Cuatro meses después.
Liuggi estaba en Villa Verona, los recuerdos de su vida pasaban cuál película por su mente, desde el primer día cuando se dio cuenta de la existencia de Lisbani, era casi una niña, una morena hermosa, con esos ojos como la noche, tan brillantes como un cielo estrellado en la oscuridad.
Había sido una chica alta, esbelta con una sonrisa auténtica que brindaba sosiego a quien la observaba. A él le gustó desde el primer momento cuando la vio. Ella de forma inocente, empezó a coquetearle a buscarlo, y aunque se sentía atraído intentó huirle, ¡Por Dios! Pasó tres años, evitándola, hasta ese día cuando entró a su oficina y con una actitud decidida, pero inocente se le acercó de formar desafiante declarándole sus sentimientos.
—¡Tú me gustas! Te he estado esperando durante tres años, aguardando a tu decisión, mas como al parecer eres lento y tampoco tienes inici
La mujer los observaba de forma desafiante, apuntó con el arma a Liuggi, mientras le decía a Lisbani.—¡O te apartas de él o le vuelo los sesos! —exclamó con enfado, mientras su rostro estaba desfigurado productos de los golpes propinados por Sophía, al cual se le sumaba su semblante de absoluta maldad.—¡No le dispares! —exclamó Lisbani asustada—. Iré contigo, por favor no vayas a causarle daño a mi esposo —habló la mujer alejándose de Liuggi y haciéndole caso a las indicaciones de Mariana.—¡No Lisbani! No vas a ir con ella —pronunció Liuggi, levantándose del asiento, un par de hombres, intentaron sostenerlo, mas enfurecido comenzó a golpearlos, sin dejarse someter, hasta escuchar la voz desafiante de Mariana.—O dejas de oponerte
Ambos seguían bailando sin parar, se veían hermosos, daba gusto verlos sonreír tan compenetrados.—Te amo mi ángel, jamás imaginé que esa jovencita, quien llegó a trabajar en mi empresa terminaría siendo la mujer de mi vida. Qué lástima no darme cuenta antes, tendríamos como diez años de casados.—Amor todo ocurre en el justo momento, ahora ambos hemos madurado, y estamos preparados para vivir juntos, amarnos, tener nuestros hijos. Bueno ya tenemos a Lía —expresó Lis con dulzura.—Hablando de hijos. Me gustan las familias grandes, por eso de haber sido hijo único. Debemos tener seis hijos mínimos ¿Verdad? —preguntó esperanzado —. Tres niñas y tres niños.—Pues no Lombardi. Vamos a tener un tercio de eso, una ni&ntil
Él se negaba aceptar esa verdad, se arrepentiría toda su vida de haberla echado sin contemplaciones, ahora cuando se había dado cuenta de su amor por ella, jamás podría tenerla entre sus brazos "¿Por qué no confió en mí? ¿Por qué me ocultó la verdad?", se dijo. Él hubiese hecho lo imposible por salvarla, porque no sufriera, por hacer de sus últimos días los más felices de su vida. “Mia piccola, ¿Cómo fui capaz de alejarte? Te abandoné cuando más me necesitabas, justo en el momento de requerir una mano amiga, cuando necesitabas compañía para ayudarte a sobrellevar los duros momentos que vivías”. Ahora ya era muy tarde, ¿Cómo podré decirle, que sus días sin ella eran vacíos? Nunca podría olvidarla, cada momento vivido a su lado su mente se encargaba de recordárselo, su sonrisa de la cual muchas veces renegó, hoy la extrañaba más, como nunca pensó hacerlo. Le había dicho “¿Por qué no te desapareces de mi vida? Piérdete, lárgate, despa
El día amaneció soleado en Montalcino, una pequeña ciudad situada en lo alto de una colina de Val D̕ Orcia, construida en las ruinas de una iglesia, de origen etrusco y romano, con una belleza asombrosa. Allí aledaño a ese extraordinario paisaje, entre los valles de Ombrone y Asso, Liuggi Lombardi tenía su hermosa villa, la cual imponente destacaba en el lugar, cercana a la de su amigo Nickólas Sebastini.Salió de su paraíso privado, tomó el carro y partió con prisa, debía estar con urgencia en la ciudad de Florencia, lo separaban ciento catorce kilómetros para llegar allí, debía resolver un asunto relacionado con un cliente, a quien se le instaló en la sede de una de sus empresas, uno de los sistemas ofrecidos por su compañía de seguridad y el cual había arrojado una falla con graves consecuencias. 
