Capitulo 5.2 Cinco meses después. Kisha. Aún faltaban tres meses para dar a luz, sin embargo, sentía que estaba a punto de explotar. Tenía seis meses de embarazo y parecía que se encontraba a término gracias a la gran protuberancia que salía del vientre. Se encontraba acomodando unas ropas en su maleta, últimamente le costaba moverse, la cansaba demasiado hacer cualquier cosa. La doctora le había dicho que era normal, los bebes estaban muy sanos, creciendo con normalidad. No iba a llegar a término, se quedarían sin espacio mucho antes de tiempo, aun así, los pronósticos de la doctora parecían ser los mejores. — ¿Te ayudo? Kisha giro la cabeza, observando a su madre entrar a la habitación. Asintió con la cabeza ante su pregunta, sentándose en la cama con una mano en el vientre. — Parezco una bola de hormonas que se agüita metiendo ropa en una maleta. - Frunció el ceño, alcanzo su botella de agua encima de la mesita. — Ni siquiera puedo mirarme la vagina. Nikkita carcajeo, acar
Capítulo 5.3 Ignatiev. No había soltado a aquel niño en ningún momento, llevaban dos horas en la casa observando como el doctor lo controlaba y arreglaba lo que Kisha había hecho para mantenerlo con vida. Parecía una maldita mama oso, gruñéndole a todo aquel que quisiera acercársele. — Es un niño muy sano y fuerte, eso es lo que lo mantuvo con vida. - El hombre observo fijamente a Kisha. — ¿Puedes amamantarlo? — Hace un tiempo comenzó a salirme calostro, mi obstetra me explico que se debe a las hormonas de un embarazo doble. Ignatiev estaba atento a la conversación, a cualquier movimiento del hombre. — Muy bien, solo tienes que colocarlo en tu pecho varias veces al día. El solo estimulara la producción de leche. La sonrisa con la que Kisha miraba a aquel ser le hacía revolver el estómago, era el hijo de un maldito bastardo que intento poseerla, asesinarla. No podía aceptarlo. — ¿Eso no afectara a los bebes cuando lleguen? Pregunto, ganándose una mirada fulminante por parte d
Epilogo. Kisha Ivanova. Este era el día más feliz de mi vida, bueno el segundo día más feliz, me encontraba vestida de blanco parada en un hermoso altar construido a bace de flores y madera blanca. Mi vestido era una cosa sencilla y corta, de tul y encaje. Nos encontrábamos en una playa celeste como el cielo más despejado, la arena blanquecina se colaba en mis pies descalzos. Y allí, al principio de un corto pasillo, se acercaba el flanqueado por tres pequeñas cabelleras negras que correteaban sonriendo. Ignatiev llego a mi lado con una sonrisa enorme agarrándome la mano, con nuestros hijos de dos años revoloteando a nuestro alrededor. Nunca iba a sentirme tan feliz como en aquel momento en el que di el sí. La fiesta siguió hasta que la noche toco la tierra y luego se fue como un suspiro dándole paso a un nuevo día. Me encontraba sentada en la arena, mirando a mis tres angelitos plácidamente dormidos en la falda de sus abuelos, uno para cada uno, uno para todos. Lágrimas de fe
Agradecimientos. No sé si haya alguien del otro lado leyendo estas palabras, en casi de que si, son todas para ti. Gracias a ustedes, los que leen, es que esta obra fue capaz de ser y llegar a su fin. De todo corazón les digo gracias a los que me acompañaron hasta aquì y a los que se quedaron por el camino. Para un escritor un libro es como un hijo al que le dedicamos tiempo, amor, tristeza y hasta rabia, no saben lo que significa culminarlo. Quedarse con ese saborcito de que fue capaz de llegar a su fin. Muchas gracias por leer. Atentamente: Miss Peregrine.
