—¿Dónde está ella? —preguntó Ezio sin molestarse en saludar a nadie.
Vanessa y Adriano levantaron la mirada, ambos estaban jugando en la alfombra con su hija menor. Era la típica escena familiar de portada y por primera vez sintió una envidia corrosiva por su felicidad.
Había estado tratando de comunicarse con Elaide desde el día siguiente que había salido de su departamento. Ella no había contestado sus llamadas o mensajes ni una sola vez. Ese día por fin había terminado con lo de darle espacio y había ido a buscarla.
El guardia que estaba de turno en el edificio en el que ella vivía le había dicho que ella se había marchado, pero no le dio ninguna información más.
Ezio había regresado a su auto y había conducido hasta la casa de Adriano. Ese era el único lugar al que ella podría haber ido.
—Hablemos en mi despacho —dijo Adriano poniéndose de pie.
Estuvo a punto de mandarlo al demonio e ir a la habitación que tenía Elaide allí. No le gustaba no haber obtenido una respuesta. Pero, aunque no le importaba luchar con Adriano si se interponía en su camino, no creía que eso hiciera que Elaide cambie de opinión; por el contrario, ella estaría furiosa.
Asintió antes de seguir a Adriano por el pasillo. Vanessa los siguió después de llamar a la niñera.
—¿Qué fue lo que sucedió? —preguntó Adriano en cuanto estuvieron a puertas cerradas.
Se sintió como en juicio por la manera en la que lo miraban.
Se preguntó que tanto sabían.
—Elaide no me dijo mucho, solo que terminó contigo. Sé que no fue del todo sincera conmigo cuando me explicó el por qué. ¿Quizás tú puedas aclararnos algunas cosas?
—Teniendo en cuenta que ni siquiera sabía que se fue de su departamento el día de ayer, no creo saber mucho más que ustedes. —Y se sentía un completo inútil por eso—. Necesito hablar con ella —prácticamente suplicó.
Adriano lo miró como si tratara de averiguar algo y luego soltó un suspiro. Compartieron una mirada con su esposa y luego esta asintió.
—Ella no está aquí —dijo Adriano.
—No te creo.
—No tendría por qué mentirte.
—¿Entonces a dónde se fue?
La mirada que el matrimonio le dio, le dijo que la respuesta no le gustaría.
—Salió del país —dijo Vanessa—. Me gustaría decirte a donde, pero es mi hermana y si ella se fue sin decírtelo respetaré su decisión, incluso si no me gusta.
Ezio había dejado de escucharla.
Elaide se había ido. Lo había dejado.
¿Tan desesperada estaba por alejarse de él?
«No te amo, nunca lo hice. —Sus palabras se repitieron en su mente y fue casi como si ella estuviera allí, diciéndoselas otra vez».
Se levantó y, sin decir nada, salió de allí. No estaba seguro de cómo llegó a su auto.
Condujo sin un rumbo fijo hasta mucho después de que anocheció, pero el dolor no desapareció.
***
Ezio firmó los documentos antes de entregárselos a su secretaria para que los enviará al departamento legal.
—¿Algo más? —preguntó.
—Su hermana está en línea de espera.
Asintió.
Alzó el teléfono cuando su secretaria lo dejó a solas.
—Hola, Natalia —saludó.
—¿Cómo estás? —preguntó ella después de devolverle el saludo.
—Lleno de trabajo.
—Deberías tomarte un descanso de vez en cuando.
En los últimos dos años, el trabajo se había vuelto su prioridad número uno. Al principio ayudó a aliviar el dolor que se había instalado permanentemente en su pecho y luego…. Bueno, luego se había hecho una costumbre.
—¿Cómo están mis sobrinos favoritos? —preguntó con la esperanza de que eso distrajera a su hermana antes de que comenzara a seguir indagando en su vida.
Amaba a su hermana, pero preferiría no tener que hablar sobre él. Ella podía ser bastante insistente y casi nunca se rendía si no averiguaba todo lo que quería. Era muy difícil pensar en ella como la misma mujer que había conocido tantos años atrás.
—Chloe está igual de mandona que siempre y el pequeño Horatio está haciendo de las suyas cada vez que tiene oportunidad. Leonardo está arrepintiéndose de cada uno de sus errores pasados.
Soltó una carcajada.
—No mentiré al decir que lo lamento por él.
Natalia se rio.
—Ahora —dijo después de unos segundos— no intentes cambiarme de tema.
Maldijo en silencio. Su hermana era demasiado astuta como para engañarla.
—No lo estaba haciendo.
—Seguro que no —dijo ella con ironía—. ¿Estás seguro de que asistirás mañana? Entenderé si no es así.
Elaide había llegado un par de días atrás y por lo que sabía estaban organizando una cena de bienvenida para el día siguiente. Su hermana se había encargado de ponerlo al tanto, aunque no habría sido necesario. Ezio estaba más al tanto de la vida de Elaide de lo que dejaba ver.
Tan solo pensar en ella hacía que miles de sentimientos batallaran dentro de él.
