El silencio se estaba volviendo incómodo, así como las miradas nada disimuladas que iban de Elaide a Ezio. Si ella no habría estado en medio de todo el espectáculo, seguro habría hecho alguna broma de las suyas para aliviar las cosas, pero no podía recordar cómo articular una palabra y mucho menos encontrar su sentido de humor.
Más de una vez se había repetido que no tardarían en encontrarse y se dijo que estaría preparada cuando eso sucediera. Sin embargo, el día anterior, cuando su hermana le contó de los planes de su extendida familia, y que Ezio había confirmado su asistencia, había estado dividida entre la ansiedad y la cobardía. Esa mañana casi había fingido estar enferma para no asistir a la fiesta de bienvenida, pero al final había podido más las ganas de volver a verlo.
Ahora que tenía a Ezio tan cerca, sabía a ciencia cierta que jamás hubiera estado preparada para rencontrarse con él. Sus pensamientos eran una prueba de ello. Tan solo quería que él eliminara la distancia que los separaba y la abrazara. Pero no era tan tonta como para no darse cuenta que después de todo lo sucedido, tenía suerte de que él no hubiera comenzado a despotricar en su contra.
Era como si el tiempo no hubiera pasado, como si los dos últimos dos años solo hubiera sido un mal sueño. Pero ella más que nadie sabía que no era así. No había olvidado las noches que se había quedado dormida mientras lloraba, el incontable número de veces que había levantado su celular para llamarlo y la distancia.
Y si acaso eso se le llegaba a olvidar, solo bastaba observarlo con detenimiento para percibir el paso del tiempo en sus rasgos. Su rostro se había endurecido, poco quedaba de aquel joven despreocupado del que se había enamorado. Dos años lo habían cambiado y estaba segura de que no solo en la superficie. Aunque de su interior el crédito se lo llevaba ella más que el tiempo.
Sus ojos cafés la miraban sin reflejar nada, el amor que un día había brillado en ellos, se había esfumado.
No, no se había esfumado. Ella lo había matado.
Estaba empezando a entrar en un espiral de recuerdos cuando escuchó una voz tan dulce que le sorprendía que perteneciera a un ser tan malvado y calculador.
—¿Elaide?
Aitana.
Si había alguien que podía mantener una careta de por vida, Elaide jamás dudaría que ella se llevaría el premio mayor.
La observó apenas por unos segundos antes de que su mirada se desviara a la mano que ella tenía envuelta alrededor del brazo de Ezio.
La penumbra se adueñó de su corazón.
Jamás había esperado verla allí y mucho menos ese día en particular. ¿Acaso Aitana y Ezio estaban juntos?
Sacudió esos pensamientos. Eso ya no era de su incumbencia. Había dejado serlo por elección propia y debía de actuar como una adulta.
—Aitana. —Decir ese nombre le revolvió el estómago y tuvo que esforzarse para mantener una sonrisa de cortesía en su rostro—. Ezio.
Por algunos segundos no recibió una respuesta de este último.
—Elaide —dijo por fin Ezio con un escueto movimiento de cabeza.
No hubo una sonrisa, ni un brillo travieso en sus ojos. Solo fría cortesía.
Dos extraños encontrándose por primera vez. Eso era lo que hubiera dicho cualquiera que no los conociera. Había temido tanto por ese encuentro porque esperaba… ¿Qué? ¿Qué es lo que esperaba? La verdad, no estaba segura de sí había una respuesta para eso.
—Pasemos a la mesa —invitó Leonardo rompiendo por fin la tensión.
Le sorprendió que nadie hubiera intervenido antes.
Natalia les indicó el camino con una mano.
Elaide fue la primera en huir de allí.
«No estoy huyendo —se dijo». Por supuesto todo en ella sabía que era una mentira.
Todos se acomodaron en el gran comedor. Pese a la situación, era bueno estar con su familia y amigos reunidos allí después de tanto tiempo. Los hermanos de su cuñado y sus esposos y esposas, los habían recibido a ella y su hermana con los brazos abiertos desde el principio.
Anna le dio un apretón en la mano por debajo de la mesa.
—¿Estás bien? —preguntó ella en un susurro.
—Sí —asintió y le dio una sonrisa para tranquilizarla.
Sus hermanos también la estaban mirando desde sus lugares y también les sonrió. Ellos no parecieron convencidos. Eran demasiado astutos como para engañarlos, pero la dejarían en paz por el resto de la noche.
La tensión anterior fue desapareciendo gradualmente, en gran parte gracias a los hermanos gemelos de Adriano y a Matteo, el esposo de Lia. Era como si esos tres no pudieran hablar en serio por mucho tiempo.
De inmediato se vio interrogada sobre su vida. Se las arregló para responder a cada pregunta mientras por momentos sentía un par de ojos la miraban con atención. La única vez que cometió el error de mirar en su dirección encontró a Aitana inclina hacia Ezio, los dos estaban conversando en voz baja y él sonreía con sinceridad.
Después de eso le tomó un tiempo recuperar la compostura.
