Capìtulo 3.5Kisha.Jamás había tenido una experiencia tan cansadora como aquella, embarazada, somnolienta, hambrienta, con el trasero entumecido y un corazón roto.No podía pasarle nada más.Acababan de llegar a Santa Catarina, eran las doce del mediodía y el sol parecía azotar la tierra con todas sus ganas.Comenzaron a arrastrar las maletas fuera del aeropuerto, Kisha sudaba como nunca antes en su vida. No estaba acostumbrada al calor, solía pasar los veranos en Rusia envuelta en pantalones térmicos y chaquetas abrigadas, esto parecía el maldito infierno.—¿Cuándo harà frìo?.Observó a Sarah, sudando al igual que ella. Ya se había desecho de los abrigos, quedando en una camiseta de mangas cortas.Le dedico una sonrisa burlona, guiandola fuera del lugar.—Nunca, aquí es una zona tropical, siempre hace calor, las noches son cortas, los días largos y los hombres tan ardientes como el mismísimo sol.Kisha apenas sonrió, recordando al único hombre ardiente que quería en su vida. El hom
Capìtulo 3.6 Kisha. Su cuarto era la cosa más hermosa que nunca había tenido el placer de apreciar. Una cama King Size en medio de la habitaciòn amplia, baño privado con bañera, un vestidor enorme en el que podrían entrar diez personas. Y lo más hermoso un extenso balcón de cara al patio trasero, donde una brisa cálida entraba a raudales acariciando la piel. Se imaginó allì en las noches, observando la luna y las estrellas. Su corazón brincó de una felicidad que pronto fue opacada. Le encantaría estar allì con Ignatiev, compartir una noche mágica a la luz de unas estrellas que aùn no conocía. —¿Puedo pasar?. La voz de Sarah la sacó de sus pensamientos, sacudió la cabeza limpiándose unas lágrimas que no sabía cuando había salido de sus ojos. —Sì. Miro como la puerta se abría para darle paso a la doctora Miller, en sus manos había una pila de ropa pequeña. —Te he traído un par de cosas, son de mi mamá, espero que te queden. Kisha tomó las prendas en su mano, observando dos
Capìtulo 3.7 Kisha. Estuvieron varias horas perdidas en el centro comercial, aquel lugar era de dimensiònes extratosfericas, cualquier persona podría perderse dentro. Kisha estaba encantada con la cultura de aquel lugar, las personas paseaban siempre con una sonrisa en el rostro, parando en los locales de comidas riendo a carcajadas, hablando en voz alta con tal soltura y juventud que logrò encantarla. —¿Què deseas comer?. Se encontraban a rebosar de bolsas, llenas de ropa. —Antes de frenar quiero pasar por un local de telefonía, he visto uno en el segundo piso. Sarah le frunció el ceño. —¿Qué quieres comprar?. —Un teléfono móvil, deje el mìo en Moscú. También necesito una nueva laptop. Necesitaba tener un teléfono, era la única forma de mantenerse medianamente conectada con su país. Se conformaba simplemente con ver las fotos de su familia de manos de la prensa. —¿No podrán rastrearse?. Kisha comenzó a caminar, rumbo al local que había visto anteriormente. Sarah se mantuvo
Capìtulo 3.8 Kisha. Le tomó varias horas acomodar cada prenda en aquel Closet, se había negado a que las empleadas la ayudaran. Despùes de todo tenía una tarjeta Sim que esconder, se convenció que solo la había comprado para casos de emergencia, sin embargo, cuando el teléfono cogió batería lo quitó de la corriente. Trancando la puerta de su habitaciòn se encerró en el cuarto de baño, colocando y configurando la tarjeta móvil en el teléfono. Lo primero que hizo cuando se conectó a la red fue buscar el nombre de Ignatiev, solo había fotos de unos días antes donde se lo veía entrando a la gala del casino. Observó su rostro duro, la locura que nadie màs había notado en sus ojos, su familia y ella eran los únicos conocedores de la razón de su enojo. Acarició la foto del móvil, no pudiendo evitar las lágrimas que se deslizaron por sus mejillas. Deseaba que las cosas hubiesen sido diferentes, estar a su lado, que viera como su vientre crecía poco a poco. Odiaba la distancia que los s
