Capítulo 0.4

Ignatiev.

Tenía una mezcla de sentimientos en su interior, nunca había sido bueno para manejar emociones. En ocasiones creía que no había nacido con el don de sentir, ella siempre había sido la excepción a la regla.

Ahora no sabía cómo actuar, la duda y sospecha comiéndole las entrañas.

Siempre pensó que al regresar al fin podría formalizar lo suyo, ya no sería la niña de dieciséis años queriendo su cariño constantemente, sería una mujer de veinte deseosa por unirse a él, entregarle su amor.

Que equivocado estaba.

Se había encontrado con una mujer castigada por algo demasiado grande que escapa de su maldito entendimiento.

Suspiro, con una mano en el volante y la otra en un cigarrillo a medio consumir.

En menos de diez minutos ya se encontraba en la puerta de la mansión, subiendo los escalones de dos en dos. No le prestó atención a nadie, ni siquiera sabía si alguien se había cruzado en su camino, simplemente siguió rumbo al despacho donde sabía que se encontraba su padre.

Entró sin tocar, como un huracán furioso tocando la costa.

Su padre se encontraba dentro, con su madrastra cabalgando en su regazo. No presté atención a las muecas de sorpresa por parte de la mujer.

—Sal por favor, tengo algo que hablar con mi padre.

La mujer miró los orbes de Mark, estupefacta, este le dirigió un asentimiento de cabeza con el semblante tranquilo. Como si se esperara esta visita.

Soraya se vistió como pudo, con las mejillas encendidas. No sabía si de rabia o vergüenza.

Salió dando un portazo.

—Siéntate.

Ordenó su padre, señalando el asiento frente a él. Ignatiev percibió el sonido de la bragueta siendo cerrada. Negó con la cabeza, sabiendo que había roto el récord de cortar polvos.

—Ya te dije que no puedo decirte nada de lo que le sucedió a Kisha, ella tiene que ser quien te lo cuente.

Se encendió un habano, expulsando el espeso humo unos segundos después.

—Tendrás que decirme padre, porque demonios actúa de esa manera. Porque parecía que iba a morirse cuando toque su brazo. No puedo con la incertidumbre.

—¿La tocaste?, joder.

La expresión de su padre se tiñó de tristeza, mirándolo a los ojos se levantó de su asiento dirigiéndose a la puerta.

Lo siguió sin pestañear hasta que se encontraban frente a la puerta de Sasha.

Dieron dos certeros golpes antes de que la voz del Jefe de la Mafia les diera el paso.

Sasha Ivanov era un hombre excepcionalmente frío, al que la edad no había podido quitarle la belleza. Su cabello rubio se encontraba perfectamente arreglado como de costumbre, porte elegante de todo un capo.

—Ignatiev quiere saber qué fue lo que le pasó a Kisha, ya que tuvieron una pequeña pelea en el casino y no reaccionó bien a su toque.

Fueron las primeras palabras que su padre soltó al ingresar a la oficina, Ignatiev pudo observar el rostro de su tío contraerse en una expresión indescifrable.

Los invito a sentarse frente a él con un gesto de manos, parándose de su asiento en busca de tres vasos perfectamente rellenos con Vodka.

—Tomatelo, lo necesitarás.

Ignatiev no dudo en seguir la recomendación, después de todo comenzaba a temer con el halo de misterio que comenzaba a envolver la situación.

—Solo voy a decirte un par de cosas, nadie sabe con totalidad lo que mi pobre niña sufrió. — Sasha Ivanov se estremeció, Ignatiev quedó tieso en su lugar. Jamás había visto a su tío estremecerse ni con el cañón de una 44 en la cabeza, prometiendo volarse los sesos. — Unas semanas después de que te fuiste, a Kisha la secuestraron en la puerta del colegio. Dimos vuelta todo el maldito país buscándola, sin tener ni un rastro. Cuatro días después nos llegó un mensaje de Lombardi, la tenían prisionera en Florencia, no querían nada a cambio simplemente hacernos daño.

Apretó el agarre en el bazo, hasta que el cristal prometió ceder bajo su fuerza.

—La tuvieron dos semanas en cautiverio, nos mandaban videos de sus gritos mientras la quemaban con cigarrillos, arrancaban sus uñas y mientras...

Se le quebró la voz, pudo jurar que una lámina brillosa se formaba en sus ojos. Tenía frente a sí a uno de los hombres más poderosos del mundo a punto de quebrarse con el relato de las atrocidades que le habían hecho a su princesita.

Su padre alargó el brazo a través del escritorio, dándole un apretón en el hombro a Sasha. Cuando éste levantó la mirada había rabia ciega encendiendo sus ojos.

Ignatiev tenía miedo de que terminara la oración, aunque en su interior sabía bien lo que diría. Mientras esos bastardos la violaban.

Tenía ganas de matar a todos, masacrarlos con sus propias manos, empalarlos fuera de su casa como advertencia de lo que pasaría si alguien se atrevía a volver a tocarle un pelo.

—Ya sabes a lo que me refiero. Un día nos llegó un paquete desconocido, dentro había un trozo de cuero cabelludo, con hebras de su melena. Las uñas que le habían arrancado...— Sasha apuró un trago de Vodka. — No sabemos a ciencia cierta todo lo que vivió, cuando la dejaron en la puerta de entrada tirada como una bolsa de basura, casi no respiraba. Tenía tales heridas internas que tuvieron que quitarle parte de sus ovarios, daños irreparables en el útero. Kisha nunca podrá tener hijos, le arrancaron el derecho a ser madre, le arrancaron la inocencia. Por eso Ignatiev te pido que la dejes en paz, no trates de meterte bajo su piel porque ya no hay sentimientos allí. Simplemente ella ya no volverá a ser quien era.

Bien, estaba sintiendo unas ansias animales de destrozar todo a su paso. Tal ira y decepción que no podía controlar sus emociones.

Estaba enfadado consigo mismo por haberle fallado, no haberla cuidado. Estaba enfadado con las personas que no le dijeron lo que había pasado. Estaba enfadado con todo el puto mundo.

—Los mataré.

Y no mentía, comenzara a investigar lo más rápido que pudiera. Mataría a cada maldito que se atrevió a poner sus sucias manos en ella, disfrutaria torturando, rompiendolos en mente y cuerpo.

—Ya es tarde hijo, Kisha se encargó de hacerlos sufrir en cuanto se recuperó de su estado. — Marck se acarició las sienes.— Solo le falta uno, su objetivo más grande y peligroso.

—¿Quién?.

Ambos hombres lo miraron con seriedad.

—Lombardi, está detrás de él, esperando el momento para atacar y ese es nuestro mayor miedo. Por ese motivo te hemos traído. Tienes que cuidarla Ignatiev, como si tu vida dependiera de ello.

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