Epilogo.

Epilogo.

Kisha Ivanova.

Este era el día más feliz de mi vida, bueno el segundo día más feliz, me encontraba vestida de blanco parada en un hermoso altar construido a bace de flores y madera blanca.

Mi vestido era una cosa sencilla y corta, de tul y encaje.

Nos encontrábamos en una playa celeste como el cielo más despejado, la arena blanquecina se colaba en mis pies descalzos.

Y allí, al principio de un corto pasillo, se acercaba el flanqueado por tres pequeñas cabelleras negras que correteaban sonriendo. Ignatiev llego a mi lado con una sonrisa enorme agarrándome la mano, con nuestros hijos de dos años revoloteando a nuestro alrededor.

Nunca iba a sentirme tan feliz como en aquel momento en el que di el sí. La fiesta siguió hasta que la noche toco la tierra y luego se fue como un suspiro dándole paso a un nuevo día.

Me encontraba sentada en la arena, mirando a mis tres angelitos plácidamente dormidos en la falda de sus abuelos, uno para cada uno, uno para todos.

Lágrimas de fe
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