AlaynaLa noche había sido una batalla. Entre las punzadas de dolor y los momentos de calma forzada, apenas recordaba cómo había conseguido cerrar los ojos. Pero ahora, con la luz del día entrando suavemente por la ventana, algo se sentía diferente. Menos pesado. Estaba en el centro de la cama, acurrucada entre dos fuentes de calor reconfortantes. A mi derecha, Ethan respiraba tranquilo, y a mi izquierda, Blizzard estaba hecho una bola, su cuerpo cálido presionando mi costado. Estaba acostumbrada al calor de Blizzard, pero sentir a Ethan tan cerca era algo muy agradable.Abrí los ojos lentamente, sintiendo que el cansancio seguía ahí, aunque más atenuado. No era igual que anoche, anoche… fue todo un caos para mí.Me llevé una mano a la cabeza por instinto, palpando la pañoleta que había envuelto mi cabello antes de dormir. La falta de la peluca todavía me ponía nerviosa, pero anoche había estado demasiado agotada para preocuparme. Y ya Ethan sabía como estaba mi cabello, aunque eso
EthanEstábamos fuera, parados frente al muñeco de nieve, mientras los copos caían lentamente alrededor de nosotros. Alayna iba bien abrigada, con un gorro cubriendo su cabeza, su chaqueta ajustada cuidadosamente, y una bufanda que le rodeaba el cuello con delicadeza. Me aseguré de que no hubiera un solo rincón de su piel expuesto al frío, porque, ahora que sabía que estaba enferma, no podía evitar pensar en cada pequeño detalle que pudiera afectarla. La observé en silencio, sus pasos lentos y cuidadosos, sus gestos mientras movía las manos para acomodar la bufanda, y esa sonrisa… esa sonrisa que siempre iluminaba todo a su alrededor. Pero incluso en esa alegría aparente, no podía dejar de preguntarme: ¿estará sufriendo ahora? ¿Algo le dolerá? ¿Está aguantando un dolor que no dice? ¿Sentirá miedo? Cada uno de esos pensamientos me atravesaba con mucha fuerza. No quería presionarla, no quería que pensara que la estaba vigilando, pero ahora no podía ignorar lo que había descubierto la
AlaynaEl pueblo estaba especialmente concurrido ese día. Las calles estaban decoradas con luces cálidas que contrastaban con la nieve fresca acumulada a los lados, y los escaparates brillaban con colores festivos. Ethan y yo caminábamos despacio, disfrutando del ambiente navideño mientras Blizzard trotaba a nuestro lado con su abrigo rojo. —¿Segura que quieres hacer esto hoy? —preguntó Ethan, lanzándome una mirada de reojo. —Por supuesto. —Sonreí, intentando no mostrar lo cansada que ya me sentía. No iba a perder la oportunidad de elegir regalos para su familia ni de hacer que esta Navidad fuera perfecta. Caminamos entre tiendas, deteniéndonos en una especialmente acogedora donde había ropa elegante. Mi atención se centró en un vestido que colgaba en la esquina: de terciopelo verde oscuro, con detalles delicados en el escote y las mangas. —¿Ese? —preguntó Ethan, siguiéndome la mirada. Asentí, sin atreverme a mirarlo. —Solo quiero probarlo, no estoy segura de que sea para mí. —
EthanEl viaje a casa de mis padres fue tranquilo, pero mi mente no lo estuvo en ningún momento. Manejé despacio, asegurándome de que cada curva, cada frenada, no fuera lo suficientemente brusca como para marear a Alayna. —Ethan, estoy bien —había dicho ella en un momento.—Lo sé. Pero no hay prisa. —Intenté sonar relajado mientras enviaba un mensaje rápido a mi madre, explicándole que llegaríamos un poco más tarde de lo previsto, pero que estaríamos a tiempo para la cena. —¿Estás nervioso? —preguntó Alayna, observándome con una sonrisa curiosa. —¿Yo? Para nada. Ella rio suavemente, pero no dijo nada más. Blizzard, en la parte trasera del coche, permanecía tranquilo, como si entendiera que esta noche no se trataba de él. Cuando finalmente llegamos, la gran casa de los Graham estaba iluminada con luces navideñas que bordeaban las ventanas y la puerta principal. La nieve cubría el camino y el tejado, y el calor que emanaba del interior era casi palpable. Ayudé a Alayna a salir del
