—¿Hay algo que quieras compartir conmigo?Elaide pensó en la pregunta de Stefania, su psicóloga. Llevaba viéndola dos veces por semana desde casi un mes atrás.Decidir recibir terapia no había sido fácil. Por muchos años su padre le había dicho que esas cosas eran para los débiles y ella lo había llegado a creer. Pero, después de todo lo que había sucedido, comprendió que necesitaba ayuda para lidiar con todos los fantasmas que la perseguían. El gran Fillippo, que incluso se había negado a llevarla a ver a un especialista después del accidente, tendría mucho que decir en ese momento. Bueno, no estaba allí más. Al principio le había costado abrirse frente a un extraño. Se había acostumbrado a reprimir muchos de sus sentimientos, pero poco a poco se le estaba haciendo más fácil hablar sobre ello.Ahora estaba segura que, si hubiera buscado ayuda antes, habría aprendido a manejar sus emociones de manera positiva. En ese mes había logrado grandes cosas, o eso es lo que decía Stefania.—
El viaje al hospital estaba durando una eternidad y más de una vez Elaide se encontró regañando a su hermano por no conducir lo suficientemente rápido. Paolo nunca perdió la calma, solo se limitó a decirle que todo estaría bien.Se trató de convencer de que así sería. Pensar lo contrario era tan doloroso que le dificultaba respirar. No podía imaginarse un mundo en el que él no estuviera, había sido demasiado doloroso la primera vez que se separaron. Jamás lograría salir adelante si lo perdía para siempre.Alejó esos pensamientos, no iba a dejar que la negatividad se apoderara de ella. Ezio era un luchador nato, no se iba a rendir.—¿Hay alguna nueva noticia? —preguntó.Estaban a mitad de camino y el tráfico era un infierno.Paolo le dio un rápido vistazo a su celular antes de negar.«Eso era bueno ¿verdad? —pensó—. Las malas noticias viajan rápido.»Soltó un suspiro de alivio cuando la vía comenzó a despejarse y su hermano aceleró el vehículo.Mientras las calles se volvían una mancha
Elaide había adquirido una nueva rutina durante los últimos cuatro días. Se pasaba todo el día en el hospital y alrededor de las ocho de la noche su hermano la llevaba casi a rastras de regreso a su departamento para que pudiera descansar. Como si hubiera podido dormir bien mientras Ezio siguiera en el hospital. Sus párpados estaban adornados por unas inmensas ojeras y cada mañana tenía que tomarse su tiempo tratando de ocultarlas con maquillaje. No tenía tiempo para esas cosas, pero era eso o escuchar el interminable sermón de algún miembro de su familia o de la de Ezio. Ellos se habían tomado muy en serio su papel de asegurarse de que se alimentaba a sus horas y descansaba lo suficiente. El primer día había tratado de decirles que no tenían por qué preocuparse por ella; pero como quién habla con un niño, le habían dicho que, si no la cuidaban, Ezio no estaría nada contento cuando despertara. La sola mención de su nombre, había hecho que se mostrara más cooperativa… Al menos lo más
—Señor Palmieri, voy a proceder a hacerle algunas evaluaciones —dijo el doctor llamando su atención. Ezio miró al hombre. Elaide había salido de la habitación segundos atrás, pero él se había quedado con la mirada en esa dirección. Su mente estaba algo confusa, pero estaba seguro de que no se había tratado de ninguna alucinación. No sabía cuánto tiempo había pasado desde la última vez que la vio, para él se sentía como si hubiera sido apenas un par de días atrás, pero tenía el presentimiento de que había sido mucho más. ¿Cuánto tiempo llevaba en hospitalizado? Era difícil saberlo sin tener idea de que día era. Intentó recordar el motivo de por qué estaba allí y lo único que provocó fue que su cabeza le comenzara a doler. No era intenso, pero si molestoso. El doctor le explicó algunas cosas, pero apenas pudo concentrarse en sus palabras. Se sentía como si estuviera viendo a través de una bruma espesa. El hombre junto a una enfermera, le retiraron el tubo que bajaba por su garga
