El fin de semana había terminado más rápido de lo que a Elaide le habría gustado. Si habría tenido la opción de elegir, habría optado por quedarse en la cabaña con Ezio. El lugar donde la realidad no podía tocarlos. El lugar en el que los dos últimos años parecían no haber transcurrido.
El bosque se fue quedando atrás y con él, la magia que los había envuelto mientras estuvieron allí. Se las arregló para no mostrarse decepcionada.
—Podemos volver el siguiente fin de semana —dijo Ezio como si pudiera leer sus pensamientos.
Era desconcertante como, pese a todo el tiempo que habían pasado distanciados, él todavía la conocía bastante bien.
No supo que responder, así que optó por no decir nada.
Antes de que el ambiente se volviera incómodo, se inclinó hacia la ra
—¿Qué te molesta? —preguntó Ezio.—¿Por qué crees que algo me molesta?—Llevas mirando tu comida por casi cinco minutos como si tuviera la respuesta de la creación del universo.—Quizás sí la tiene.Soltó una carcajada.Estaba seguro que podía contar con los dedos la cantidad de veces que había reído durante los últimos dos años. Desde que Elaide se había ido apenas había encontrado diversión en las cosas, en especial durante los primeros meses.Una mujer no debería tener tal poder sobre él, ya había comprobado el daño que podía causar y aun así le importaba muy poco.—¿Entonces? —insistió.—Aitana vino a verme hoy —dijo Elaide justo antes de llevarse un bocado de comida a la boca.
Las cosas se habían puesto demasiado tensas desde que Ezio y Elaide se habían enfrentado un poco más de una semana atrás. Él no había llegado a dormir al departamento esa noche y, a diferencia de lo que le había dicho, lo había esperado despierta hasta pasada la media noche. Todavía se seguía preguntando donde había estado. El monstro de los celos había mencionado el nombre de Aitana más veces de las que le gustaba, pero había hecho todo por ignorarlo. Él no lo habría hecho el mismo día que habían discutido por causa de ella… ¿o sí? Después de todo para él era una amiga y no sabía lo que había hecho. Además, si quería causarle daño, era precisamente lo que haría. Miró a Ezio, él tenía la atención en unos documentos mientras tomaba su taza de café. Abrió la boca para hacerle la pregunta que pondría fin a sus divagaciones, pero, como en anteriores ocasiones, se arrepintió de último momento. —Por la tarde iré a ver a mi hermana —avisó en su lugar. No ten
—Mmm… esto está delicioso. —Elaide miró a Aitana—. Debo admitir que eres muy buena para ocultar cosas. —Vio un brillo de nerviosismo en los ojos de la mujer. Sonrió y se tomó su tiempo antes de continuar—. Este lugar debe ser tu secreto mejor guardado. Es hermoso y su comida es bastante buena.Estaba disfrutando de algo más que de la comida. Desde que habían llegado al restaurante había lanzado algunas indirectas con bastante sutileza para que Ezio no sospechara nada, pero Aitana había entendido cada una de ellas.Se giró hacia Ezio.—Debes probar esto, cariño. —Extendió su tenedor hacia él con un poco de pasta bañada en salsa blanca.Él abrió la boca y dejó que le diera de comer.—Tienes razón —dijo él cuando terminó de masticar—. Delicioso.&m
Era cerca de las siete de la noche cuando se escuchó un carro acercarse a la casa. Las niñas, estaban de nuevo corriendo de un lado a otro, era como si su batería se hubiera recargado durante su siesta.—Ese debe de ser Adriano —dijo Vanessa.Las niñas pararon las orejas y corrieron a la ventana para tratar de ver algo.—¡Tío! —chillaron las niñas justo unos segundos antes de que el timbre sonara.La ama de llaves de su hermana se dirigió hacia la puerta.—No sabía que Paolo iba a venir —comentó.—Yo tampoco —dijo Vanessa.Pero no era Paolo al que habían visto sus sobrinas.—Señoritas buenas tardes —dijo Ezio.—¡Tío! —volvieron a gritar las niñas al verlo. Ambas corrieron hacia él emocionadas.Ezio se puso en cuclillas para recibirlas.
Un sonido insistente despertó a Elaide, aunque no encontró las fuerzas para abrir los ojos. Frunció el ceño. Su cuerpo dolía, de una buena manera, y estaba agotada. Lo menos que quería hacer en ese momento era levantarse.No tenía idea de quién podía llamar tan temprano, lo único que quería era que el ruido se terminara para poder continuar con sus planes de dormir por otras dos horas, por lo menos.—¿Hola? —dijo Ezio poniendo fin al sonido. Al parecer era su celular el que había estado sonando—. Ya vuelvo —susurró él y depositó un beso en su frente.Lo sintió abandonar la cama. Abrió los ojos en el preciso momento que salía de la habitación.Cerró los ojos para intentar volver a dormir, pero, en su lugar, empezó a recordar lo sucedido la noche anterior. Era como si cada detalle h
—Hola Jayden, es bueno verte otra vez —saludó Paolo pasando un brazo por los hombros de Elena.Era un hecho que a su hermano le gustaba jugar con su vida. Tantos años y su sentido común era lo único que había empeorado en lugar de mejorar.—Me gustaría decir los mismo. —Jayden parecía a punto de matar a alguien. No era necesario aclarar a quien.Paolo soltó un suspiro demasiado artificial y sacudió la cabeza.—Es una pena escuchar eso. Creí que comenzábamos a ser amigos.Elena, que había estado sorprendida por la acción de Paolo, reaccionó y se alejó de él. No sin antes darle un codazo en las costillas.—¡Auch! ¿Qué pasa con ustedes dos que parecen empeñados en lastimarme? —se quejó su hermano sin perder su sonrisa de diversión.Resopl&o
Elaide apenas mantuvo los ojos abiertos unos segundos y, después de decirle que lo amaba, se quedó dormida. Su mano aun estaba sobre su rostro y la sujetó allí porque no estaba listo para alejarse de su suave tacto.Tan pronto Paolo lo había llamado para decirle que ella lo necesitaba, había dejado todo lo que estaba haciendo y había salido en su búsqueda. Había temido lo peor, aun lo hacía. No estaba seguro de que es lo que la había llevado hasta ese punto de quiebre.Al entrar en el despacho, la había encontrado recostada en el sofá, con las lágrimas deslizándose por sus mejillas y la respiración entrecortada por el llanto. Eso lo había destrozado.—¿Qué sucedió? —preguntó en voz baja sin quitarle la vista de encima a Elaide. Temía que si lo hacía algo malo le sucediera.Deberí
Elaide se sentía agotada y sentía la boca bastante seca. Abrió los ojos y apenas pudo ver algo gracias a la luz que se filtraba por debajo de una de las puertas de la habitación. No recordaba donde estaba, aunque había algo familiar en el lugar.Recorrió la habitación tratando de adaptar su vista a la oscuridad y reconocer algún indicio que le dijera donde estaba.La puerta por la cual se filtraba la luz se abrió de repente e iluminó mejor la habitación. Giró la cabeza en esa dirección y encontró a Ezio para en el umbral. Tenía una toalla envuelta a la cintura y otra colgaba de su cuello.—¿Estás despierta? —preguntó él. Había alivio en su voz.Él se acercó a pasos largos hasta ella, encendió la lámpara sobre el buró y se sentó a un costado de la cama.&mdas