CAPÍTULO 56

Detestaba esos trabajos.

El asesino miró la pantalla del móvil donde los mensajes se apilaban, su nueva cliente lo urgía a obtener resultados lo más pronto posible, sin embargo, a él nadie lo apuraba, porque el arte de asesinar requería planeación, meticulosidad y tiempo.

Silver era uno de los mejores asesinos del mundo por una razón, y todo el que lo contrataba sabía que siempre cumplía su objetivo, de una manera eficaz y eficiente. Por eso, sus principales clientes eran magnates, políticos, mafiosos, poderosos empresarios, incluso terroristas o fuerzas oficiales. Sus presas eran gente poderosa, lo que hacía de la cacería algo excitante.

No obstante, por cortesía con un cliente con el que llevaba casi dos décadas trabajando, aceptó una comisión ridícula.

Los asuntos domésticos eran aburridos.

Y para más colmo,

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