Elaide entró a la habitación de Ezio sin anunciarse y lo encontró revisando unos documentos. Por supuesto, estaba tratando de trabajar. El día anterior también lo había intentado, pero Elaide lo había detenido a tiempo.—¿Qué estás haciendo? —preguntó con voz autoritaria.Ezio alzó la mirada llena de sorpresa. De inmediato colocó los documentos sobre su velador.—Creí que llegarías dentro de media hora.—¿Y es por eso que decidiste trabajar?—No le diría trabajar. Solo estaba revisando unos papeles.—Seguro que pueden esperar hasta que estés mejor. Acabas de tener un accidente grave y además sigues en el hospital.Ezio le dio una media sonrisa que estuvo a punto de derretirla. Sí que sabía muy bien cómo utilizar sus encantos, pero no pensaba caer en ellos esta vez.—Ni lo intentes —le advirtió señalándolo con el dedo.—¿A qué te refieres? —preguntó él con aires de inocencia.—No trates de distraerme con una sonrisa, no va funcionar esta vez.Un golpe sonó en la puerta interrumpiendo s
Ezio se tomó su tiempo para procesar todo lo que su padre acababa de contarle. Un montón de preguntas se formaron en su cabeza. Durante los últimos días había estado teniendo algunos flashbacks de su accidente, pero nada que sirviera de mucho, solo imágenes borrosas. Ahora que sabía que alguien había tratado de hacerle daño, tenía más ganas de recordar. Quizás eso lo ayudaría a hallar alguna pista que pudiera llevarlo hasta el culpable. —La policía estará aquí en cualquier momento —dijo Leonardo—. ¿Tienes alguna idea de quién podría haber querido lastimarte? Los ojos de todos estaban sobre él. Su familia se había reunido en su departamento y después del almuerzo habían pasado a la sala. Pensó en las últimas semanas y si había tenido algún altercado importante con algún socio o empleado; sin embargo, no pudo pensar en ninguno. Claro que había tenido un par de enfrentamientos, pero nada que llevara a otra persona a cortarle los frenos del coche. Negó con la cabeza. Al parecer n
Una sonrisa adornó el rostro de Elaide en cuanto despertó. La última semana Ezio y ella habían estado durmiendo en la misma cama y cada mañana lo primero que veía al abrir los ojos era a él. Podía acostumbrarse con facilidad a verlo por el resto de su vida, si es que no lo había hecho ya.Giró el rostro y lo miró. Él todavía no había despertado, así que decidió aprovechar el momento. Por lo general era él quien se despertaba primero.Ezio parecía inofensivo, sin embargo, sabía de todo lo que era capaz ese hombre. Nunca se amilanaba ante nada y luchaba por todo lo que quería.Ezio movió y luego frunció el ceño poco antes de abrir los ojos.—¿Duele mucho? —preguntó con una sonrisa de comprensión.Tener dos costillas fracturadas no le habían hecho las cosas fáciles a Ezio, en especial al momento de dormir. Con frecuencia dormía del mismo lado porque de lo contrario el dolor comenzaba a fastidiarlo. Pero a veces no podía evitar moverse y terminaba despertando con algo de dolor.—No tanto
—¿Por qué nunca me habías hablado de este amigo? —preguntó Ezio con curiosidad, aunque tal vez había algo más.Era un hombre adulto y debía actuar como tal. Sin importar la sensación que aparecía en su pecho cada vez que recordaba lo emocionada que había estado Elaide un par de días atrás al regresar de una de sus escapadas a su pastelería favorita y no solo a causa del postre que había comprado.Al parecer se había encontrado con su amigo de la adolescencia. Ignazio. Por lo que había averiguado hasta el momento, ambos habían sido bastante unidos durante un tiempo.Observó a Elaide mientras esperaba una respuesta. Ella estaba frente al espejo aplicándose maquillaje. Como siempre se veía hermosa. Se había colocado un vestido negro elegante y había sujetado su cabello en un moño desordenado que dejaba al descubierto su cuello adornado por un collar sencillo.Sonrió al reconocer la joya. Era una de las pocas piezas que ella le había recibido hace tantos años. Ezio lo había comprado con s