XXXVIII El día estaba pegando directo en esa espalda desnuda, misma que recorrió e hizo suya, así como todo ese cuerpo virgen. Él lo observaba, porque era la última vez en esa vida que lo haría. No obstante, agradeció haber hecho ese vínculo, que lo ayudaría a encontrarlo de nuevo. Sasha estaba apenas en bóxer, sentado viendo como salía el sol, a pesar de la mañana fría. Haberlo tomado, fue de las mejores cosas de su vida. Por dentro, el debate de sus dos almas, una que deseaba quedarse con él para siempre y la otra, que deseaba volver a ella, para siempre. Tenía que acabar todo, de lo contrario la maldición jamás acabaría y la lluvia triunfaría de nuevo, lo que significaba que un amante, estaría infeliz para la eternidad. Miró a Vincent mientras un suspiro entraba a su pecho. Con el dolor de su vida tuvo que despertarlo, pronto tendrían la práctica final para las presentaciones y lograr uno de los tres lugares del podio. Ambos sonrieron y se besaron sin freno unos minutos más, que
XXXIX No podía disimular ni por un segundo el profundo dolor que le producía perder a su esposa. Nada pudo hacerse por Ekaterina, como fuera, estaba escrito que su vida siempre sería muy corta. Pero para Jasha, ver cómo la tierra cubría su cajón, era una zozobra conocida, aunque no sabía de dónde, o por qué razón ya la había sentido. Miró a su hijo, tan pequeño todavía, apenas iba para 3 años, no se merecía quedarse sin una madre. Los funerales fueron los mejores que él pudo darle a su joven mujer. Apenas cumplía ella 23 años, él tenía 24. Jasha Volkov se había convertido en el prodigio del patinaje artístico de Rusia, por su propio mérito y esfuerzo, apoyado siempre por sus padres y por su abuela. Pero ese día no era más que un hombre que perdía a su compañera, con la que no alcanzó a compartir el tiempo que se juraron frente al altar. —Jasha, ven con nosotros a la mansión de la abuela, al menos mientras el pequeño Sasha se adapta a esta situación —hablaba Helena, su madre, en voz
I El invierno solía ser tan brutal como siempre en esa parte de su país. Nada más que blanco asfixiante se posaba frente a sus ojos. No había luz, no habían sombras, solo una niebla enceguecedora que paralizaba los miembros y hacía de la muerte, una aliada. A lo lejos, y cuando él estaba por rendirse, un destello parecido a una luciérnaga se aproximaba a gran velocidad, pero tal vez, ya era muy tarde, pues su ser se desvanecía. —“No aquí, no ahora…” —fue lo que él escuchó antes de poder abrir los ojos en medio del hielo, y sentir sus mejillas sostenidas por unas manos muy suaves, pero igual de frías que la nieve que lo rodeaba. Levantó su vista y entonces pudo verla, una dama de cabellos muy largos, de ojos casi transparentes que susurraba algo incompresible para sus oídos. Se perdió en su mirada, en sus labios tan pálidos y en su sonrisa prístina y brillante. Estar en su regazo era la sensación perfecta de Nirvana: Aterradora. Él levantó su mano para poder también acariciar ese ros
II —Jasha, por favor una pequeña entrevista para el diario deportivo… Era el momento. La delegación japonesa de patinaje sobre hielo daría una presentación de exhibición gratuita en la pista olímpica de Kamakura, esa noche, antes de partir a los Olímpicos. Categorías por pareja, individual femenino y masculino eran los participantes que representarían al país, en Canadá. Había mucha alegría y expectativa, Kei ahora era un campeón nipón ya reconocido, muy poco quedaba de aquel chico que quedó en último lugar algún vez. Jasha, era el patinador ruso que más glorias había llevado a su país, se había retirado un tiempo, pero viendo en su novio un potencial oculto cuando lo ayudaba en sus entrenamientos, no quiso quedarse atrás y decidió volver a la pista congelada. Ahora en las competencias, en casi todas las categorías, sería rival de Kei Kanzaki, su nuevo amor. Jasha estuvo en Japón con Kei por casi un año, al inicio como excusa para ayudarlo a entrenar, para hacer turismo, para olvid