Aitana intervino en la conversación más de una vez, en especial para hablar sobre ella, le pareció más que un intento desesperado por ser el centro de atención y de alguna manera se lo permitió, no estaba para discutir con ella. Aunque cada vez que escuchaba su voz le entraba unas ganas irrefrenables de rodar los ojos.
En determinado momento se disculpó para ir al baño. No podía fingir durante más tiempo. Su hermana se ofreció a acompañarla, pero negó. Solo necesitaba un respiro corto antes de continuar con la fachada.
Elaide tomó el pasadizo que conducía al baño, pero continuó de frente hasta jardín de atrás.
En cuanto la brisa golpeó su rostro, se sintió algo más calmada. Ese día se parecía cada vez más a un sueño, de esos de los que no importa cuanto lo intentes no puedes despertar.
Llevó su mano a su brazo y se dio un pellizco. El dolor le dejó en claro que no estaba en un sueño.
—¿Escapando otra vez?
«¿Es que acaso no puedo tener algo de privacidad? —pensó, pero no se sintió capaz de decir en voz alta».
—¿Qué es lo quieres Ezio? —preguntó en su lugar sin mirarlo. Su voz sonó cansada y no le sorprendió después del tiempo que se la había pasado con una sonrisa dibujada en el rostro.
—Salí a tomar un poco de aire fresco.
No le creía, pero no se lo dijo.
Los segundos pasaron y esperó que él comenzara con los reclamos o quizás insultos, pero eso no pasó… Y fue decepcionante porque solo podía haber una razón para ello, él la había superado por completo.
Eso lo que había buscado con su marcha, pero ahora que sabía que había sucedido dolía como el infierno.
Dirigió su mirada hacia el cielo, apenas se veían algunas estrellas, pero fue suficiente para distraerse de la agonía.
—¿Por qué regresaste? —preguntó él después de un tiempo. No había interés en su tono.
—Aquí está mi hogar.
—Eso no te detuvo de irte —dijo Ezio con calma—. Debiste quedarte en Estados Unidos.
Él sabía dónde se había ido. ¿Desde cuándo?
—Ezio yo…
Quería disculparse, pero no tendría sentido. Nada de lo que dijera arreglaría lo hecho, excepto la verdad y eso era algo que no estaba dispuesta a contarle. Habían pasado dos años lejos y ahora el parecía haber continuado con su vida. Es lo que había querido cuando le dijo todas aquellas mentiras.
—Debería volver adentro —dijo por fin.
Giró su silla de ruedas y luego avanzó de regreso, pero no llegó muy lejos cuando una risa apagada llegó desde sus espaldas y la detuvo.
Miró sobre el hombro. Ezio estaba en el mismo lugar.
—Creí que eras valiente, pero incluso en eso me equivoqué.
—No sé de lo que hablas.
Él se sido la vuelta por fin y no estaba segura si le gustó el brillo que vio en sus ojos, era la primera señal que daba, era mejor que la apatía, pero temió lo que ocultaba y no podía descifrar.
Ezio se acercó y se colocó delante de ella, luego apoyó las manos en los reposabrazos de su silla de ruedas y se inclinó.
Su respiración se entrecortó y su corazón latió acelerado. Su cercanía era dolorosa, pero también un calmante para el dolor que había estado en su vida desde que lo sacó de su vida.
—No sé qué esperabas al volver, pero te aseguro que muchas cosan han cambiado —susurró el cerca de su oído—. Prepárate, mi bella Ela, porque no voy a jugar limpio.
Escuchar ese apelativo, después de tanto tiempo, trajo algunos recuerdos hermosos; pero no duró mucho.
No estaba segura a que se refería Ezio y eso la asustaba. Era la primera vez que tenía miedo de él.
Ezio se marchó con las manos en los bolsillos como si nada mientras ella lo miraba con añoranza. Si él se hubiera dado la vuelta se habría dado cuenta del amor que sentía, pero no lo hizo. Y así fue mejor.
