EthanNo pude evitar quedarme mirándola. Alayna estaba frente a mí, pero no era la misma mujer que recordaba. Sus ojos seguían siendo los mismos, cálidos y llenos de profundidad, pero su rostro había cambiado. Más delgado, casi frágil, con líneas suaves que antes no estaban allí. Sus mejillas, que solían ser redondeadas y vivas, ahora parecían haberse rendido ante el tiempo, lo extraño es que no había pasado tanto tiempo como para que el cambio en su aspecto fuese tan notable. —Se llama Blizzard—me dijo. Su voz seguía siendo la misma, cálida, tan sueve como la seda.Estaba tan distinta que sentí un nudo en el pecho, algo que no esperaba. No dije nada, pero esa sensación me siguió mientras dejaba que Blizzard, la enorme bola de pelos blanca que me había recibido con entusiasmo, siguiera retozando en mi regazo. El perro se removió, trayendo un juguete que dejó caer a mis pies. Me agaché, acariciándolo mientras lo tomaba, y lo lancé en dirección a lo que parecía ser la cocina. Blizzar
AlaynaNo había dormido casi nada. La luz del portátil iluminaba el pequeño escritorio en mi habitación mientras mis dedos seguían tecleando sin descanso. Había pasado toda la noche redactando el contrato más inusual de mi vida, revisando cada cláusula, cada detalle, asegurándome de que no hubiera ninguna ambigüedad que Ethan pudiera usar en su favor. Era absurdo, lo sabía. Pero no podía evitar sentirme emocionada. Esto no era solo un contrato; era una manera de asegurarme de que tendría una Navidad perfecta, una última Navidad que realmente valiera la pena vivir. Cuando terminé, eran casi las cuatro de la mañana. Imprimí dos copias y dejé los papeles cuidadosamente apilados en la mesa del salón. Me desplomé en la cama, con Blizzard acurrucándose a mi lado, y dormí apenas un par de horas antes de que el amanecer me llamara de vuelta a la realidad. Me levanté temprano, sabiendo que Ethan llegaría tan puntual como el día anterior. Me di una ducha rápida y me vestí con uno de los atu
EthanMe encuentro sonriendo, algo que no debería estar sucediendo bajo estas circunstancias. Es absurdo, pero no puedo evitarlo. Mi señorita Rivers me está utilizando, y lo sabe. Ha convertido diciembre en una especie de esclavitud navideña con un contrato que no puedo rechazar. Aún así, aquí estoy, dispuesto a ver el encendido del árbol en el centro con ella. El solo pensamiento me pone incómodo: mucha gente, ruidos, luces por todas partes. La maldita Navidad. Pero, una vez más, soy Ethan Graham Taylor, un hombre que cumple su palabra, incluso cuando está atrapado en un contrato de lo más absurdo. Me miro en el espejo mientras me ajusto la bufanda que Alayna me regaló. Es cálida, mucho más de lo que había pensado, y tiene algo de ella, como si de alguna manera hubiera logrado envolverme en un poco de su esencia. Peino mi cabello con las manos, un gesto rápido, sin prestarle demasiada atención. Estoy listo. Sin más demora, salgo disparado de casa. Cuando llego al edificio de Ala
AlaynaMe envolví más en la manta que había traído conmigo, pero el frío seguía penetrando en mi piel. Blizzard estaba en la puerta, observándome con sus grandes ojos oscuros, aullando de vez en cuando con un sonido tan débil que parecía un lamento. Quise decirle que estaba bien, que no se preocupara, pero las palabras no salieron. Me incliné sobre el váter otra vez, mi cuerpo reaccionando antes de que pudiera detenerlo. Los espasmos eran violentos, dejando mi garganta ardiendo y mis músculos temblando. Cada vez parecía que no quedaba nada por expulsar, pero la sensación no desaparecía. Cuando finalmente me enderecé, sentí como si el cuarto diera vueltas. Cerré los ojos, respirando profundamente, pero el movimiento no cesó. Un sollozo escapó de mis labios antes de que pudiera detenerlo. Era un sonido desgarrador, uno que había estado conteniendo durante demasiado tiempo. Otra ola de náuseas me obligó a inclinarme de nuevo, mi cuerpo protestando con cada contracción. Las lágrimas c