AlaynaLlegué a casa con Blizzard corriendo delante de mí, su entusiasmo por estar de vuelta era casi contagioso. Me quité los zapatos en la entrada y encendí las luces, observando cómo todo el espacio se iluminaba con un brillo cálido y familiar. Había sido una noche increíble. La cena con los Graham había superado mis expectativas, y la calidez de su familia era algo que nunca habría imaginado experimentar. Su madre, Alice, era un encanto; su padre, Robert, divertido y amable, y Paula, un torbellino de energía. Todos ellos me hicieron sentir como si perteneciera a ese lugar, aunque solo por unas horas. Ethan me había dejado en casa después de despedirse con un beso suave y prometer que nos veríamos pronto. Los planes habían cambiado ligeramente: él pasaría Navidad con sus primos y tías en un gran almuerzo familiar, mientras que yo… bueno, le había dicho que iría a ver a mi padre. No era cierto. El plan inicial había sido volver a la cabaña, pero no quería interponerme entre Ethan
EthanEl bullicio era ensordecedor. Las risas, los brindis y el constante ir y venir de familiares llenaban cada rincón de la casa de mi tía Sofía. Podría haber sido un ambiente reconfortante, pero no lo era para mí. No hoy. El plan para este día siempre fue pasarlo con Alayna, pero todo había cambiado tanto que ya no era agradable.Este no era mi plan, así que no me sentía muy cómodo.Paula me arrastró por la casa como si fuera un trofeo que mostrar. Cada vez que veía a alguien que no había saludado, me empujaba hacia adelante con su entusiasmo contagioso, presentándome como si yo fuera una versión mejorada del Ethan Graham Taylor que todos conocían. —¡Mírenlo! Dos años fuera y vuelve más guapo que nunca, ¿no creen? —decía Paula mientras yo intentaba mantener una sonrisa educada. Había saludado a tantas personas que ya no podía seguirles la pista. Los primos, las tías, los tíos, incluso las parejas nuevas de algunos familiares que no recordaba haber conocido antes. Me encontré fre
EthanEl tiempo en la sala de espera no tenía sentido. No sabía si habían pasado minutos o una eternidad desde que me habían dicho que aguardara. Mi cabeza estaba baja, mis manos temblorosas descansaban sobre mis rodillas, y Blizzard estaba acurrucado a mis pies, como si también sintiera el peso de lo que estaba ocurriendo. Las luces blancas del hospital eran frías, impersonales, y el murmullo de conversaciones a mi alrededor se sentía como un ruido lejano, distante. Todo lo que podía pensar era en Alayna, en las horas que había pasado sin saber nada de ella. Cuando el médico finalmente apareció, lo vi acercarse con un paso firme pero contenido. Llevaba una bata blanca impecable, un bolígrafo en el bolsillo, y una expresión grave que no auguraba nada bueno. Me puse de pie de inmediato, con el corazón golpeando en mi pecho. —¿Ethan Graham? —preguntó el doctor con voz tranquila. —Sí. ¿Cómo está Alayna? ¿Qué le ha pasado? —Mis palabras salieron atropelladas, casi desesperadas. El mé
Morí el 17 de abril del 2031.Sí, morí, pero también viví. No sé cómo empezar a describir los últimos años de mi vida, no basta con decir que fueron buenos años, porque, en parte, eso podría ser mentira. Es decir, no todos fueron buenos, no, no me atrevo a mentir. Cada día fue una batalla, una mezcla de amor, dolor, miedo y esperanza. Y aunque ahora estoy escribiendo estas palabras desde un lugar donde ya no siento el peso de la enfermedad, mi corazón aún late con cada recuerdo de lo que dejé atrás. Recuerdo cuando todo parecía perdido, cuando el cansancio y la desesperación me consumían. Hubo días en los que me pregunté si seguir valía la pena, si había algo más allá del dolor, si rendirme era la solución, si… podía seguir intentándolo. Pero Ethan... él nunca dejó de creer en mí. Durante dos años, luchamos juntos. Él me sostuvo en los días en los que no tenía fuerzas para levantarme, ni para ser yo misma. Me recordó quién era cuando la enfermedad intentaba borrar cada parte de mí,