Algunas cosas podían ser peligrosas y era muy probable que el plan que Ezio había puesto en marcha también lo fuera. Era el todo por el todo, pero al final del camino obtendría precisamente lo que quería.Ver a Elaide después de un tiempo, no tanto como el resto suponía, había sido por mucho… interesante. Esas ganas de envolver su frágil cuello con las manos, había sido más intensa que nunca, obviamente era solo un producto de su ira contenida. Esa mujer podía hacerlo sentirse como un ser irracional.Sin embargo, sabía que había menos agresivas, pero no menos aleccionadoras, de demostrar su punto.—¿Sabías que ella había regresado? —preguntó Aitana.Ezio salió de su ensimismamiento, se giró a mirarla y le tomó unos segundos saber de qué estaban hablando.Regresó su vista
—Hay alguien aquí que quiere verte —anunció Elena entrando a la sala.Elaide miró en su dirección y su sonrisa murió al instante. Sintió como si su corazón hubiera dejado de latir y olvidó que debía respirar.Detrás de su amiga estaba Ezio y la observaba con una sonrisa que le dejó una sensación de desconfianza.¿Qué hacia allí? ¿Qué estaba tramando? Esa y muchas más preguntas se agolparon en su cabeza.Jamás habría esperado verlo en su departamento y mucho menos un día después de su reencuentro.—Buenos días —saludó él.Jayden carraspeó para llamar su atención cuando no respondió. Su amigo había llegado esa misma mañana y hasta antes de que Ezio apareciera, habían estado haciendo planes. Se giró h
Ezio despertó con la luz del sol entrando a raudales por las ventanas. No le tomó mucho tiempo recordar lo sucedido. Elaide se había ido y lo había dejado atrás como si todo lo que hubieran vivido no hubiera significado nada. La noche anterior, después de conducir durante horas, había regresado a su departamento y había saqueado su bar. Se levantó apoyándose en su cama, había pasado la noche en el suelo. Al menos había llegado hasta su habitación. El cuerpo le dolía con intensidad y su cabeza no estaba mucho mejor. Aunque ni siquiera eso era capaz de acallar sus pensamientos y hacerle olvidar el dolor en su pecho. Caminó, tambaleándose, hasta el baño e hizo sus necesidades. Luego se acercó al lavabo, encendió el grifo y apoyó las manos en el borde del lavabo mientras el agua
—¿Qué demonios sucedió? —preguntó Elena una vez que se quedaron a solas.Lo mismo quería saber ella, todavía estaba tratando de asimilar de que estaba en el departamento de Ezio. Él la había dejado para que se acomode en la que de ahora en adelante sería su nueva habitación.—Me pidió una oportunidad y se la di. —Cuanto más corta mantuviera la mentira, sería más fácil de sostenerla.Elena no conocía los motivos que la habían llevado a terminar con Ezio en el pasado; de haberlo hecho, en ese momento no creería en ella. Aunque, de todas formas, ella no parecía hacerlo.—¿Pero tenías que mudarte con él?—Supongo que no, pero Ezio creyó que era mejor así.—No entiendo, pensé que ya no querías estar con él.&mdas
Elaide despertó cuando el sol apenas comenzaba a iluminar el día. Abrió los ojos lentamente para encontrarse con su nueva habitación y los sucesos del día anterior día anterior llegaron a su mente de inmediato.Estiró la mano para buscar su celular. Cuando lo encontró encendió la pantalla y vio que era que apenas eran las cinco y media de la mañana. Sabía que no iba a poder volver a dormir, pero tampoco se sentía preparada para levantarse y enfrentarse a la realidad. Solo quería un poco más de tiempo a solas.La noche anterior poco después de la llamada de su hermano, Elena había aparecido en su habitación para ofrecerle ayuda en caso lo necesitara. Pese a lo que le había dicho a Ezio, todavía necesitaba ayuda para algunas cosas.Con el tiempo había aprendido a adaptarse a las limitaciones de su incapacidad para mover las pi
La risa despreocupada de Elaide tomó a Ezio por sorpresa. No recordaba cuando había sido la última vez que había escuchado ese sonido, quizás algunos días antes de que se separara. Toda una eternidad.Siempre había pensado que Elaide tenía una risa hermosa. Era algo estridente, pero era honesta como ella misma.No pudo evitar mirarla embobado. Era la primera vez que parecía relajada en su presencia, aunque no era el quien había causado esa reacción.Miró a Jayden. Habría encontrado la manera de deshacerse de él hace un buen tiempo, de no ser porque era obvio que estaba interesado en Elena y no hacía ningún esfuerzo por disimularlo. Le recordaba mucho a él. Un vistazo a Elaide y su raciocinio había desaparecido. Lo único en lo que había estado interesado era que ella mirara en su dirección y ser su todo. Y por mucho ti
Elaide sabía que no estaba sola cuando se despertó en la mañana. Podía sentir una mano sobre su vientre y el calor de una persona a su costado.Giró la cabeza y vio a Ezio. Él estaba recostado de costado, aún dormido, y lucía tan pacífico. Hermoso.Se sentía como atrapada en un sueño, en uno de esos de los que no quería despertar. Sin detenerse a pensarlo levantó una mano, la llevó hasta su rostro y lo acarició con delicadeza.La tarde anterior se había sentido como si hubieran entrado en una burbuja que los aislaba de la realidad. Después de que él la había llevado a la cama, se habían pasado lo que restaba del día besándose y bromeando. Sin embargo, sabía que los problemas entre ellos no habían dejado de existir.Ezio no había pasado de besos, pero, de haberlo hecho, estaba segura
El fin de semana había terminado más rápido de lo que a Elaide le habría gustado. Si habría tenido la opción de elegir, habría optado por quedarse en la cabaña con Ezio. El lugar donde la realidad no podía tocarlos. El lugar en el que los dos últimos años parecían no haber transcurrido.El bosque se fue quedando atrás y con él, la magia que los había envuelto mientras estuvieron allí. Se las arregló para no mostrarse decepcionada.—Podemos volver el siguiente fin de semana —dijo Ezio como si pudiera leer sus pensamientos.Era desconcertante como, pese a todo el tiempo que habían pasado distanciados, él todavía la conocía bastante bien. No supo que responder, así que optó por no decir nada.Antes de que el ambiente se volviera incómodo, se inclinó hacia la ra