Elaide apenas mantuvo los ojos abiertos unos segundos y, después de decirle que lo amaba, se quedó dormida. Su mano aun estaba sobre su rostro y la sujetó allí porque no estaba listo para alejarse de su suave tacto.
Tan pronto Paolo lo había llamado para decirle que ella lo necesitaba, había dejado todo lo que estaba haciendo y había salido en su búsqueda. Había temido lo peor, aun lo hacía. No estaba seguro de que es lo que la había llevado hasta ese punto de quiebre.
Al entrar en el despacho, la había encontrado recostada en el sofá, con las lágrimas deslizándose por sus mejillas y la respiración entrecortada por el llanto. Eso lo había destrozado.
—¿Qué sucedió? —preguntó en voz baja sin quitarle la vista de encima a Elaide. Temía que si lo hacía algo malo le sucediera.
Deberí
Elaide se sentía agotada y sentía la boca bastante seca. Abrió los ojos y apenas pudo ver algo gracias a la luz que se filtraba por debajo de una de las puertas de la habitación. No recordaba donde estaba, aunque había algo familiar en el lugar.Recorrió la habitación tratando de adaptar su vista a la oscuridad y reconocer algún indicio que le dijera donde estaba.La puerta por la cual se filtraba la luz se abrió de repente e iluminó mejor la habitación. Giró la cabeza en esa dirección y encontró a Ezio para en el umbral. Tenía una toalla envuelta a la cintura y otra colgaba de su cuello.—¿Estás despierta? —preguntó él. Había alivio en su voz.Él se acercó a pasos largos hasta ella, encendió la lámpara sobre el buró y se sentó a un costado de la cama.&mdas
—No puedo respirar —musitó Elaide tratando de sonreír en lugar de echarse a llorar. Era seguro que aún se sentía sensible.Era algo extraño sentirse al borde del llanto constantemente. Era como si la represa con la que había estado conteniendo sus emociones, se hubiera destruido y ahora tuviera que lidiar con todos aquellos sentimientos que se había encargado de fingir que no existían.Siempre había tratado de convencer al mundo, incluyéndose a sí misma, de que estaba bien. Solo en ese momento comenzaba a darse cuenta que quizás no era así.—¿Estás bien? —preguntó Vanessa tomándola del rostro y moviendo su cabeza de lado a lado para ver cada parte de su rostro—. Te ves un poco pálida.—Vaya que buen halago, estás mejorando. —Y allí estaba otra vez. Bromear para distraer la ate
Los días en la cabaña estaban pasando más rápido de lo que a Ezio le habría gustado. Sin que se diera cuenta ya había transcurrido más de media semana y el fin se sentía cerca.Su tiempo allí había sido increíble y los había ayudado a calmar los ánimos. Durante las mañanas ambos iban a dar un paseo y se metían a nadar al estanque y por las tardes se dedicaban a ver alguna película, leer un libro o conversar de cosas sin mucha relevancia, nada que pudiera romper la engañosa calma.Era como si hubieran entrado en un mundo alterno donde todo estaba bien. Sin embargo, era consciente de que eso no podía durar para siempre. En algún momento tendrían que enfrentarse a la realidad. Quería pensar que todo estaría bien después de eso, pero ya no estaba seguro de nada y quizás ese era el motivo por el cual hab&iacu
Ezio la amaba. Su corazón se había acelerado en cuanto se lo había dicho, pero no podía sentirse feliz, no cuando le había causado tanto daño. Él estaba sufriendo y ella también. Había tratado de evitarles dolor, pero era lo único que había causado con sus decisiones. Era hora de la verdad. Ezio se la merecía. No estaba ni siquiera un poco preparada, pero no podía prolongarlo por más tiempo. Estaba asustada de lo que sucedería después de que Ezio supiera todo. Tragó el nudo en su garganta e intentó controlar las lágrimas que corrían libres por sus mejillas. —Unos días antes de que te dijera aquellas cosas, Aitana fue a verme —comenzó, pero luego se quedó en silencio tratando de reunir valor para continuar. Ezio la observó con la confusión reflejada en el rostro. Era obvio que no esperaba que mencionara el nombre de su amiga y seguro que no entendía que tenía que ver ella en todo esto. Miró más allá de él. El sol hace tiempo habí
La cuenta regresiva había comenzado, solo que no había una meta definida. Podía pasar un mes o un año antes de que Elaide decidiera volver a su vida. Ezio era consciente de que la espera sería una tortura, pero estaba dispuesto a hacerlo. Ella iba a comprender que sin importar cuanto tiempo pasara, estaría allí. No iba a decepcionarla.Elaide tenía mucho que superar y si le hubiera permitido quedarse a su lado, lo habría hecho sin dudar, pero entendía porque quería dar los primeros pasos por su cuenta. Y estaba orgulloso de ella. Mientras Elaide, hacia lo suyo. Él se iba a encargar de sus propios asuntos, no había manera de que no corrigiera sus errores. El primero y más importante: Haber llevado a Aitana a sus vidas. Ella había sido su amiga por tanto tiempo, pero eso había acabado en el momento en que decidió destrozar lo que tenían.
