—¿Cómo sonaba él? —preguntó Elaide girándose a verlo. Estaban en el auto rumbo a la casa de Adriano. Habían salido de la cabaña cerca del mediodía y primero habían pasado por su departamento para dejar sus cosas. —Como si fuera a aparecerse en la cabaña si no asistíamos a la cena de hoy para ponerle al tanto de lo sucedido —dijo Ezio con una sonrisa. «Como si él no lo supiera ya —pensó» —Eso no me tranquiliza. —Elaide lo fulminó con la mirada. No pudo evitar inclinarse y robarle un beso. Sonrió con satisfacción al ver lo rápido que ella se olvidaba de todo lo demás y se relajaba en sus brazos. —No necesitas estás preocupada —musitó cuando se separaron. —Estamos hablando de nuestras familias. Si recuerdas como son ¿verdad? —Elaide fingió un escalofrío—. Nunca se sabe que reacciones esperar de ellos, empezando por mi hermana. Me gustaría evitarles el agobio, pero eso de seguro no sucederá. —Adriano prometió no decirle nada a tu hermana, al menos por las próximas horas. Pero reca
—Sé que estás tramando algo —dijo Elaide con total seriedad esperando que Ezio confesara. Estaba segura de que le estaba ocultando algo. Después de tantos años conociéndolo, no le era muy difícil saber cuándo él se traía algo entre manos. Si tan solo pudiera saber de qué se trataba. —¿De qué hablas? —Él frunció el ceño y la miró con extrañeza. Su actuación casi la convenció. Se quedó en silencio analizando sus movimientos. Él continuó revolviendo la salsa que hervía a fuego lento en la estufa como si nada. Después de las locuras a las que se habían visto sometidos en los últimos meses, su vida por fin parecía haberse normalizado. El caso de Ignazio estaba en manos de las autoridades y con todas las pruebas que ellos tenían en su contra, no había duda de que el juzgado le daría un buen tiempo detrás de rejas. Elaide se había incorporado a su nuevo trabajo y estaba más que contenta allí. Tenía que ir a la oficina tres días a la semana y el resto del tiempo podía trabajar desde ca
Ezio todavía podía sentir su corazón latir con fuerza, tanto que no estaba seguro de cómo había logrado proponerle matrimonio a Elaide sin desmayarse en el intento.Desde el día que había hablado con Vanessa y su esposo, el temor lo había estado carcomiendo. La misma pregunta repitiéndose en su mente una y otra vez. ¿Y si ella no estaba lista para dar el siguiente paso?Bueno, ya nada de eso importaba ahora. Elaide había dicho que sí y él se sentía como el hombre más afortunado del mundo.Disfrutó del sabor de sus labios como si fuera la primera vez que los probaba.Pese a sus deseos de continuar besándola, tuvo que hacerse para atrás cuando la necesidad de respirar se hizo más fuerte. La miró y abrió la boca tratando de decir algo, cualquier cosa, pero fue incapaz de pronunciar una sola palabra. Tantas emociones fluían en su interior imposibilitándole el habla. Una sonrisa, que seguro lo hacía lucir como un bobo, adornaba su rostro.Sujetó a Elaide de la cintura y la levantó de su
Elaide se llevó su copa de vino a los labios y bebió el contenido. Miró a su hermana y a sus amigas. Todas tenían su mirada puesta en la película de comedia que habían elegido para pasar el rato y sonreían entretenidas. Por mucho tiempo habían sido solo ella y su hermana, luego Adriano había aparecido en sus vidas y, con él, muchas otras personas que se hicieron un espacio en su corazón. Era afortunada al tenerlos en su vida. Aunque la mayoría eran más cercanas a su hermana, sabía que podía contar con su apoyo si las necesitaba y no dudaría en ayudarlas si la necesitaban. Mientras estaba en el colegio no había tenido una vida normal, sin importar cuanto había intentado aparentar que así era. No recordaba que hubiera tenido una mejor amiga con la que pasar la noche o a la que contarle sus secretos. En parte porque su padre así lo había querido, pero también porque había preferido mantener a las personas al margen. Pensaba que, si no le permitías a alguien ser importante para ti, ello
