III
Sentado y solo en el frío vestidor del estadio en Canadá, Jasha sintió que su decisión era lo mejor que podría hacer por Kei. Su corazón y su mirada estaba muy lejos de ahí; moría ante cada pensamiento, pero se repetía que sería lo correcto. Vio pasar a Patrick, le dio un saludo con la mano e intentó sonreír. El joven croata le preguntó si había visto a Kei y este le respondió que hacía poco lo había dejado en las gradas. Se despidieron con la promesa de un café. Jasha salió hacia la pista que estaban arreglando para la competencia. Iba con el puñal de las palabras muy afilado.
***
Ansioso por su regreso, el padre miraba los tableros electrónicos para verificar por milésima vez la llegada del vuelo de su hijo. Empezaba a hacer mucho frío a esa hora de la noche, así que juntó sus manos para dejar correr su aliento entre estas. Por fin después de una media hora de espera, Jasha se asomaba con sus maletas, sonrió como solía hacerlo y abrazó a su padre emocionado. No era mucho el tiempo que había pasado desde que dejó Rusia y se fue con Kei a Japón para entrenarlo un poco antes de los Olímpicos, pero ver a su padre siempre le causaba alegría.
—Hijo, esta vez estaba preocupado, el incidente del temblor se supo en todo el mundo —habló el hombre mientras ayudaba a su hijo con una maleta—. Sé que me dijiste cuando te llamé que estabas bien, pero ¿en serio lo estás? ¿Y Kei?
—Padre ya te lo dije, estoy bien, fue un susto terrible pero estoy bien y él está perfecto. —Jasha hizo una pausa larga, miró a su padre mientras andaban, por un segundo quiso contarle acerca de “ella”, quiso decirle que no fue un temblor común de los muchos que suceden en Japón, que fue provocado por una extraña aparición. Sin embargo, bajó su mirada, no quería que su padre se preocupara por él y pensara que estaba alucinando o algo parecido.
Subieron a un auto del comité ruso y salieron rumbo al hotel en una zona muy exclusiva de Moscú. Allí serían los entrenamientos previos con el resto de su equipo, Jasha extrañó por un momento no ir a su casa, la que pronto compartiría con su amante japonés.
—Padre, sé que es tarde pero me sorprende que no haya periodistas ni fotógrafos…
—Les dije una mentirilla, sabía que llegarías cansado y di otro horario de arribo, espero no te moleste, hijo—. Jasha hizo una mueca parecida a una sonrisa, no podría disgustarse con él. Igual al día siguiente donde haría su último entrenamiento, habría un desfile sin fin de flashes y periodistas imprudentes.
En Tokio, la delegación estaba completa para una entrevista en un programa deportivo. Tanto los equipos de Hockey, como los de Esquí, y el de Patinaje Artístico, estaban presentes. No pudieron evitarse los comentarios de lo que sucedió el día del sismo en Kamakura y el hecho de que por fortuna, solo haya salido afectado el escenario. Ni en las inmediaciones, ni siquiera a una cuadra más lejos, se había sentido dicho temblor. Se había especulado entonces que fue algún tipo de falla en las tuberías o en las redes eléctricas y un sinnúmero de explicaciones que iban de la más lógica a la más desatinada.
Kei estaba muy nervioso, era pésimo hablando en público, sonreía tímidamente y se acomodaba mucho sus anteojos. Cuando por fin terminaron de grabar, recibió la llamada que había esperado todo el día.
—Mi bello hombre, espero estés portándote bien —dijo Jasha al otro lado del celular, agobiado por los gritos de su entrenador oficial, que le lanzaba cosas a la cabeza para que se concentrara. “llama en otro momento, estúpido” podía escuchar Kei con el poco ruso que ahora sabía. Se carcajeó y Jasha siguió la conversación con su amante—. ¿Has visitado al doctor? ¿No hay lesión alguna?
—No hay nada en lo absoluto de qué preocuparse, estoy muy bien. Una pequeña ampolla en la mano y eso es todo. Mika y sus pequeñas te envían saludos, al igual que mamá y papá. Y preguntan lo mismo ¿estás perfecto tú?
—¡Más que nunca! —respondió feliz Jasha, divertido por el tono preocupado del joven—. Ahora vamos a ir a un descanso en la noche hablaremos… muero por verte…
—Yo también te extraño.
