Hola a todos los bellos lectores de esta historia. Quiero agradecerles desde lo más profundo, la oportunidad que le están dando a esta novela. Desde el fondo de mi corazón, gracias. Milerna.
IX —Voy a matarlo… —murmuró Jasha en su idioma y solo Stefano pudo oírlo. Pero no supo a quien se refería. Enfurecido, dejó el lugar y se fue a los vestidores. Escuchó a los lejos los aplausos. Ya no regresó al calentamiento pesar que su entrenador le gritó hasta más no poder. Sentía que si veía a ese par no iba a poder controlarse. Stefano llegó un rato después y le dijo con toda la intensión de seguirle molestando, que irían a beber unas copas ahora que podían, que estaba invitado si quería ir. —Estás gozando con todo esto, ¿verdad mocoso? —le espetó Jasha mirándolo fijamente. —Como no tienes idea. Stefano sonrió maliciosamente, pero cambió un tanto el gesto cuando vio que Jasha bajaba su mirada, sobrecogido. No entendió. Y no lo haría nunca a menos que el terco de cabellos como el sol, abriera la boca. Jasha estaba sufriendo y tragándose toda una historia para poder mantener a Kei vivo y a su lado. Sufría solo. Además la culpa lo estaba carcomiendo con lo que le hizo al joven j
X Temblando y sentado en el piso junto a la habitación de Kei, Jasha esperaba con desespero la razón que tuviera que darle el doctor a cerca del estado de su amante. Ya parecía estar fuera de peligro, sin embargo, y por seguridad debido a los muchos sucesos que lo habían rodeado, dispusieron de dos guardias en su puerta. Nadie aparte de enfermeras y doctores entrarían, solo las personas que el mismo Kei autorizara. En la sala de espera justo al frente de su habitación se encontraban Stefano, Beska, Alexis y Patrick. Estaban bastante angustiados. Rayaban casi las cuatro de la mañana, ya iban para cinco horas de espera sin tener un diagnóstico certero de qué le había pasado. Por fin un doctor salía de aquella habitación. Jasha se levantó rápidamente le preguntó ansioso por su estado. El doctor lo reconoció y supo que era la pareja de Kei así que le pareció correcto empezar a hablar. Stefano se acercó, al igual que todos, pero tuvieron problemas pues el doctor no hablaba muy bien el i
XI —Jasha —habló en voz muy baja Kei, viéndolo con firmeza—. Quiero que en este momento me mires, entero. Este soy yo, no más, no menos. Tú, aparte de mi madre, me has visto desnudo, me has tenido en tus brazos y solo tú me has hecho el amor, porque creo que fue con amor. Todo lo que ves, es Kei Kanzaki, este hombre que creerá cualquier cosa que le digas, este perdedor que estuvo destrozado y que tú te encargaste de unir pieza por pieza. Quiero que me mires y me digas que no me amas, que no me deseas, y entonces saldrás de aquí y nunca jamás volveremos a vernos más allá de las competencias; pero debe ser aquí y ahora. Jasha estaba abrumado por esas palabras. Lo miró y se dio cuenta que del niño llorón que conoció, no quedaba nada. Que era un hombre que soportaría, lucharía y sobreviviría y de no ser así, partiría a su lado. Por eso se enamoró tanto, porque veían en él esa fuerza extraordinaria que lo acompañaría hasta la muerte de ser necesario. En ese momento miró a la puerta y len
XII —¿No te parece un lindo lugar? —La hermosa mujer le hablaba a su esposo que estaba un tanto disgustado por la dificultad del camino. —Podrías estar un poco más alegre por nosotras. —Helena, por favor, sabes que estoy en total desacuerdo en venir a este sitio. Tu embarazo ha sido muy complicado, la bebé y tú necesitan reposo absoluto y no estar de paseo por Rusia para pasar el año nuevo. Eres muy terca mujer. —De reojo vio que su esposa bajó la cabeza algo triste—. Igual… cuando lleguemos a la cabaña no te moverás ni un metro. Quiero que descanses, comas y volveremos a casa tan pronto como sea posible. —Eres un gruñón… —El hombre volteó a verla y ella sonreía, con esos ojos azulados enormes y con ese cabello renegrido que caía en ondas en su frente. —Pero, así te amamos ella y yo. Con la dulce voz tranquilizadora de Helena, el esposo llegó por fin a la cabaña donde celebrarían el año nuevo, solo ellos tres. Se apresuró a entrar las valijas y la comida que llevaban para la cena,
