmilitar, nos había hecho ir a un área extensa a las afueras de la ciudad. Era una base militar, sin duda alguna, pero ahora podía notar que era una base militar clandestina. Algo no parecía ser del todo legal. En cuanto nos recibieron, supe de inmediato que sabían quiénes éramos. Entonces Alexander se inclinó hacia mí mientras uno de nuestros trontes conducía el auto y murmuró: — Es aquí donde viven y entrenan los trontes que hay en esta ciudad. Pude notar que era un lugar bastante grande, y me pregunté qué tan grande sería el asentamiento original de los trontes, el lugar donde habían nacido aquella corrupta esclavitud. Cuando nos bajamos del auto frente a un enorme hangar, el general ya estaba ahí. Nos recibió con un fuerte apretón de manos. Su cara estaba tan roja que casi no logré reconocerla. — Lo siento mucho, de veras — le dijo a Alexander — . Siento muchísimo lo que usted está pasa