—¿Estás listo? —le preguntó Paolo parándose detrás. Él, Jayden y Adriano serían los padrinos de su boda.Miró su reflejo en el espejo y asintió con seguridad.—Más que nunca.Había esperado lo que se sentía una eternidad para que el día de su boda llegara. Si hubiera sido solo su decisión hace mucho tiempo habría llevado a Elaide hasta un juzgado para que se casaran. Si no lo había hecho era porque quería darle una boda que pudiera recordar incluso después de muchos años juntos.La boda iba a ser un evento pequeño, apenas unos cincuenta invitados estarían presentes. Elaide lo había querido así y a Ezio no podía importarle menos si había o no invitados, lo único que le importaba era que ella fuera su esposa.Se acomodó el corbatín que adornaba su cuello, solo por mantener sus manos ocupadas. Estaba ansioso y no veía la hora para comenzar.Su amigo y futuro cuñado sonrió divertido, al igual que Jayden que estaba parado en una de las esquinas de la habitación.—No puedo creer que mi herm
Los aplausos resonaron por toda la habitación mientras Elaide se acercaba al podio. Ezio miró a su esposa con orgullo mientras aplaudía con fuerza. No le importaba ser el que más fuerte gritaba y que probablemente estaba llamando la atención de la mayoría de asistentes.Ella se lo merecía y no solo porque él lo creía así. Había una placa de cristal en reconocimiento al mejor videojuego del año que estaba colocada en una vitrina en la zona central de la compañía para la que trabajaba su esposa. Reconocimiento en el que Elaide había tenido mucho que ver, después de todo, ella había diseñado el juego.Así que no fue ninguna sorpresa para él cuando su esposa fue premiada por su trayectoria sobresaliente.El jefe de su esposa fue el encargado de entregarle su premio y se inclinó a abrazarla. Ezio se tensó cuando eso sucedió, no le gustaba cuando otros hombres se acercaban demasiado su esposa, pero se las arreglaba para no hacer una escena cada vez que eso sucedía.Elaide recibió el micrófo
—Olivia Palmieri. Elaide sonrió divertida al escuchar la voz severa de Ezio, en especial porque sabía que su enojo no le duraría demasiado. Siempre era así cuando se trataba de su hija mayor. La dulce y traviesa Olivia. Llamada así en honor a su madre, que a su manera la había querido y tratado de proteger mientras vivía. —¿Qué hizo esta vez? —preguntó deteniéndose en la puerta de la oficina de su esposo. —Usó unos documentos como hojas de dibujos. —¿La dejaste entrar? —preguntó mientras recorría con la mirada el lugar. Divisó unos zapatitos rosados por un costado del sillón ubicado en un costado del despacho. No era la primera vez que su esposo llevaba a Olivia a su oficina y cada vez ella encontraba la manera de hacer una de las suyas. Le había sugerido a Ezio que no la dejara entrar más, pero él parecía olvidarse de la capacidad de su hija para armar desastres tan pronto ella le sonreía. —Solo fue unos segundos —se excusó él. La pequeña Olivia salió de su escondite detrás
Afuera el día era brillante y caluroso, todo lo contrario de cómo se sentía el ambiente dentro del departamento. Una palabra bastaba para describirlo: sombrío. Era como si una tormenta se estuviera desarrollándose, una que dejaría desastres irreparables.La vida puede cambiar en cuestión de segundos y Ezio estaba a punto de descubrirlo.—¿Qué tratas de decirme? —preguntó, aun cuando había entendido perfectamente lo que Elaide había querido decirle con su discurso largo y elaborado. Sin embargo, quería creer que se trataba de alguna broma retorcida, quizás eso sería mejor que la realidad.—No tiene caso seguir juntos. —Allí estaban esas palabras de nuevo, confirmándole que no se trataba de un error.Se preguntó si era algo que ella había pensado por mucho tiempo, porque era así como le parec&iac