AlaynaMe envolví más en la manta que había traído conmigo, pero el frío seguía penetrando en mi piel. Blizzard estaba en la puerta, observándome con sus grandes ojos oscuros, aullando de vez en cuando con un sonido tan débil que parecía un lamento. Quise decirle que estaba bien, que no se preocupara, pero las palabras no salieron. Me incliné sobre el váter otra vez, mi cuerpo reaccionando antes de que pudiera detenerlo. Los espasmos eran violentos, dejando mi garganta ardiendo y mis músculos temblando. Cada vez parecía que no quedaba nada por expulsar, pero la sensación no desaparecía. Cuando finalmente me enderecé, sentí como si el cuarto diera vueltas. Cerré los ojos, respirando profundamente, pero el movimiento no cesó. Un sollozo escapó de mis labios antes de que pudiera detenerlo. Era un sonido desgarrador, uno que había estado conteniendo durante demasiado tiempo. Otra ola de náuseas me obligó a inclinarme de nuevo, mi cuerpo protestando con cada contracción. Las lágrimas c
Ethan Regresamos a la mesa después de haber pasado un rato en la pista de baile. Alayna estaba radiante, sus mejillas sonrojadas, ya sea por el calor de la multitud o por los movimientos que acabábamos de compartir.Traje rápidamente dos sillas de una mesa que había al lado. ¿De quiénes eran? No lo sé, ni me interesa.No podía dejar de mirarla mientras se acomodaba en su silla, cruzando las piernas y riéndose suavemente de algo que había visto. Esa risa… esa maldita risa era un anzuelo al que yo ya había mordido sin remedio. —Vuelvo enseguida —le dije, inclinándome hacia ella para que pudiera oírme por encima de la música. —¿A dónde vas? —preguntó, arqueando una ceja, aunque sin preocuparse demasiado. —A por algo especial. Quédate aquí y no hables con extraños. —No soy una niña —protestó con una sonrisa divertida, pero no insistí. Me abrí paso hacia la barra, donde pedí un par de chupitos de tequila con limón y sal. Quería algo más que solo baile y charlas triviales. Quería lle
Cuando cruzamos el umbral de mi habitación, todavía me tambaleaba un poco, entre la ligereza del alcohol y el peso de la adrenalina. Ethan cerró la puerta detrás de nosotros con un movimiento lento, como si tuviera todo el tiempo del mundo, mientras yo respiraba profundamente, intentando convencerme de que era una buena idea. No, no intentándolo: sabiendo que lo era. —Ethan—comencé, con una pequeña risa nerviosa—. Debería advertirte que esta es mi versión más desordenada. Ethan me miró de reojo mientras se encendía la tenue lámpara de mi mesilla. La luz cálida llenó el espacio, y él inclinó la cabeza con una sonrisa.—¿Tu versión desordenada? —repitió, con ese tono que usaba cuando quería hacerme sonrojar. —Lo digo en serio —respondí, señalando la cama, que estaba prácticamente sepultada bajo un montón de ropa que no me molesté en doblar antes de salir a la fiesta, esas eran cada una de las prendas que me probé antes de elegir este vestido. Sus ojos se detuvieron un momento en el
AlaynaEthan salió con Blizzard. Me quedé en la cama, el calor de las sábanas aún abrazándome, pero mi mente ya estaba llena de dudas. Salir de la ciudad. La idea me emocionaba y aterraba en partes iguales. No era solo un viaje, era una oportunidad de compartir tiempo con Ethan, de escapar del ruido de mi cabeza y abrazar algo más. Pero, ¿podría realmente hacerlo? Mis dedos trazaron los pliegues de la sábana mientras me hundía en mis pensamientos. Por un lado, sabía que lo deseaba, que necesitaba esta pausa en mi vida. Por otro lado, ese sentimiento de que todo esto era demasiado bueno para ser cierto seguía acechándome. Cerré los ojos, intentando calmar la maraña de emociones, y me obligué a moverme. Me levanté y fui al baño. El vapor pronto llenó el espacio mientras el agua caliente caía sobre mi piel. Me lavé con cuidado, como si el agua pudiera limpiar más que mi cuerpo, llevándose también los temores que me pesaban. Al salir, el aire frío del baño me hizo apresurarme a envolver