—¿Eh?, ¿solo eso dirás? ¿No agregas que tu vida si mí no tiene sentido y que necesitas verme para estrecharme fuerte y gritar que me amas? —refunfuñó el chico ruso, mientras Kei imaginaba los pucheros—, eres muy frío…
—En la noche hablaremos, ¡ya vete a seguir practicando! —Kei colgó el teléfono muy apenado con lo que su novio dijo. Luego sonrojado a más no poder, subió a un taxi que lo llevaría a su hotel en Tokio. Ya en menos de cinco días volvería a ver a Jasha, volvería a sentir su aliento, a ver su sonrisa que lo iluminaba entero. —Diablos, debí decirle eso…
Jasha se quedó un rato más en la práctica, decidió hacer un rato de entrenamiento en solitario, casi que en secreto. Era ya muy tarde en la noche y el muchacho de miles de aplausos y de sueños sobre sus patines, danzaba pensando en lo hermoso que era sentir esa soledad, ese encontrarse con él mismo sobre el hielo que era su mejor amigo. No tenía necesidad de practicar sus saltos o la sincronización de sus movimientos con la música, por muy arrogante que pareciera, él era casi perfecto. Podrían ponerle una melodía nueva e interpretarla con su cuerpo de inmediato. A pesar de amar mucho a Kei , ese era su momento. Lo hacía muy seguido aún viviendo con él, se escapaba y amanecía sobre el suelo congelado que lo hacía ser quien era.
Sin embargo, también estaba pavorosamente preocupado por los constantes sueños, que parecían ahora saltar de su cabeza a la realidad. Mientras seguía patinando, pensó en esa mujer, tan hermosa, pero que le producía tanto temor. Los sueños comenzaron justo después de formalizar su relación con Kei e ir a vivir con él a Japón. Antes de eso jamás había tenido ni una pesadilla. Presentía que algo tenía que ver su relación, que quizás era algo en su interior que le decía que debía estar con una mujer. Nada más lejos de ser cierto.
Se acusaba de pretender alejar a su amante de su patria natal, la que de seguro extrañaría. Los dos harían sacrificios que de seguro serían recompensados con amor y constancia. Hasta ahí, parecía la historia rosa de la pareja feliz que llegaría hasta la vejez junta, de seguro siendo instructores o profesores de danza.
Pero entonces, cuando recordaba toda esa normal alegría, el rostro de ella aparecía. Se detuvo un momento. Elevó su mirada al techo iluminado y cerró los ojos con la esperanza de entender qué estaba pasando y porqué a él. Los abrió de nuevo y dirigió su vista al hielo hasta que llegó a sus propios pies, pero entonces como si se tratase de un espejo, no se vio a si mismo, la vio a ella, con esa mirada tranquila quizás adormilada, con su medio sonrisa que de no ser tan aterradora parecería lo más hermoso del mundo. Impotente en ese momento dio un grito muy corto, pero profundo, que su padre pudo escuchar desde los vestidores.
Cuando el buen hombre entró, vio a Jasha correr en dirección contraria, descalzo, y como si persiguiera algo. Fue lo más rápido que pudo tras él y solo logró alcanzarlo en la calle, estaba de rodillas tomando su pecho, muy agitado y no era para menos, el frío congelaba la piel. Jasha se dejó llevar por su progenitor, apenas recuperando el aliento. Afortunadamente el flujo de personas a esa hora era mínimo y aunque sí se preguntaban qué pasaba, al ver que se alejaban, también ellos pasaron de largo.
—Jasha, qué fue lo que pasó hijo, cómo es posible que salgas corriendo así de repente, descalzo sin un abrigo encima, ¿te volviste loco?
—Tal vez papá… —respondió Jasha quien se sentaba en los vestidores con ayuda de su padre.
—Pero qué estás diciendo muchacho, si pasa algo, será mejor que me lo digas ahora.
Sintió el de cabellos de sol, que era el momento en que alguien le escuchara su loca historia. Por alguna razón que no se explicaba, tenía la necesidad de contarle a su padre sobre sus pesadillas, sus visiones, sobre los desesperantes episodios que lo dejaban sin aire y casi sentía morir, sentía que su padre era más confiable que Kei para hablar de ese tema. Sentado junto a él, también de ojos azules muy profundos, se agarró del asiento como si fuese a salir flotando. No subió la mirada, cerró los ojos un momento quizás tomando fuerzas de su ser para hablar. Sentía miedo, uno inexplicable que le empezaba a hacer temblar las piernas y a robarle la voz. Pero antes de perderse de nuevo en sus pensamientos e inventarse algo y hacer parecer que todo andaba bien, levantó su vista y con los ojos muy abiertos también abrió la boca para tomar aire, y preguntar.