III Sentado y solo en el frío vestidor del estadio en Canadá, Jasha sintió que su decisión era lo mejor que podría hacer por Kei. Su corazón y su mirada estaba muy lejos de ahí; moría ante cada pensamiento, pero se repetía que sería lo correcto. Vio pasar a Patrick, le dio un saludo con la mano e intentó sonreír. El joven croata le preguntó si había visto a Kei y este le respondió que hacía poco lo había dejado en las gradas. Se despidieron con la promesa de un café. Jasha salió hacia la pista que estaban arreglando para la competencia. Iba con el puñal de las palabras muy afilado. *** Ansioso por su regreso, el padre miraba los tableros electrónicos para verificar por milésima vez la llegada del vuelo de su hijo. Empezaba a hacer mucho frío a esa hora de la noche, así que juntó sus manos para dejar correr su aliento entre estas. Por fin después de una media hora de espera, Jasha se asomaba con sus maletas, sonrió como solía hacerlo y abrazó a su padre emocionado. No era mucho el t
IV Dentro del avión que lo llevaba al país de las olimpiadas de invierno, Kei tuvo un sobresalto y despertó sudando. Todos dormían plácidamente. Inclinó su cabeza un poco para ver hacia el pasillo, y vio un brazo muy blanco, descolgado de una silla más adelante. Supo que era el de una mujer y le dio cierta curiosidad. —¿Se encuentra bien, señor? Parece que está sudando —le preguntó un poco preocupada una auxiliar de vuelo, sorprendiéndolo y sacándolo de sus pensamientos. —Estoy bien, no hay de qué preocuparse—. La hermosa y amable chica le sonrió y se alejó a dar otra ronda. Kei volvió a inclinar su cabeza hacia el pasillo, pero ya no vio nada. Sonrió para sí y volvió a tratar de dormir. En Moscú, los competidores estaban listos para subir al avión que los llevaría a Canadá. A Jasha le sorprendió muchísimo que Stefano y Mila, compañeros de su delegación, fueran a hacer una presentación en pareja. Le contaba Mila que fue toda una tortura fortalecer los brazos del muchachito para qu
V El día de la inauguración de los juegos, llegó e iluminó el abrumador frío que se sentía en Montreal. Ya todos los amigos que Kei había hecho en su camino como patinador estaban ahí, le habían molestado mucho con aquello del avión y luego con lo del ataque en el hotel. Parecía que estaba cargando una maldición y que solo con una borrachera la espantaría. Kei quedó con sus amigos esa noche después de la primera competencia en ir a tomar un “café” para aliviar tensiones. —Jasha debe ser el más preocupado por esta situación ¿no crees? —preguntó Patrick curioso a su amigo japonés. —Seguramente, pero desde esa noche… no lo he visto, me ha dicho que ha estado ocupado y que su entrenador, no los deja salir a nada…—Kei bajó la cabeza un tanto preocupado —No tienes por qué preocuparte, sabes lo maniaco que puede ser su entrenador y es mejor no hacer picardías antes de las presentaciones. —Patrick guiñó un ojo y prosiguió. —Hace poco lo vi sentado en los vestidores, seguro quiere esperar
VIKei tuvo que ver entonces, cómo las cosas que iba a compartir con Jasha, se apiñaban en apenas 6 cajas que recogían la que pudo ser su historia. Jasha las había enviado amablemente desde Rusia, irónicamente llegaron primero que Kei a Japón. No pudo disimular ni por un segundo frente a sus padres el dolor tan hondo que estaba sintiendo y que en realidad no entendía. Tuvo que ser su culpa. Siempre era su culpa. De nuevo indagó en su interior para saber en qué falló, en qué pudo molestarle tanto, como para romper su relación de semejante manera. Pero nada encontraba en la bóveda de su tristeza.Los Olímpicos de Invierno en Canadá, habían terminado muy bien para su carrera. Ganó la plata, parecía que su presentación había impactado más de lo que imaginaba. Esa melodía que interpretó, la había visto ya a una chica que al igual que él parecía querer dar un mensaje. Pero apenas tenía 15 años cuando eso pasó. La había ensayado en secreto más como una forma de libre movimiento que otra cos