Elaide despertó cuando el sol apenas comenzaba a iluminar el día. Abrió los ojos lentamente para encontrarse con su nueva habitación y los sucesos del día anterior día anterior llegaron a su mente de inmediato.
Estiró la mano para buscar su celular. Cuando lo encontró encendió la pantalla y vio que era que apenas eran las cinco y media de la mañana. Sabía que no iba a poder volver a dormir, pero tampoco se sentía preparada para levantarse y enfrentarse a la realidad. Solo quería un poco más de tiempo a solas.
La noche anterior poco después de la llamada de su hermano, Elena había aparecido en su habitación para ofrecerle ayuda en caso lo necesitara. Pese a lo que le había dicho a Ezio, todavía necesitaba ayuda para algunas cosas.
Con el tiempo había aprendido a adaptarse a las limitaciones de su incapacidad para mover las pi
La risa despreocupada de Elaide tomó a Ezio por sorpresa. No recordaba cuando había sido la última vez que había escuchado ese sonido, quizás algunos días antes de que se separara. Toda una eternidad.Siempre había pensado que Elaide tenía una risa hermosa. Era algo estridente, pero era honesta como ella misma.No pudo evitar mirarla embobado. Era la primera vez que parecía relajada en su presencia, aunque no era el quien había causado esa reacción.Miró a Jayden. Habría encontrado la manera de deshacerse de él hace un buen tiempo, de no ser porque era obvio que estaba interesado en Elena y no hacía ningún esfuerzo por disimularlo. Le recordaba mucho a él. Un vistazo a Elaide y su raciocinio había desaparecido. Lo único en lo que había estado interesado era que ella mirara en su dirección y ser su todo. Y por mucho ti
Elaide sabía que no estaba sola cuando se despertó en la mañana. Podía sentir una mano sobre su vientre y el calor de una persona a su costado.Giró la cabeza y vio a Ezio. Él estaba recostado de costado, aún dormido, y lucía tan pacífico. Hermoso.Se sentía como atrapada en un sueño, en uno de esos de los que no quería despertar. Sin detenerse a pensarlo levantó una mano, la llevó hasta su rostro y lo acarició con delicadeza.La tarde anterior se había sentido como si hubieran entrado en una burbuja que los aislaba de la realidad. Después de que él la había llevado a la cama, se habían pasado lo que restaba del día besándose y bromeando. Sin embargo, sabía que los problemas entre ellos no habían dejado de existir.Ezio no había pasado de besos, pero, de haberlo hecho, estaba segura
El fin de semana había terminado más rápido de lo que a Elaide le habría gustado. Si habría tenido la opción de elegir, habría optado por quedarse en la cabaña con Ezio. El lugar donde la realidad no podía tocarlos. El lugar en el que los dos últimos años parecían no haber transcurrido.El bosque se fue quedando atrás y con él, la magia que los había envuelto mientras estuvieron allí. Se las arregló para no mostrarse decepcionada.—Podemos volver el siguiente fin de semana —dijo Ezio como si pudiera leer sus pensamientos.Era desconcertante como, pese a todo el tiempo que habían pasado distanciados, él todavía la conocía bastante bien. No supo que responder, así que optó por no decir nada.Antes de que el ambiente se volviera incómodo, se inclinó hacia la ra
—¿Qué te molesta? —preguntó Ezio.—¿Por qué crees que algo me molesta?—Llevas mirando tu comida por casi cinco minutos como si tuviera la respuesta de la creación del universo.—Quizás sí la tiene.Soltó una carcajada.Estaba seguro que podía contar con los dedos la cantidad de veces que había reído durante los últimos dos años. Desde que Elaide se había ido apenas había encontrado diversión en las cosas, en especial durante los primeros meses.Una mujer no debería tener tal poder sobre él, ya había comprobado el daño que podía causar y aun así le importaba muy poco.—¿Entonces? —insistió.—Aitana vino a verme hoy —dijo Elaide justo antes de llevarse un bocado de comida a la boca.
Las cosas se habían puesto demasiado tensas desde que Ezio y Elaide se habían enfrentado un poco más de una semana atrás. Él no había llegado a dormir al departamento esa noche y, a diferencia de lo que le había dicho, lo había esperado despierta hasta pasada la media noche. Todavía se seguía preguntando donde había estado. El monstro de los celos había mencionado el nombre de Aitana más veces de las que le gustaba, pero había hecho todo por ignorarlo. Él no lo habría hecho el mismo día que habían discutido por causa de ella… ¿o sí? Después de todo para él era una amiga y no sabía lo que había hecho. Además, si quería causarle daño, era precisamente lo que haría. Miró a Ezio, él tenía la atención en unos documentos mientras tomaba su taza de café. Abrió la boca para hacerle la pregunta que pondría fin a sus divagaciones, pero, como en anteriores ocasiones, se arrepintió de último momento. —Por la tarde iré a ver a mi hermana —avisó en su lugar. No ten
—Mmm… esto está delicioso. —Elaide miró a Aitana—. Debo admitir que eres muy buena para ocultar cosas. —Vio un brillo de nerviosismo en los ojos de la mujer. Sonrió y se tomó su tiempo antes de continuar—. Este lugar debe ser tu secreto mejor guardado. Es hermoso y su comida es bastante buena.Estaba disfrutando de algo más que de la comida. Desde que habían llegado al restaurante había lanzado algunas indirectas con bastante sutileza para que Ezio no sospechara nada, pero Aitana había entendido cada una de ellas.Se giró hacia Ezio.—Debes probar esto, cariño. —Extendió su tenedor hacia él con un poco de pasta bañada en salsa blanca.Él abrió la boca y dejó que le diera de comer.—Tienes razón —dijo él cuando terminó de masticar—. Delicioso.&m
Era cerca de las siete de la noche cuando se escuchó un carro acercarse a la casa. Las niñas, estaban de nuevo corriendo de un lado a otro, era como si su batería se hubiera recargado durante su siesta.—Ese debe de ser Adriano —dijo Vanessa.Las niñas pararon las orejas y corrieron a la ventana para tratar de ver algo.—¡Tío! —chillaron las niñas justo unos segundos antes de que el timbre sonara.La ama de llaves de su hermana se dirigió hacia la puerta.—No sabía que Paolo iba a venir —comentó.—Yo tampoco —dijo Vanessa.Pero no era Paolo al que habían visto sus sobrinas.—Señoritas buenas tardes —dijo Ezio.—¡Tío! —volvieron a gritar las niñas al verlo. Ambas corrieron hacia él emocionadas.Ezio se puso en cuclillas para recibirlas.
Un sonido insistente despertó a Elaide, aunque no encontró las fuerzas para abrir los ojos. Frunció el ceño. Su cuerpo dolía, de una buena manera, y estaba agotada. Lo menos que quería hacer en ese momento era levantarse.No tenía idea de quién podía llamar tan temprano, lo único que quería era que el ruido se terminara para poder continuar con sus planes de dormir por otras dos horas, por lo menos.—¿Hola? —dijo Ezio poniendo fin al sonido. Al parecer era su celular el que había estado sonando—. Ya vuelvo —susurró él y depositó un beso en su frente.Lo sintió abandonar la cama. Abrió los ojos en el preciso momento que salía de la habitación.Cerró los ojos para intentar volver a dormir, pero, en su lugar, empezó a recordar lo sucedido la noche anterior. Era como si cada detalle h