—Padre ¿alguna vez, en algún momento, has oído acaso, el nombre de… Nina? —por fracciones de segundo Jasha se reprendió por lo estúpido de su pregunta. Era obvio que su padre había oído ese nombre, en su país era muy común y supo que debió empezar a contar su historia de manera diferente. Entonces volvió a ver a su padre y lo que vio lo sacó de sí: el hombre gentil tenía la mano en su boca con la mirada asustada y con lágrimas que no parecían querer detenerse. Bajó su cabeza, apretó los puños y miró al piso fijamente.
— ¡Ay Dios mío, no, no es posible, no es posible!…—El hombre se echó a llorar y Jasha no supo en qué momento, de necesitar consuelo, tuvo que darlo. Era un hecho, su padre la conocía, su padre sabía que era lo que pasaba y al parecer, no era para nada bueno.
***
Fin capítulo 3
IV Dentro del avión que lo llevaba al país de las olimpiadas de invierno, Kei tuvo un sobresalto y despertó sudando. Todos dormían plácidamente. Inclinó su cabeza un poco para ver hacia el pasillo, y vio un brazo muy blanco, descolgado de una silla más adelante. Supo que era el de una mujer y le dio cierta curiosidad. —¿Se encuentra bien, señor? Parece que está sudando —le preguntó un poco preocupada una auxiliar de vuelo, sorprendiéndolo y sacándolo de sus pensamientos. —Estoy bien, no hay de qué preocuparse—. La hermosa y amable chica le sonrió y se alejó a dar otra ronda. Kei volvió a inclinar su cabeza hacia el pasillo, pero ya no vio nada. Sonrió para sí y volvió a tratar de dormir. En Moscú, los competidores estaban listos para subir al avión que los llevaría a Canadá. A Jasha le sorprendió muchísimo que Stefano y Mila, compañeros de su delegación, fueran a hacer una presentación en pareja. Le contaba Mila que fue toda una tortura fortalecer los brazos del muchachito para qu
V El día de la inauguración de los juegos, llegó e iluminó el abrumador frío que se sentía en Montreal. Ya todos los amigos que Kei había hecho en su camino como patinador estaban ahí, le habían molestado mucho con aquello del avión y luego con lo del ataque en el hotel. Parecía que estaba cargando una maldición y que solo con una borrachera la espantaría. Kei quedó con sus amigos esa noche después de la primera competencia en ir a tomar un “café” para aliviar tensiones. —Jasha debe ser el más preocupado por esta situación ¿no crees? —preguntó Patrick curioso a su amigo japonés. —Seguramente, pero desde esa noche… no lo he visto, me ha dicho que ha estado ocupado y que su entrenador, no los deja salir a nada…—Kei bajó la cabeza un tanto preocupado —No tienes por qué preocuparte, sabes lo maniaco que puede ser su entrenador y es mejor no hacer picardías antes de las presentaciones. —Patrick guiñó un ojo y prosiguió. —Hace poco lo vi sentado en los vestidores, seguro quiere esperar
VIKei tuvo que ver entonces, cómo las cosas que iba a compartir con Jasha, se apiñaban en apenas 6 cajas que recogían la que pudo ser su historia. Jasha las había enviado amablemente desde Rusia, irónicamente llegaron primero que Kei a Japón. No pudo disimular ni por un segundo frente a sus padres el dolor tan hondo que estaba sintiendo y que en realidad no entendía. Tuvo que ser su culpa. Siempre era su culpa. De nuevo indagó en su interior para saber en qué falló, en qué pudo molestarle tanto, como para romper su relación de semejante manera. Pero nada encontraba en la bóveda de su tristeza.Los Olímpicos de Invierno en Canadá, habían terminado muy bien para su carrera. Ganó la plata, parecía que su presentación había impactado más de lo que imaginaba. Esa melodía que interpretó, la había visto ya a una chica que al igual que él parecía querer dar un mensaje. Pero apenas tenía 15 años cuando eso pasó. La había ensayado en secreto más como una forma de libre movimiento que otra cos
VII“Bienvenidos todos a esta rueda de prensa que darán los representantes de cada país para el Challenge CUP de patinaje artístico en Tokio, Japón. De todos los rincones del mundo nos acompañan los patinadores, así como nuestro representante ganador de la medalla de plata en los Olímpicos de Invierno realizados en Canadá y finalizados hace un mes. Un aplauso para ellos y por favor, respeto en cada una de las preguntas que se les haga.”El moderador sabía que los amables periodistas iban a fulminar a Kei y a Jasha sobre su ruptura en todos los aspectos. Quiso pedir por eso discreción. Pero todo ya empezaba muy mal cuando en la mesa dispuesta para los deportistas, los nombre de Kanzaki y Volkov estaban juntos. Empezaron a salir los competidores por la parte superior, Stefano se dio rápidamente cuenta de esa mal intencionada jugada y se apresuró a tomar el lugar de Jasha, no estarían muy lejos el uno del otro, pero al menos no estarían codo a codo. Y llegaron los ex amantes de lados opu
