Por la noche caminé por el pasillo maloliente, estrecho y poco iluminado, tratando de encontrar un lugar donde dormir y poner mis maletas. No me había llevado todo lo que poseía a aquel lugar, ni siquiera mis zapatos más caros y preciados. Pero la cantidad de cosas era suficiente para volver un poco loca a Anya, ya que la mayoría de las maletas se habían quedado en el salón. Me propuse dejar dos en el pasillo y otras dos me las llevé conmigo, junto con mi perro de montaña de los Pirineos.
Abrí una puerta improvisada y encontré una cama pequeña. Aunque tenía una sábana, la quité y me puse una gabardina encima. Por suerte, había traído un cojín que tenía en el coche para usarlo de almohada. Miré a mi alrededor, confusa:
- ¿Dónde está el baño en esta habitación?
Big Cat me observó y lue
- Si le pongo un dedo encima, ¡lo rompo todo de una puta vez! - dijo Sandro, cruzándose de piernas y metiéndose el bocadillo entero en la boca, empujándolo con los dedos para que cupiera.- Gracias, tío. - sonreí en su dirección. - Siempre he tenido fiesta, toda la vida. Mamá y papá se encargaban de todo y nunca faltaba de nada... Pastel, bebidas, globos, payasos... Por supuesto, a medida que fui creciendo, algunas cosas fueron reemplazadas.- ¿Como los payasos por strippers? - Sandro se rió.- No tanto... - Sonreí.- Creo que es justo hacer una fiesta -dijo Sandro con la boca llena-. - Ya que siempre has tenido una. Por desgracia, tu familia biológica no puede permitírselo, así que puedes vender tu coche. ¿Qué puedo hacer para ayudar a organizarlo?- He contratado a un organizador. Pero no sé qué bebidas gustan m&aacu
Kimberly y Monique me ayudaron a elegir el sabor de la tarta de cumpleaños y el tema: Barbie. Lamentaban que mi pelo ya no tuviera mechas rosas, pero estaban emocionadas y felices por los vestidos nuevos que habían recibido en casa, seguramente enviados por Ben y Anon.Las tres empezamos a prepararnos temprano para la fiesta. El espejo disponible en la casa ni siquiera nos permitía admirar nuestros cuerpos completos, ya que era demasiado pequeño. Las niñas estaban encantadas.- Nunca había estado en una fiesta de cumpleaños. - dijo Kimberly, mientras daba vueltas, haciendo que el vestido de encaje y tul se levantara.- ¿Me estás diciendo que nunca has hecho una fiesta para celebrar tu propio cumpleaños? - Me detuve, observándola, con el pintalabios que me estaba aplicando en los labios en la mano, completamente incrédula ante la revelación.- No sé cuándo es mi cumpleaños. - Ella sonrió, todavía dando vueltas, sin preocuparse de nada más que de la ropa que llevaba esa noche.- Pero sa
- ¿Y el bebé? - pregunté, recordando que no había visto al niño en todo el día.- Quizá Anya lo haya encerrado en su habitación. - respondió Moni.- Pero... ¿Ella haría eso?- Sí... Pero sólo lo hace cuando él es demasiado problemático.- ¿Y qué sería demasiado problema?- Romper algo... - Kim respondió - Llorando mucho...- ¿Cómo se llama el bebé?- Bebé. - Kim se encogió de hombros, encontrando divertida mi pregunta.- Sí, es un bebé. Pero debe tener un nombre, como tú.- Anya siempre lo llamaba "Bebé". - explicó Monique.- Vale, pero desde luego tiene un nombre. Y espero, de todo corazón, que no esté encerrado en su cuarto sino con Anya. O incluso con su padre.- Su padre no lo está buscando. - Comentó Monique.- Pero... ¿Daltro vive tan cerca y no se lleva a su propio hijo a casa?Kimberly se echó a reír:- Daltro no es el padre del bebé.- ¿Quién es el padre? ¿O incluso su madre?- Su padre vive lejos. Su madre también.- E... ¿Dejan al niño al cuidado de Anya? - Estaba aterroriz
- ¿Es... ¿Esto es un sueño? - pregunté, con la piel estremeciéndose de inmediato ante el mero sonido de su voz.- Confieso que yo también tengo dudas... - Sonrió y me tocó la cara.Sentí su cálida mano y cerré los ojos, rozando sus dedos con los míos:- No es un sueño...- ¿De verdad creías que te dejaría sola con esta idea tan loca? - me susurró al oído.Abrí los ojos y vi una sonrisa en sus labios:- ¿Viste mi mensaje entonces?- Claro que lo vi.- ¿Y por qué... ¿No me respondiste?- Primero porque necesitaba tiempo para asimilar todo lo que me decías. Y luego... Porque pensé en sorprenderte e intentar ayudarte de alguna manera.- Fue una sorpresa maravillosa. Sólo... No lo pongas todo en peligro. - Miré a mi alrededor, asegurándome de que no había nadie de la familia Hernández cerca de nosotros.- Sólo para tranquilizarte, hablé con Ben y Anon también.- ¡No puedo creerlo! Esos traidores... - Sonreí.- Mamá y papá me enviaron besos y abrazos... Por supuesto que les daré uno a cada