Capítulo primero.Kisha estaba vacía, vacía de cualquier emoción.Después de todo se había encargado de robarle hasta el más pequeño vestigio de inocencia, lamentablemente demasiado brutal como para dejar cicatrices tanto físicas como psicológicas.Lanzó un suspiro al aire, intentando no pensar en un pasado que no le traía nada más que dolor y miedos que aún latía en su interior.Observó, entre la bruma del puerto, la pequeña construcción de madera que albergaba a su presa de la noche.—Me encargaré de los guardias, esperen mi señal para poder entrar.Sus hombres asintieron con la cabeza antes de verla perderse en medio de la bruma.....Al ingresar a la casa, con los guardias ya muertos, Kisha se encontró con una mujer trepada al regazo del viejo Tolstoi. Sin ser vista avanzó hacia ellos, tirando del cabello de la mujer hasta dejarla desparramada frente a ella.Tomó el arma en su costado, apuntando directo a la cabeza.Muy en el fondo de su podrido corazón sintió pena por la muchacha
Ignatiev.Se había marchado por tres años, el día en que se despidió de Kisha había dejado a una dulce niña de dieciséis años llorando desconsoladamente, ahora no podía reconocer en absoluto a la mujer que tenía frente a él, observandolo sin un mísero sentimiento en aquellos ojos.El tiempo no había hecho más que embellecerla, ya no era una niña se había convertido en toda una mujer capaz de quitarte el aire tanto por su sensualidad, como por esa aura densa y oscura que la envolvía.—Odio las sorpresas.Fueron las únicas palabras que salieron de aquellos carnosos labios antes de marcharse.Ignatiev quedó paralizado en su lugar. Se había imaginado mil veces aquel reencuentro, en ninguno de ellos se apreciaba este final.Espero un reguero de lágrimas en aquel rostro dulce que recordaba con tanto anhelo, un abrazo cálido, quizás una bofetada por irse, no esa indiferencia que se clavó en su pecho como un puñal caliente, haciéndolo sentir dolor.La sala se vació en menos de cinco minutos,
Kisha.No podía creer que él hubiera vuelto, después de tres años de abandono, después de lo que ella había sufrido y él no estuvo ahí para protegerla. Volvió, con aquella sonrisa que lograba derretir a la Kisha de 16 años que dejó sin mirar atrás. Furia la recorría, rememorando la sonrisa que le dedicó creyendo que al volver se encontraría con una mujer dulce entre nubes de algodón.Que se jodiera, la niña dulce ya no existía, simplemente se encontraban los vestigios de una mujer a la que le habían arrancado todo.Despertó temprano, como era costumbre, tomó una ducha sintiendo como la casa entera aún dormía.Cuando estuvo vestida bajo las escaleras con rapidez dirigiéndose a la cocina, tenía que ir al casino, supervisar los movimientos, contactar a algunos de sus espías para que le contaran cual había sido la reacción de Lombardi al recibir su hermoso presente de carne.Estaba sonriendo con sadismo cuando llegó al umbral de la cocina, parándose de golpe.Dentro ya se encontraban tres
Ignatiev.Tenía una mezcla de sentimientos en su interior, nunca había sido bueno para manejar emociones. En ocasiones creía que no había nacido con el don de sentir, ella siempre había sido la excepción a la regla.Ahora no sabía cómo actuar, la duda y sospecha comiéndole las entrañas.Siempre pensó que al regresar al fin podría formalizar lo suyo, ya no sería la niña de dieciséis años queriendo su cariño constantemente, sería una mujer de veinte deseosa por unirse a él, entregarle su amor.Que equivocado estaba.Se había encontrado con una mujer castigada por algo demasiado grande que escapa de su maldito entendimiento.Suspiro, con una mano en el volante y la otra en un cigarrillo a medio consumir.En menos de diez minutos ya se encontraba en la puerta de la mansión, subiendo los escalones de dos en dos. No le prestó atención a nadie, ni siquiera sabía si alguien se había cruzado en su camino, simplemente siguió rumbo al despacho donde sabía que se encontraba su padre.Entró sin to