VIII Kei entre abrió los ojos y a penas pudo distinguir la mascarilla de oxígeno sobre su nariz. Recordaba muy vagamente lo que había pasado y el sobresalto al ver a Stefano entrar en su cuarto de hotel. De ahí en más, todo era una maraña en su mente. Giró la cabeza y se vio conectado a una máquina que seguía su ritmo cardiaco. Ignoraba por completo el nombre. Murmullos afuera de esa habitación. Se sentía muy cansado, quería saber cuánto tiempo había pasado, pero al parecer no era mucho, en la ventana aún se veía la noche. O quizás ya habían pasado muchas noches. Volvió su cabeza al frente, y creyó ver al fondo una persona, tal vez una enfermera. Su vista aún estaba demasiado borrosa, pero supo que era una mujer, tenía el cabello demasiado largo. Vio cómo se acercaba y ,al tenerla casi al frente, se sorprendió muchísimo: La mujer era extremadamente hermosa, de ojos enormes y azules, aunque su mirada estaba adormilada. La miró fijamente y supuso que debía tratarse de un ángel. Que su
IX —Voy a matarlo… —murmuró Jasha en su idioma y solo Stefano pudo oírlo. Pero no supo a quien se refería. Enfurecido, dejó el lugar y se fue a los vestidores. Escuchó a los lejos los aplausos. Ya no regresó al calentamiento pesar que su entrenador le gritó hasta más no poder. Sentía que si veía a ese par no iba a poder controlarse. Stefano llegó un rato después y le dijo con toda la intensión de seguirle molestando, que irían a beber unas copas ahora que podían, que estaba invitado si quería ir. —Estás gozando con todo esto, ¿verdad mocoso? —le espetó Jasha mirándolo fijamente. —Como no tienes idea. Stefano sonrió maliciosamente, pero cambió un tanto el gesto cuando vio que Jasha bajaba su mirada, sobrecogido. No entendió. Y no lo haría nunca a menos que el terco de cabellos como el sol, abriera la boca. Jasha estaba sufriendo y tragándose toda una historia para poder mantener a Kei vivo y a su lado. Sufría solo. Además la culpa lo estaba carcomiendo con lo que le hizo al joven j
X Temblando y sentado en el piso junto a la habitación de Kei, Jasha esperaba con desespero la razón que tuviera que darle el doctor a cerca del estado de su amante. Ya parecía estar fuera de peligro, sin embargo, y por seguridad debido a los muchos sucesos que lo habían rodeado, dispusieron de dos guardias en su puerta. Nadie aparte de enfermeras y doctores entrarían, solo las personas que el mismo Kei autorizara. En la sala de espera justo al frente de su habitación se encontraban Stefano, Beska, Alexis y Patrick. Estaban bastante angustiados. Rayaban casi las cuatro de la mañana, ya iban para cinco horas de espera sin tener un diagnóstico certero de qué le había pasado. Por fin un doctor salía de aquella habitación. Jasha se levantó rápidamente le preguntó ansioso por su estado. El doctor lo reconoció y supo que era la pareja de Kei así que le pareció correcto empezar a hablar. Stefano se acercó, al igual que todos, pero tuvieron problemas pues el doctor no hablaba muy bien el i
XI —Jasha —habló en voz muy baja Kei, viéndolo con firmeza—. Quiero que en este momento me mires, entero. Este soy yo, no más, no menos. Tú, aparte de mi madre, me has visto desnudo, me has tenido en tus brazos y solo tú me has hecho el amor, porque creo que fue con amor. Todo lo que ves, es Kei Kanzaki, este hombre que creerá cualquier cosa que le digas, este perdedor que estuvo destrozado y que tú te encargaste de unir pieza por pieza. Quiero que me mires y me digas que no me amas, que no me deseas, y entonces saldrás de aquí y nunca jamás volveremos a vernos más allá de las competencias; pero debe ser aquí y ahora. Jasha estaba abrumado por esas palabras. Lo miró y se dio cuenta que del niño llorón que conoció, no quedaba nada. Que era un hombre que soportaría, lucharía y sobreviviría y de no ser así, partiría a su lado. Por eso se enamoró tanto, porque veían en él esa fuerza extraordinaria que lo acompañaría hasta la muerte de ser necesario. En ese momento miró a la puerta y len