—Mmm… esto está delicioso. —Elaide miró a Aitana—. Debo admitir que eres muy buena para ocultar cosas. —Vio un brillo de nerviosismo en los ojos de la mujer. Sonrió y se tomó su tiempo antes de continuar—. Este lugar debe ser tu secreto mejor guardado. Es hermoso y su comida es bastante buena.
Estaba disfrutando de algo más que de la comida. Desde que habían llegado al restaurante había lanzado algunas indirectas con bastante sutileza para que Ezio no sospechara nada, pero Aitana había entendido cada una de ellas.
Se giró hacia Ezio.
—Debes probar esto, cariño. —Extendió su tenedor hacia él con un poco de pasta bañada en salsa blanca.
Él abrió la boca y dejó que le diera de comer.
—Tienes razón —dijo él cuando terminó de masticar—. Delicioso.
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Era cerca de las siete de la noche cuando se escuchó un carro acercarse a la casa. Las niñas, estaban de nuevo corriendo de un lado a otro, era como si su batería se hubiera recargado durante su siesta.—Ese debe de ser Adriano —dijo Vanessa.Las niñas pararon las orejas y corrieron a la ventana para tratar de ver algo.—¡Tío! —chillaron las niñas justo unos segundos antes de que el timbre sonara.La ama de llaves de su hermana se dirigió hacia la puerta.—No sabía que Paolo iba a venir —comentó.—Yo tampoco —dijo Vanessa.Pero no era Paolo al que habían visto sus sobrinas.—Señoritas buenas tardes —dijo Ezio.—¡Tío! —volvieron a gritar las niñas al verlo. Ambas corrieron hacia él emocionadas.Ezio se puso en cuclillas para recibirlas.
Un sonido insistente despertó a Elaide, aunque no encontró las fuerzas para abrir los ojos. Frunció el ceño. Su cuerpo dolía, de una buena manera, y estaba agotada. Lo menos que quería hacer en ese momento era levantarse.No tenía idea de quién podía llamar tan temprano, lo único que quería era que el ruido se terminara para poder continuar con sus planes de dormir por otras dos horas, por lo menos.—¿Hola? —dijo Ezio poniendo fin al sonido. Al parecer era su celular el que había estado sonando—. Ya vuelvo —susurró él y depositó un beso en su frente.Lo sintió abandonar la cama. Abrió los ojos en el preciso momento que salía de la habitación.Cerró los ojos para intentar volver a dormir, pero, en su lugar, empezó a recordar lo sucedido la noche anterior. Era como si cada detalle h
—Hola Jayden, es bueno verte otra vez —saludó Paolo pasando un brazo por los hombros de Elena.Era un hecho que a su hermano le gustaba jugar con su vida. Tantos años y su sentido común era lo único que había empeorado en lugar de mejorar.—Me gustaría decir los mismo. —Jayden parecía a punto de matar a alguien. No era necesario aclarar a quien.Paolo soltó un suspiro demasiado artificial y sacudió la cabeza.—Es una pena escuchar eso. Creí que comenzábamos a ser amigos.Elena, que había estado sorprendida por la acción de Paolo, reaccionó y se alejó de él. No sin antes darle un codazo en las costillas.—¡Auch! ¿Qué pasa con ustedes dos que parecen empeñados en lastimarme? —se quejó su hermano sin perder su sonrisa de diversión.Resopl&o
Elaide apenas mantuvo los ojos abiertos unos segundos y, después de decirle que lo amaba, se quedó dormida. Su mano aun estaba sobre su rostro y la sujetó allí porque no estaba listo para alejarse de su suave tacto.Tan pronto Paolo lo había llamado para decirle que ella lo necesitaba, había dejado todo lo que estaba haciendo y había salido en su búsqueda. Había temido lo peor, aun lo hacía. No estaba seguro de que es lo que la había llevado hasta ese punto de quiebre.Al entrar en el despacho, la había encontrado recostada en el sofá, con las lágrimas deslizándose por sus mejillas y la respiración entrecortada por el llanto. Eso lo había destrozado.—¿Qué sucedió? —preguntó en voz baja sin quitarle la vista de encima a Elaide. Temía que si lo hacía algo malo le sucediera.Deberí
Elaide se sentía agotada y sentía la boca bastante seca. Abrió los ojos y apenas pudo ver algo gracias a la luz que se filtraba por debajo de una de las puertas de la habitación. No recordaba donde estaba, aunque había algo familiar en el lugar.Recorrió la habitación tratando de adaptar su vista a la oscuridad y reconocer algún indicio que le dijera donde estaba.La puerta por la cual se filtraba la luz se abrió de repente e iluminó mejor la habitación. Giró la cabeza en esa dirección y encontró a Ezio para en el umbral. Tenía una toalla envuelta a la cintura y otra colgaba de su cuello.—¿Estás despierta? —preguntó él. Había alivio en su voz.Él se acercó a pasos largos hasta ella, encendió la lámpara sobre el buró y se sentó a un costado de la cama.&mdas
—No puedo respirar —musitó Elaide tratando de sonreír en lugar de echarse a llorar. Era seguro que aún se sentía sensible.Era algo extraño sentirse al borde del llanto constantemente. Era como si la represa con la que había estado conteniendo sus emociones, se hubiera destruido y ahora tuviera que lidiar con todos aquellos sentimientos que se había encargado de fingir que no existían.Siempre había tratado de convencer al mundo, incluyéndose a sí misma, de que estaba bien. Solo en ese momento comenzaba a darse cuenta que quizás no era así.—¿Estás bien? —preguntó Vanessa tomándola del rostro y moviendo su cabeza de lado a lado para ver cada parte de su rostro—. Te ves un poco pálida.—Vaya que buen halago, estás mejorando. —Y allí estaba otra vez. Bromear para distraer la ate
Los días en la cabaña estaban pasando más rápido de lo que a Ezio le habría gustado. Sin que se diera cuenta ya había transcurrido más de media semana y el fin se sentía cerca.Su tiempo allí había sido increíble y los había ayudado a calmar los ánimos. Durante las mañanas ambos iban a dar un paseo y se metían a nadar al estanque y por las tardes se dedicaban a ver alguna película, leer un libro o conversar de cosas sin mucha relevancia, nada que pudiera romper la engañosa calma.Era como si hubieran entrado en un mundo alterno donde todo estaba bien. Sin embargo, era consciente de que eso no podía durar para siempre. En algún momento tendrían que enfrentarse a la realidad. Quería pensar que todo estaría bien después de eso, pero ya no estaba seguro de nada y quizás ese era el motivo por el cual hab&iacu
Ezio la amaba. Su corazón se había acelerado en cuanto se lo había dicho, pero no podía sentirse feliz, no cuando le había causado tanto daño. Él estaba sufriendo y ella también. Había tratado de evitarles dolor, pero era lo único que había causado con sus decisiones. Era hora de la verdad. Ezio se la merecía. No estaba ni siquiera un poco preparada, pero no podía prolongarlo por más tiempo. Estaba asustada de lo que sucedería después de que Ezio supiera todo. Tragó el nudo en su garganta e intentó controlar las lágrimas que corrían libres por sus mejillas. —Unos días antes de que te dijera aquellas cosas, Aitana fue a verme —comenzó, pero luego se quedó en silencio tratando de reunir valor para continuar. Ezio la observó con la confusión reflejada en el rostro. Era obvio que no esperaba que mencionara el nombre de su amiga y seguro que no entendía que tenía que ver ella en todo esto. Miró más allá de él. El sol hace tiempo habí