XIII —¡¡Helena!! —gritó el hombre. La dama sonrió con todas las fuerzas que le quedaban—. ¿Cómo están ustedes dos? —Escuchó la ambulancia que se aproximaba. —Ya pronto estarán ambas en el hospital y todo estará bien… —Amor mío… no es una ella… es un varón… —Helena parecía haber olvidado que estuvo perdido un día entero, que ella estaba muy mal y apenas si podía sostenerlo en brazos. El padre se quedó sin habla. Se acercó lo suficiente para verlo entero y comprobar que si se trataba de un niño. Helena se lo dio en los brazos y sonrió. —Gracias por preferirlo a él… —Entonces la mujer cerró los ojos. En ese mismo momento entraron los paramédicos, la pusieron en la camilla y se llevaron también al bebé para revisarlo. Helena nunca más despertó. A él le entregaron el bebé y lo dejaron solo en el pasillo del hospital y por largo rato se sentó en la sala de espera arrullando su pequeño. No tenía un nombre de niño preparado, pero «Jasha» siempre le había gustado. La buena vecina llegó y lo
XIV Aún así, Jasha, no podía dedicarse solo al Ballet, amaba el hielo y cuando ganó su primera medalla tomó la decisión. Dedicaría su tiempo y energía a los patines. Ekaterina lo apoyó y le insinuó que tuvieran una relación. Por supuesto él aceptó encantado, apenas tenía diecisiete años y ya tenía el mundo a sus pies. Ahora entraba en los terrenos de la piel. Con ella conoció el sexo y le gustó mucho. Ella le enseñó cómo amar otro cuerpo, cómo hacerlo llorar de dicha y cómo respirar su aire cada segundo. La amaba, la adoraba y no era secreto para ninguno. Loco de amor, le propuso que fuera su esposa. Él ya ganaba lo suficiente como para mantenerse y tenerla a ella como una reina. Pero entonces le quebró el corazón, cuando Ekaterina le dijo que si acaso había enloquecido. Que su relación era apenas para aprovechar la fama que ambos poseían. Jasha sintió que su vida perdía el sentido y se desapareció por días, no se supo nunca dónde estuvo. El padre angustiado lo vio llegar a la mans
XV Niki hablaba sin parar. En un punto de la historia que parecía una leyenda, Jasha interrumpió. —Eso no me lo habías dicho… —habló Jasha sollozando —. Eso quiere decir… eso quiere decir… que me elegiste a mí... —Sí Jasha…. —respondió el padre sonriendo. El muchacho se tomó la cabeza, descolocado. Kei lo tomó por una de sus manos intentando calmarlo y antes de permitir que el señor Volkov prosiguiera, interrumpió. —¿Esto es algo así, como que Nina, quiere a Jasha para ella y no permitirá que nadie se le acerque, o lo ame? —Petrov lo miró sorprendido, parecía que Kei intentaba ser receptivo a aquella historia y eso era bueno, pero nada preparaba al muchacho para lo que el padre estaba por decirle. —¡Oh, no, muchacho! No. Nina a quien en realidad quiere… es a ti… —Kei abrió los ojos sorprendido a más no poder. Se llevó las manos al rostro y le pidió al padre que por favor le explicara todo, porque en ese punto ya estaba confundido y horrorizado. Horas más tarde, en la noche, fre
XVI El funeral de la pequeña, había tomado por sorpresa a Stefano, Beska y Patrick, que Iban a aquella pequeña ciudad para saber por la salud de Kei, y lo que encontraron fue la escena de los trajes negros y las lágrimas incesantes. No supieron qué hacer, Beska y Stefano solo siguieron a Patrick, quien ya conocía a la familia. Alexis tuvo que irse a Estados Unidos antes de las exequias, pero escribió y llamó insistente a Kei, quien nunca le contestó. El muchacho de cabellos negros, de ojos castaños y sonrisa preciosa, estaba desolado. Con la mirada perdida, sentado en la esquina más apartada del salón dónde reposaba la imagen de su pequeña amiga. Jasha estaba en la esquina opuesta, igual de conmovido. Stefano se le acercó y le preguntó lo que había pasado, el ruso intentó explicarle, pero no coordinaba muy bien las palabras. En la noche, Kei los invitó a todos a quedarse en su casa, el espacio no sería el suficiente pero quería agradecer el gesto de acompañarlos en ese dolor. Se dis