—Yo me hago cargo de aquí en adelante —anunció Leonardo entrando en la habitación—. Gracias por la ayuda. —Está bien. —Se inclinó y les dio un beso de despedida en la frente a sus sobrinos—. Estaré en la cocina con Natalia. Leonardo asintió y se sentó en la cama de Cloe para comenzar con el cuento. Los dos niños estaban en la misma cama, pero su padre llevaría al menor a su habitación cuando terminara de leerles su cuento. Los pequeños se concentraron en su padre, pero podía apostar que no durarían despiertos por mucho tiempo. El pobre Horatio apenas podía mantener los ojos abiertos. Sonrió y los dejó a solas. —¿Estás bien? —preguntó su hermana en cuanto lo escuchó entrar a la cocina—. Me enteré de que Elaide regresó a su departamento. —¿Quién te lo dijo? —Vanessa. Me llamó ayer justo después de visitar a su hermana. —Debí suponerlo —musitó sin malicia. Aunque su familia podía ser entrometida, sabía que tenían buenas intenciones y que podía contar con ellos sin importar qué. —
—¿Hay algo que quieras compartir conmigo?Elaide pensó en la pregunta de Stefania, su psicóloga. Llevaba viéndola dos veces por semana desde casi un mes atrás.Decidir recibir terapia no había sido fácil. Por muchos años su padre le había dicho que esas cosas eran para los débiles y ella lo había llegado a creer. Pero, después de todo lo que había sucedido, comprendió que necesitaba ayuda para lidiar con todos los fantasmas que la perseguían. El gran Fillippo, que incluso se había negado a llevarla a ver a un especialista después del accidente, tendría mucho que decir en ese momento. Bueno, no estaba allí más. Al principio le había costado abrirse frente a un extraño. Se había acostumbrado a reprimir muchos de sus sentimientos, pero poco a poco se le estaba haciendo más fácil hablar sobre ello.Ahora estaba segura que, si hubiera buscado ayuda antes, habría aprendido a manejar sus emociones de manera positiva. En ese mes había logrado grandes cosas, o eso es lo que decía Stefania.—
El viaje al hospital estaba durando una eternidad y más de una vez Elaide se encontró regañando a su hermano por no conducir lo suficientemente rápido. Paolo nunca perdió la calma, solo se limitó a decirle que todo estaría bien.Se trató de convencer de que así sería. Pensar lo contrario era tan doloroso que le dificultaba respirar. No podía imaginarse un mundo en el que él no estuviera, había sido demasiado doloroso la primera vez que se separaron. Jamás lograría salir adelante si lo perdía para siempre.Alejó esos pensamientos, no iba a dejar que la negatividad se apoderara de ella. Ezio era un luchador nato, no se iba a rendir.—¿Hay alguna nueva noticia? —preguntó.Estaban a mitad de camino y el tráfico era un infierno.Paolo le dio un rápido vistazo a su celular antes de negar.«Eso era bueno ¿verdad? —pensó—. Las malas noticias viajan rápido.»Soltó un suspiro de alivio cuando la vía comenzó a despejarse y su hermano aceleró el vehículo.Mientras las calles se volvían una mancha