Se calmó antes de hablar, no quería que su hermana se diera cuenta de que algo extraño sucedía.
—Usualmente me amenazarías si pienso en faltar a una reunión familiar.
—Esto es diferente y lo sabes.
Sí que lo era. Elaide por fin estaba de regreso. Pero las cosas habían cambiado.
Si ella esperaba encontrar al mismo hombre que alguna vez había conocido, estaba equivocada. Elaide no tardaría en descubrir que se había vuelto más decidido y no se iba a rendir hasta conseguir lo que quería, sin importar lo que tuviera que decir o hacer para lograrlo.
—No tienes que preocuparte —dijo.
Solo una persona tenía que hacerlo.
Sonrió sin humor. Había llegado el momento de poner su plan en acción.
—Que digas eso solo logra que me preocupe aún más. Sabes que te quiero y me preocupo por ti.
—Yo también te quiero. Sin embargo, te tengo que dejar. El trabajo me espera.
Su hermana soltó un suspiro.
—Está bien, nos vemos mañana. Cuídate.
Aunque había dicho que debía trabajar, lo único que hizo fue mirar a través de la ventana sumido en sus pensamientos.
Recordando.
Eso era lo único que parecía hacer durante las últimas semanas.
Un golpe lo sacó de su ensoñación.
—Adelante —dijo.
Escuchó la puerta de su despacho abrirse.
—¿Espero no hayas olvidado nuestro almuerzo?
Miró su reloj. Eran pasada las una de la tarde. La mañana había transcurrido bastante rápido.
—Por supuesto que no —dijo recuperando su humor. Giró su sillón de oficina y se levantó para saludar a Aitana. Le dio un beso en la mejilla.
Aitana era su mejor amiga, la conocía desde el colegio y nunca habían dejado de estar en contacto. Ella también se había visto afectada cuando Elaide se marchó, las dos estaban comenzando una amistad por aquel entonces.
—¿A dónde me llevarás? —preguntó Aitana sonriendo.
Su sonrisa la hacía ver más joven de lo que era. Era una mujer hermosa y vivaz, pero nunca la había visto como nada más que una amiga. Una sola vez los dos se habían besado, había sido algunas semanas después de que Elaide se marchó. Fue una especie de desahogo del cual se arrepintió de inmediato y jamás hizo algo parecido de nuevo.
—¿Recuerdas ese restaurant que está a dos calles de aquí?
—Por supuesto que sí. Es mi favorito.
—Lo sé —dijo con una sonrisa.
Ella lo tomó del brazo y salieron de su oficina. Al pasar le preguntó a su secretaria por su padre.
—Se marchó hace unos minutos.
Eso no le sorprendió, su padre siempre salía temprano para llegar a casa a almorzar.
—Estaré de regreso dentro de un par de horas. Si mi padre me necesita antes, llámame.
—Está bien, señor.
El viaje al restaurante fue corto y aprovechó para interrogar a Aitana sobre el trabajo. Ella tenía su propia boutique y estaba haciéndose cada vez más conocida.
—¿Todavía sigue en pie lo de mañana? —preguntó ella más tarde mientras almorzaban.
—Sí, te recogeré a las seis en punto.
—Me gustará ver a tu familia otra vez —comentó Aitana emocionada—. Todos son siempre tan dulces.
Era una lástima que algunos miembros de su familia no pensaran igual de Aitana. Empezando por su madre y su hermana. Nunca la trataban mal, ni habían dicho nada sobre ella, pero él las conocía lo suficiente para saber que no les agradaba.
Las pocas veces que había preguntado al respecto, ambas se habían encogido de hombros y le habían dicho que era ciego. Las dos eran demasiado parecidas, pese a no estar vinculadas por sangre.
