CAPÍTULO 54

―Lo siento, Ángela… tienes razón, soy una basura, lo siento… ―repitió David. Ella estaba estática entre sus brazos, como si no diera crédito a lo que estaba pasando.

Viejas emociones lo inundaron, las sensaciones que recordaba se despertaron haciendo que su corazón latiera de prisa.

A pesar del perfume, el olor subyacente de ella, su fragancia natural, se encontraba allí; la textura de su cabello le hizo cosquillas en la nariz y eso lo llenó de felicidad. Su cuerpo encajaba perfectamente entre sus brazos, como si a pesar de tiempo transcurrido nada hubiese cambiado.

Ángela había ganado algo de peso, dándole a su cuerpo una forma más curvilínea y saludable; cuando estudiaba medicina una de las principales preocupaciones de él era que ella no se alimentase bien, que se saltara las horas de comida por estudiar o trabajar.

―No pude evitarlo, no tien

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