Liuggi seguía extasiado besando a la hermosa mujer encima de él, quien no dejaba de ejecutar esos movimientos, los cuales sin pensarlo provocaron su excitación, hasta sentirla morderle el labio inferior haciéndolo sangrar, la soltó de ipso facto. Si aún eso era posible, ella se encolerizó más, se levantó de encima de él y le tiraba bofetadas mientras Liuggi, trataba de protegerse manteniendo ambos brazos delante del rostro, ella le gritaba:—¡Eres un maldito pervertido! ¡¿Cómo te atreves?! Aparte de imbécil eres un violador, y además mudo porque tampoco hablas, miserable.—¡Por Dios mujer! ¡Ya basta!, solo te besé para hacerte callar, era la única forma de lograrlo, pareces una loca desquiciada. —le dijo levantándose del suelo y sacudiéndose la ropa con la mano.&
Liuggi no podía creer tanta coincidencia ¿Qué probabilidades había de encontrarse en menos de un par de horas a la misma persona, era mucha casualidad, pensaba el hombre irritado. —¡Por Dios mujer!, es una desgracia coincidir contigo cada dos por tres. Por si lo olvidaste, te recuerdo, fuiste tú quien me chocó a mí y el taxi lo pare yo, no tendría problema en dejártelo, pero desgraciadamente tengo una reunión muy importante, estoy retardado. —¿Tu madre no te ha enseñado a ser un caballero? Debes darme el taxi a mí, ¡soy mujer! —exclamó desafiante. —¡Ya veo! Eres una frágil mujer cuando te conviene ¿Dónde quedó tu discurso feminista? La igualdad entre hombres y mujeres y nosotros subestimándolas. Pues, te complaceré, no te dejaré mi taxi porque lo vi primero y lo necesito —expuso con firmeza. Cuando estaba abriendo la puertadel auto, ella se tiró encima, la volvió a cerrar gritando como
Al salir de las oficinas, llamaron el ascensor marcaron y bajaron al estacionamiento donde Lisbani tenía aparcado su vehículo, le extendió las llaves a Liuggi diciéndole: — ¡Ten! Maneja tú por favor —Liuggi hizo una mueca. —Nooo, yo emocionado porque me iba a gastar una gran choferesa, mientras con toda confianza me embelesaba con mi móvil a responder mis correos electrónicos y los mensajes de mis numerosas admiradoras, eres una verdadera aguafiestas Lisbani Antonelli—expresó en tono juguetón, mientras tomaba las llaves del auto, le abría la puerta para hacerla subir y luego abordaba él. Al encontrarse en el coche cuando él estaba encendiéndole Lisbani se le acercó, lo tomó del mentón y le dio un beso rápido en la boca, mientras le acariciaba el rostro comentándole. —Estoy orgullosa de ti Lombardi, estuviste realmente genial en todo, ¡Pensé no llegarías! Antes de tu entrada la prepotencia de
Él la observó por un momento, la vio mirando por la ventanilla del auto, no le gustó verla triste, le tomó la mano besándosela y expresó:—Ya no quiero verte triste, ni tampoco enojada. Tengo hambre, esta mañana salí deprisa sin desayunar, ¿Podemos ir a almorzar? —preguntó Liuggi.—¿Es una invitación Lombardi? —preguntó suspicaz.—Es una sugerencia, porque ando en tu carro y eres quien manda—dijo en tono neutro.—Ojalá me dijeras eso siempre. Almorcemos en mi departamento, yo invito —propuso la chica de mejor humor.—¿No será meterme en la cueva del lobo?—interrogó arqueando las cejas.—Le vas a tener miedo a una lobita como yo—pronunció coqueta—además