Capìtulo 3.9 Ignatiev. El sol comenzaba a salir cuando Ignatiev se dirigio nuevamente a la mansión, dejó el coche en el aparcamiento observando a los guardias que custodiaban la entrada. Habían doblado la vigilancia, a cada momento los miembros de la familia tenían a tres hombres detrás. El paradero de Lombardi seguía siendo incierto, sin embargo, Ignatiev pensaba que la huida de Kisha tenía algo que ver con todo aquello, la mujer misteriosa, sin identidad podría ser tranquilamente una aliada del italiano. Cuando entró a la casa se dirigió automáticamente al comedor donde su familia se había reunido para desayunar, temprano como todos los demás días. —Buenos días, Ignatiev. Nikkita fue quien lo saludó, tenía una sonrisa en la cara la cual decayó al observar su expresión. —¿Qué sucede?. Fue su padre quien habló, clavó su mirada en el odiando cada moretón y corte que adornaba su rostro. No le había pedido disculpas, se prometió que aquel mismo día hablaría con él. Se sentó a
Capìtulo 4.0 Kisha. Ya se encontraba nuevamente en la casa, en su habitaciòn, mirando las estrellas en el balcón. Sintió unas ganas inmensas de prender un cigarrillo, sentada en aquel cómodo sofá, con la cabeza alzada hacia el cielo. Aguanto las ganas, sus pensamientos viajando nuevamente a su paìs. Por màs hermoso que fuera aquel lugar, no se comparaba con el amor de su familia, con sus días fríos y las noches en el casino. Extrañaba toda su vida y tenía miedo de tomar una decisión precipitada. Negó con la cabeza intentando disipar los pensamientos que no le servían de nada, levantándose de la silla se dirigió a la baranda del balcón. Al lado había otro similar al suyo, perteneciente a la habitaciò contigua. —¿No puedes dormir ojos de cielo?. Un grito quedó atorado en su garganta al sentir la voz resonando a su lado. Dirigió la mirada hacia allí encontrándose con la silueta parcialmente visible de Georgia, una brasa brillaba en medio de la oscuridad, perteneciente al cigarri
Capìtulo 4.1Kisha.Cargaba una nueve milímetros en el bolso, con las suficientes balas como para matar a un maldito ejército.Planeaba acabar con la vida de un par de personas, pero no aùn.Rodeando la casa se dirigió al patio trasero, recordando las escaleras de incendios al lado del balcón. Deseo que cierto imbécil no estuviera espiando.Camino despacio, aferrando con fuerza los tubos de hierro mientras escalaba. Entró a su habitación sin hacer el mínimo ruido, dejando el bolso bien escondido debajo de la cama, al igual que el teléfono móvil en la almohada.Volvió a bajar por donde había subido, rodeando la casa, disponiéndose a entrar por la puerta principal.Respiro un par de veces colocando la mano en la manija.Que comience el Show.Abriò fingiendo no poder con su propio cuerpo, adentrándose en los pisos de marmol.Al instante unas manos firmes la aferraron sacudiéndola.—¿Dónde demonios estabas?.Cerró los ojos, fingiendo debilidad. Intentando no actuar ante el tono cargado de
Capìtulo 4.2 Ignatiev. Hacía unas horas se había dormido, envuelto en las sabanas de Kisha, sintiéndose cobijado por su olor. Estaba en un sueño profundo cuando alguien entró por la puerta con fuerza, azotándola contra la pared. Se levantó de golpe, apuntando el lugar con el arma que siempre guardaba debajo de la almohada. Preso del sueño y la oscuridad no pudo fijar la mirada. –Soy yo, Ignatiev. Enfoco la mirada en un Dimitrios en pijama, alzando las manos, con la mirada puesta en la nueve milímetros que lo apuntaba. –¿Qué pasa?. Bajo el arma, aclarándose los orbes. –Ven a la sala, ahora. Se levantó con rapidez, importando muy poco si se encontraba en boxer. Bajo las escaleras con rapidez, dirigiéndose a la sala, encontrándose con toda la familia allì presente, sentados alrededor de una mesa. Dimitros se encontraba en el centro tecleando en una portátil. –¿Qué pasa?. –Siéntate. Fue Sasha quien habló, señalando uno de los sofás desocupados. Todos se encontraban adormila