AlaynaEthan salió con Blizzard. Me quedé en la cama, el calor de las sábanas aún abrazándome, pero mi mente ya estaba llena de dudas. Salir de la ciudad. La idea me emocionaba y aterraba en partes iguales. No era solo un viaje, era una oportunidad de compartir tiempo con Ethan, de escapar del ruido de mi cabeza y abrazar algo más. Pero, ¿podría realmente hacerlo? Mis dedos trazaron los pliegues de la sábana mientras me hundía en mis pensamientos. Por un lado, sabía que lo deseaba, que necesitaba esta pausa en mi vida. Por otro lado, ese sentimiento de que todo esto era demasiado bueno para ser cierto seguía acechándome. Cerré los ojos, intentando calmar la maraña de emociones, y me obligué a moverme. Me levanté y fui al baño. El vapor pronto llenó el espacio mientras el agua caliente caía sobre mi piel. Me lavé con cuidado, como si el agua pudiera limpiar más que mi cuerpo, llevándose también los temores que me pesaban. Al salir, el aire frío del baño me hizo apresurarme a envolver
Ethan La carretera estaba tranquila, cubierta por una fina capa de nieve que reflejaba las luces del coche como si fuera un espejo. Había puesto música suave, algo instrumental que llenaba el espacio sin ser abrumador. Alayna miraba por la ventana, perdida en sus pensamientos, mientras Blizzard se acomodaba en el asiento trasero, más tranquilo de lo que esperaba. Entonces, sin previo aviso, sentí su mano sobre la mía. Era un toque ligero, apenas una caricia, pero suficiente para llamar mi atención. —Detente —dijo, su voz quebrándose ligeramente. Mi pecho se tensó al ver cómo el color desaparecía de su rostro. Frené de inmediato, apartando el coche hacia el arcén mientras ella se quitaba el cinturón con manos temblorosas. —Alayna, ¿qué pasa? —pregunté, pero ella ya había abierto la puerta y salido. Apagué el motor y salí tras ella, rodeando el coche lo más rápido que pude. Cuando la alcancé, estaba inclinada junto a un árbol, vomitando con fuerza. Blizzard ladraba desde dentro de
Alayna Había aceptado con entusiasmo este viaje, la idea de pasar unos días en una cabaña con Ethan, lejos de todo lo cotidiano. Sonaba perfecto en teoría, pero no me detuve a pensar en lo que eso suponía realmente. Sería él y yo, juntos todo el tiempo, sin distracciones, sin excusas. Era emocionante y aterrador a partes iguales. Tampoco esperé que mi cuerpo reaccionara como lo hizo durante el trayecto. Vomité tanto que la vergüenza todavía me pesaba. Cuando finalmente llegamos, lo primero que hice fue buscar mis medicamentos. Saqué mi equipaje, lo abrí con rapidez y rebusqué hasta encontrar las pequeñas botellas de pastillas. Con todo en mano, fui al baño a buscar agua. El reflejo en el espejo no era alentador. Aún estaba pálida, y las sombras debajo de mis ojos parecían más pronunciadas bajo la luz suave del baño. Suspiré, intentando apartar esos pensamientos mientras tomaba las pastillas, una por una. El sabor amargo se quedó en mi lengua, pero lo ignoré. —Una ducha rápida, es
AlaynaMe senté en el borde de la bañera, dejando que el frío de la porcelana me recorriera mientras intentaba recuperar el aliento. Cada movimiento parecía requerir más esfuerzo del que tenía disponible, como si mi cuerpo estuviera luchando contra mí. Miré mis costados, levantando lentamente el suéter. Ahí estaban, los nuevos moretones. Oscuros, irregulares, extendiéndose como pequeñas sombras sobre mi piel. Ya no me sorprendían, pero cada aparición era un recordatorio de lo rápido que todo estaba avanzando. Había pensado que tendría más tiempo. Un par de semanas en buen estado, quizás, pero cada día parecía acercarme más al final. Pasé los dedos sobre uno de los moretones, sintiendo cómo mi piel reaccionaba al contacto. No dolía tanto como antes, pero eso no era consuelo. Me dolía más saber que Ethan estaba allí fuera, preparando chocolate como si todo estuviera bien, mientras yo me desmoronaba en silencio. —Vamos, Alayna. —Susurré para mí misma, limpiándome las lágrimas que hab