Ethan Regresamos a la mesa después de haber pasado un rato en la pista de baile. Alayna estaba radiante, sus mejillas sonrojadas, ya sea por el calor de la multitud o por los movimientos que acabábamos de compartir.Traje rápidamente dos sillas de una mesa que había al lado. ¿De quiénes eran? No lo sé, ni me interesa.No podía dejar de mirarla mientras se acomodaba en su silla, cruzando las piernas y riéndose suavemente de algo que había visto. Esa risa… esa maldita risa era un anzuelo al que yo ya había mordido sin remedio. —Vuelvo enseguida —le dije, inclinándome hacia ella para que pudiera oírme por encima de la música. —¿A dónde vas? —preguntó, arqueando una ceja, aunque sin preocuparse demasiado. —A por algo especial. Quédate aquí y no hables con extraños. —No soy una niña —protestó con una sonrisa divertida, pero no insistí. Me abrí paso hacia la barra, donde pedí un par de chupitos de tequila con limón y sal. Quería algo más que solo baile y charlas triviales. Quería lle
Cuando cruzamos el umbral de mi habitación, todavía me tambaleaba un poco, entre la ligereza del alcohol y el peso de la adrenalina. Ethan cerró la puerta detrás de nosotros con un movimiento lento, como si tuviera todo el tiempo del mundo, mientras yo respiraba profundamente, intentando convencerme de que era una buena idea. No, no intentándolo: sabiendo que lo era. —Ethan—comencé, con una pequeña risa nerviosa—. Debería advertirte que esta es mi versión más desordenada. Ethan me miró de reojo mientras se encendía la tenue lámpara de mi mesilla. La luz cálida llenó el espacio, y él inclinó la cabeza con una sonrisa.—¿Tu versión desordenada? —repitió, con ese tono que usaba cuando quería hacerme sonrojar. —Lo digo en serio —respondí, señalando la cama, que estaba prácticamente sepultada bajo un montón de ropa que no me molesté en doblar antes de salir a la fiesta, esas eran cada una de las prendas que me probé antes de elegir este vestido. Sus ojos se detuvieron un momento en el
AlaynaEthan salió con Blizzard. Me quedé en la cama, el calor de las sábanas aún abrazándome, pero mi mente ya estaba llena de dudas. Salir de la ciudad. La idea me emocionaba y aterraba en partes iguales. No era solo un viaje, era una oportunidad de compartir tiempo con Ethan, de escapar del ruido de mi cabeza y abrazar algo más. Pero, ¿podría realmente hacerlo? Mis dedos trazaron los pliegues de la sábana mientras me hundía en mis pensamientos. Por un lado, sabía que lo deseaba, que necesitaba esta pausa en mi vida. Por otro lado, ese sentimiento de que todo esto era demasiado bueno para ser cierto seguía acechándome. Cerré los ojos, intentando calmar la maraña de emociones, y me obligué a moverme. Me levanté y fui al baño. El vapor pronto llenó el espacio mientras el agua caliente caía sobre mi piel. Me lavé con cuidado, como si el agua pudiera limpiar más que mi cuerpo, llevándose también los temores que me pesaban. Al salir, el aire frío del baño me hizo apresurarme a envolver
Ethan La carretera estaba tranquila, cubierta por una fina capa de nieve que reflejaba las luces del coche como si fuera un espejo. Había puesto música suave, algo instrumental que llenaba el espacio sin ser abrumador. Alayna miraba por la ventana, perdida en sus pensamientos, mientras Blizzard se acomodaba en el asiento trasero, más tranquilo de lo que esperaba. Entonces, sin previo aviso, sentí su mano sobre la mía. Era un toque ligero, apenas una caricia, pero suficiente para llamar mi atención. —Detente —dijo, su voz quebrándose ligeramente. Mi pecho se tensó al ver cómo el color desaparecía de su rostro. Frené de inmediato, apartando el coche hacia el arcén mientras ella se quitaba el cinturón con manos temblorosas. —Alayna, ¿qué pasa? —pregunté, pero ella ya había abierto la puerta y salido. Apagué el motor y salí tras ella, rodeando el coche lo más rápido que pude. Cuando la alcancé, estaba inclinada junto a un árbol, vomitando con fuerza. Blizzard ladraba desde dentro de