Ethan La carretera estaba tranquila, cubierta por una fina capa de nieve que reflejaba las luces del coche como si fuera un espejo. Había puesto música suave, algo instrumental que llenaba el espacio sin ser abrumador. Alayna miraba por la ventana, perdida en sus pensamientos, mientras Blizzard se acomodaba en el asiento trasero, más tranquilo de lo que esperaba. Entonces, sin previo aviso, sentí su mano sobre la mía. Era un toque ligero, apenas una caricia, pero suficiente para llamar mi atención. —Detente —dijo, su voz quebrándose ligeramente. Mi pecho se tensó al ver cómo el color desaparecía de su rostro. Frené de inmediato, apartando el coche hacia el arcén mientras ella se quitaba el cinturón con manos temblorosas. —Alayna, ¿qué pasa? —pregunté, pero ella ya había abierto la puerta y salido. Apagué el motor y salí tras ella, rodeando el coche lo más rápido que pude. Cuando la alcancé, estaba inclinada junto a un árbol, vomitando con fuerza. Blizzard ladraba desde dentro de
Alayna Había aceptado con entusiasmo este viaje, la idea de pasar unos días en una cabaña con Ethan, lejos de todo lo cotidiano. Sonaba perfecto en teoría, pero no me detuve a pensar en lo que eso suponía realmente. Sería él y yo, juntos todo el tiempo, sin distracciones, sin excusas. Era emocionante y aterrador a partes iguales. Tampoco esperé que mi cuerpo reaccionara como lo hizo durante el trayecto. Vomité tanto que la vergüenza todavía me pesaba. Cuando finalmente llegamos, lo primero que hice fue buscar mis medicamentos. Saqué mi equipaje, lo abrí con rapidez y rebusqué hasta encontrar las pequeñas botellas de pastillas. Con todo en mano, fui al baño a buscar agua. El reflejo en el espejo no era alentador. Aún estaba pálida, y las sombras debajo de mis ojos parecían más pronunciadas bajo la luz suave del baño. Suspiré, intentando apartar esos pensamientos mientras tomaba las pastillas, una por una. El sabor amargo se quedó en mi lengua, pero lo ignoré. —Una ducha rápida, es
AlaynaMe senté en el borde de la bañera, dejando que el frío de la porcelana me recorriera mientras intentaba recuperar el aliento. Cada movimiento parecía requerir más esfuerzo del que tenía disponible, como si mi cuerpo estuviera luchando contra mí. Miré mis costados, levantando lentamente el suéter. Ahí estaban, los nuevos moretones. Oscuros, irregulares, extendiéndose como pequeñas sombras sobre mi piel. Ya no me sorprendían, pero cada aparición era un recordatorio de lo rápido que todo estaba avanzando. Había pensado que tendría más tiempo. Un par de semanas en buen estado, quizás, pero cada día parecía acercarme más al final. Pasé los dedos sobre uno de los moretones, sintiendo cómo mi piel reaccionaba al contacto. No dolía tanto como antes, pero eso no era consuelo. Me dolía más saber que Ethan estaba allí fuera, preparando chocolate como si todo estuviera bien, mientras yo me desmoronaba en silencio. —Vamos, Alayna. —Susurré para mí misma, limpiándome las lágrimas que hab
Alayna El aire frío de la habitación fue lo primero que noté al despertar. Pero no era eso lo que me había sacado del sueño. Mi pecho estaba pesado, como si algo invisible estuviera aplastándolo, robándome el aire. Jadeé, intentando llenar mis pulmones, pero cada respiración era un esfuerzo colosal. Me llevé las manos al pecho, cerrando los ojos mientras trataba de calmarme. El dolor en mis huesos comenzó poco después, una punzada intensa en mis piernas que me hizo doblarlas instintivamente. Mordí mi labio, ahogando un gemido, y me llevé las manos a las piernas, abrazándolas con fuerza mientras lágrimas silenciosas corrían por mi rostro. —No… no ahora —susurré, tratando de convencerme de que podía superar esto, al menos esta noche. Las punzadas se intensificaron, y apreté los dientes para no gritar. Me cubrí la boca con una mano, intentando silenciar los sollozos que luchaban por salir. Después de un momento, decidí que necesitaba salir de la cama, encerrarme en el baño para que