El silencio se estaba volviendo incómodo, así como las miradas nada disimuladas que iban de Elaide a Ezio. Si ella no habría estado en medio de todo el espectáculo, seguro habría hecho alguna broma de las suyas para aliviar las cosas, pero no podía recordar cómo articular una palabra y mucho menos encontrar su sentido de humor.Más de una vez se había repetido que no tardarían en encontrarse y se dijo que estaría preparada cuando eso sucediera. Sin embargo, el día anterior, cuando su hermana le contó de los planes de su extendida familia, y que Ezio había confirmado su asistencia, había estado dividida entre la ansiedad y la cobardía. Esa mañana casi había fingido estar enferma para no asistir a la fiesta de bienvenida, pero al final había podido más las ganas de volver a verlo.Ahora que tenía a Ezio tan cerca, sabía
Algunas cosas podían ser peligrosas y era muy probable que el plan que Ezio había puesto en marcha también lo fuera. Era el todo por el todo, pero al final del camino obtendría precisamente lo que quería.Ver a Elaide después de un tiempo, no tanto como el resto suponía, había sido por mucho… interesante. Esas ganas de envolver su frágil cuello con las manos, había sido más intensa que nunca, obviamente era solo un producto de su ira contenida. Esa mujer podía hacerlo sentirse como un ser irracional.Sin embargo, sabía que había menos agresivas, pero no menos aleccionadoras, de demostrar su punto.—¿Sabías que ella había regresado? —preguntó Aitana.Ezio salió de su ensimismamiento, se giró a mirarla y le tomó unos segundos saber de qué estaban hablando.Regresó su vista
—Hay alguien aquí que quiere verte —anunció Elena entrando a la sala.Elaide miró en su dirección y su sonrisa murió al instante. Sintió como si su corazón hubiera dejado de latir y olvidó que debía respirar.Detrás de su amiga estaba Ezio y la observaba con una sonrisa que le dejó una sensación de desconfianza.¿Qué hacia allí? ¿Qué estaba tramando? Esa y muchas más preguntas se agolparon en su cabeza.Jamás habría esperado verlo en su departamento y mucho menos un día después de su reencuentro.—Buenos días —saludó él.Jayden carraspeó para llamar su atención cuando no respondió. Su amigo había llegado esa misma mañana y hasta antes de que Ezio apareciera, habían estado haciendo planes. Se giró h
Ezio despertó con la luz del sol entrando a raudales por las ventanas. No le tomó mucho tiempo recordar lo sucedido. Elaide se había ido y lo había dejado atrás como si todo lo que hubieran vivido no hubiera significado nada. La noche anterior, después de conducir durante horas, había regresado a su departamento y había saqueado su bar. Se levantó apoyándose en su cama, había pasado la noche en el suelo. Al menos había llegado hasta su habitación. El cuerpo le dolía con intensidad y su cabeza no estaba mucho mejor. Aunque ni siquiera eso era capaz de acallar sus pensamientos y hacerle olvidar el dolor en su pecho. Caminó, tambaleándose, hasta el baño e hizo sus necesidades. Luego se acercó al lavabo, encendió el grifo y apoyó las manos en el borde del lavabo mientras el agua
—¿Qué demonios sucedió? —preguntó Elena una vez que se quedaron a solas.Lo mismo quería saber ella, todavía estaba tratando de asimilar de que estaba en el departamento de Ezio. Él la había dejado para que se acomode en la que de ahora en adelante sería su nueva habitación.—Me pidió una oportunidad y se la di. —Cuanto más corta mantuviera la mentira, sería más fácil de sostenerla.Elena no conocía los motivos que la habían llevado a terminar con Ezio en el pasado; de haberlo hecho, en ese momento no creería en ella. Aunque, de todas formas, ella no parecía hacerlo.—¿Pero tenías que mudarte con él?—Supongo que no, pero Ezio creyó que era mejor así.—No entiendo, pensé que ya no querías estar con él.&mdas
Elaide despertó cuando el sol apenas comenzaba a iluminar el día. Abrió los ojos lentamente para encontrarse con su nueva habitación y los sucesos del día anterior día anterior llegaron a su mente de inmediato.Estiró la mano para buscar su celular. Cuando lo encontró encendió la pantalla y vio que era que apenas eran las cinco y media de la mañana. Sabía que no iba a poder volver a dormir, pero tampoco se sentía preparada para levantarse y enfrentarse a la realidad. Solo quería un poco más de tiempo a solas.La noche anterior poco después de la llamada de su hermano, Elena había aparecido en su habitación para ofrecerle ayuda en caso lo necesitara. Pese a lo que le había dicho a Ezio, todavía necesitaba ayuda para algunas cosas.Con el tiempo había aprendido a adaptarse a las limitaciones de su incapacidad para mover las pi
La risa despreocupada de Elaide tomó a Ezio por sorpresa. No recordaba cuando había sido la última vez que había escuchado ese sonido, quizás algunos días antes de que se separara. Toda una eternidad.Siempre había pensado que Elaide tenía una risa hermosa. Era algo estridente, pero era honesta como ella misma.No pudo evitar mirarla embobado. Era la primera vez que parecía relajada en su presencia, aunque no era el quien había causado esa reacción.Miró a Jayden. Habría encontrado la manera de deshacerse de él hace un buen tiempo, de no ser porque era obvio que estaba interesado en Elena y no hacía ningún esfuerzo por disimularlo. Le recordaba mucho a él. Un vistazo a Elaide y su raciocinio había desaparecido. Lo único en lo que había estado interesado era que ella mirara en su dirección y ser su todo. Y por mucho ti
Elaide sabía que no estaba sola cuando se despertó en la mañana. Podía sentir una mano sobre su vientre y el calor de una persona a su costado.Giró la cabeza y vio a Ezio. Él estaba recostado de costado, aún dormido, y lucía tan pacífico. Hermoso.Se sentía como atrapada en un sueño, en uno de esos de los que no quería despertar. Sin detenerse a pensarlo levantó una mano, la llevó hasta su rostro y lo acarició con delicadeza.La tarde anterior se había sentido como si hubieran entrado en una burbuja que los aislaba de la realidad. Después de que él la había llevado a la cama, se habían pasado lo que restaba del día besándose y bromeando. Sin embargo, sabía que los problemas entre ellos no habían dejado de existir.Ezio no había pasado de besos, pero, de haberlo hecho, estaba segura