- Cálmate, cielo... - me dijo, haciéndome saborear sus dedos, que chupé uno a uno mientras él penetraba profundamente en mi interior, sacándose por completo con cada embestida.- No puedo soportarlo así... Estoy desesperada. - confesé.Theo me agarró con fuerza por la cintura, tirando de mí hacia él, follándome finalmente con fuerza, frenéticamente, con embestidas profundas y enloquecedoras.Me agaché ligeramente, ayudando a que nuestros cuerpos encajaran a la perfección, el sonido de nuestros movimientos resonando en el cuarto de baño de techos altos y sin revestimiento.- Dime que tienes un condón. - le pregunté.Me sacó rápidamente y oí el sonido del paquete al abrirse, luego sentí la fina goma que separaba nuestras pieles.- Joder... ¿Estaría loca si dijera que esto es casi excitante? - Me reí, aún sin aliento.- ¿Estaría loco si dijera que venirme dentro de esta polla era horrible, cuando lo único que deseaba era llenarla con mi esperma?- É... Por poco tiempo... Y por una buena
- Vaya, vaya... Si es Theo Casanova... No es el dueño de todo el puto lugar.... Pero es el hijo del dueño. - Todos miramos a Anya.- Y tú eres... - Theo la miró, curioso.- Anya Hernández, la abuela de María.Theo cogió la mano de Anya y le besó el dorso:- María Lua se olvidó de decirme lo guapa que era su abuela... - Me miró: -Espero que tu genética esté ligada a la familia Hernández, mi amor.- Ah... Eso es... Muy amable de tu parte. - Vi a Anya derretirse por primera vez, su voz débil, tan conmovida por el cumplido de Theo.Theo le soltó la mano mientras todos la observábamos.- No podía perderme el cumpleaños de María Lua, ya que llevo muchos años celebrándolo con ella, como probablemente sabrás. - le explicó a Anya.- Así que debes estar al tanto de que su padre la ha desheredado.- Sí, me enteré de su desacuerdo. Y lamento lo de María Lua...- Heitor Casanova no está siendo justo con su hija adoptiva, a la que ha criado desde que era un bebé.- En absoluto. - Theo asintió - Per
- ¿Se creyeron los papeles de renuncia a la herencia y lo que firmó papá?- No hay razón para no hacerlo... Ya que todo era original... Y verdadero.- No puedo creer que hicieras firmar a nuestro padre un documento que le quitaba la herencia, sin saberlo.- Desafortunadamente, tuve que hacerlo, Theo.- Sunshine... ¿Cómo pudiste?- Es sólo una maldita herencia... Y este dinero que hace que esta gente me persiga. Pero hubo un lado bueno. Conocí a las chicas... Son especiales.- ¿Quiénes son?- Hijas de uno de los tíos fallecidos. No estoy seguro de que Anya tenga la custodia de ellas. Pero trabajan como esclavas. Y no van a la escuela.- ¿Qué quieres decir con que no van a la escuela? Eso es imposible.- Nada aquí es imposible. Theo. Y creo que será mejor que no sigas piropeando a Anya, o pensará que le estás tirando los tejos.- Si no hubiera actuado así, no me habría dejado quedarme. Me arriesgué y funcionó.- No puedes quedarte, Theo. Este es mi negocio y necesito resolverlo por mi c
Me desperté con dolor de espalda, al darme cuenta de que había hecho de las piernas de Theo una almohada durante la noche. Lo observé dormir sentado, apoyado en la pared, ligeramente hacia la derecha. Su pelo oscuro estaba un poco revuelto y su camiseta blanca ajustada mostraba cada músculo de su cuerpo perfecto.Habían sido muchos años de estar completamente loca por aquel hombre. Y allí estaba, a mi lado, pasando penurias y sometiéndose a dormir toda una noche sentado, sólo para estar en mi compañía.A veces me parecía surrealista. Sería mucho más sencillo si se lo contara a mi padre y él lo solucionara todo de una forma práctica: pagándome para que no me molestara y para que, tal vez, nunca supiera lo que el Hernández hacía o exigía a los Casanova a cambio de mi tranquilidad.Pero ya era hora de acabar con aquello: con el chantaje, con la idea de salir siempre bien parados a costa de los demás. Tenían que darse cuenta de que era mejor tenerme lejos, con los Casanovas, que cerca, si