Alayna El aire frío de la habitación fue lo primero que noté al despertar. Pero no era eso lo que me había sacado del sueño. Mi pecho estaba pesado, como si algo invisible estuviera aplastándolo, robándome el aire. Jadeé, intentando llenar mis pulmones, pero cada respiración era un esfuerzo colosal. Me llevé las manos al pecho, cerrando los ojos mientras trataba de calmarme. El dolor en mis huesos comenzó poco después, una punzada intensa en mis piernas que me hizo doblarlas instintivamente. Mordí mi labio, ahogando un gemido, y me llevé las manos a las piernas, abrazándolas con fuerza mientras lágrimas silenciosas corrían por mi rostro. —No… no ahora —susurré, tratando de convencerme de que podía superar esto, al menos esta noche. Las punzadas se intensificaron, y apreté los dientes para no gritar. Me cubrí la boca con una mano, intentando silenciar los sollozos que luchaban por salir. Después de un momento, decidí que necesitaba salir de la cama, encerrarme en el baño para que
AlaynaLa noche había sido una batalla. Entre las punzadas de dolor y los momentos de calma forzada, apenas recordaba cómo había conseguido cerrar los ojos. Pero ahora, con la luz del día entrando suavemente por la ventana, algo se sentía diferente. Menos pesado. Estaba en el centro de la cama, acurrucada entre dos fuentes de calor reconfortantes. A mi derecha, Ethan respiraba tranquilo, y a mi izquierda, Blizzard estaba hecho una bola, su cuerpo cálido presionando mi costado. Estaba acostumbrada al calor de Blizzard, pero sentir a Ethan tan cerca era algo muy agradable.Abrí los ojos lentamente, sintiendo que el cansancio seguía ahí, aunque más atenuado. No era igual que anoche, anoche… fue todo un caos para mí.Me llevé una mano a la cabeza por instinto, palpando la pañoleta que había envuelto mi cabello antes de dormir. La falta de la peluca todavía me ponía nerviosa, pero anoche había estado demasiado agotada para preocuparme. Y ya Ethan sabía como estaba mi cabello, aunque eso
EthanEstábamos fuera, parados frente al muñeco de nieve, mientras los copos caían lentamente alrededor de nosotros. Alayna iba bien abrigada, con un gorro cubriendo su cabeza, su chaqueta ajustada cuidadosamente, y una bufanda que le rodeaba el cuello con delicadeza. Me aseguré de que no hubiera un solo rincón de su piel expuesto al frío, porque, ahora que sabía que estaba enferma, no podía evitar pensar en cada pequeño detalle que pudiera afectarla. La observé en silencio, sus pasos lentos y cuidadosos, sus gestos mientras movía las manos para acomodar la bufanda, y esa sonrisa… esa sonrisa que siempre iluminaba todo a su alrededor. Pero incluso en esa alegría aparente, no podía dejar de preguntarme: ¿estará sufriendo ahora? ¿Algo le dolerá? ¿Está aguantando un dolor que no dice? ¿Sentirá miedo? Cada uno de esos pensamientos me atravesaba con mucha fuerza. No quería presionarla, no quería que pensara que la estaba vigilando, pero ahora no podía ignorar lo que había descubierto la
AlaynaEl pueblo estaba especialmente concurrido ese día. Las calles estaban decoradas con luces cálidas que contrastaban con la nieve fresca acumulada a los lados, y los escaparates brillaban con colores festivos. Ethan y yo caminábamos despacio, disfrutando del ambiente navideño mientras Blizzard trotaba a nuestro lado con su abrigo rojo. —¿Segura que quieres hacer esto hoy? —preguntó Ethan, lanzándome una mirada de reojo. —Por supuesto. —Sonreí, intentando no mostrar lo cansada que ya me sentía. No iba a perder la oportunidad de elegir regalos para su familia ni de hacer que esta Navidad fuera perfecta. Caminamos entre tiendas, deteniéndonos en una especialmente acogedora donde había ropa elegante. Mi atención se centró en un vestido que colgaba en la esquina: de terciopelo verde oscuro, con detalles delicados en el escote y las mangas. —¿Ese? —preguntó Ethan, siguiéndome la mirada. Asentí, sin atreverme a mirarlo. —Solo quiero probarlo, no estoy segura de que sea para mí. —