No podía dejarla sola, eso jamás. No me quedaba nada más que esperar a que llegara su amigo.—Bueno… Gracias. —Se sentó a mi lado otra vez—. El piso parece que se me está moviendo. —solté una carcajada, ella al verme reír sonrió conmigo—. Ya estoy borracha, es mi segunda borrachera, no sé si te lo conté, la primera fue después de la muerte de mi mamá, cuando comprendí que nunca volvería… Es irónico, hoy me di cuenta de que tú tampoco volverás.Volvió a reír con llanto incluido y apreté mis puños para no limpiarle las lágrimas. No se siente nada bien hacerla llorar.—Y ¿cuál es el motivo por el cual tomar hoy? —Me hice el tonto. Se limpió las lágrimas.—Hoy te sepulto a ti. —sonrió con amargura, el corazón comenzó a palpitar más fuerte—. Sé que… —Se encogió de hombros—. No importa.—Dime.Fue una orden, la ansiedad me estaba matando. Se tomó otra copa, se levantó. Intenté ayudarla y su mano me detuvo.—No, déjame. —Se echó a reír—. Bueno, ya me dejaste, no sé por qué, pero lo hiciste.
No había dejado de llorar desde que me desperté, jamás me había sentido tan rechazada, tan humillada, tan insignificante, Juan no dejaba de mirarme cada vez que podía. No había dejado llorar y llorar, aquí se acabó todo, lo noté en su última frase, era tan descarado de ofenderse al verme marchar con Juan. —¿Puedo saber a dónde te llevo? Siempre guardaba pañuelos en la guantera, saqué uno para limpiarme la nariz. —Debo recoger mi pasaporte y luego mis cosas en el apartamento de Raúl. —dije entre sollozo. —Vale, ¿a dónde? —Como te sea más fácil, cancillería, Quinta Paredes, luego terminal de transporte. Recordé la tarde antes de la presentación en el cumpleaños de Roland, los nervios que teníamos, de haber sabido lo que pasaría… No era adivina, me contestó una voz interior y lo único que pude hacer fue llorar y llorar más fuerte. —Bueno. —Juan se sentía impotente. —Perdóname por ponerte como mi chofer. —No hay problema, ¿puedo saber qué pasó? Él me dejó muy claro que no me acer
Volví a ser el mismo, debería sentirme satisfecho, pero no fue así. Mi mente me envió la imagen de Verónica entrando al auto del pirobo de Juan, a la final la muy tonta no resultó ser tan perfecta. ¡Pues que se joda! También me incomodó dejar a Beatriz asustada, con ella me desquité la puta abstinencia. Esa era otra zorrita la cual debe aprender a no andar de ofrecida. Ingresé al auto. Hace un par de horas Verónica salió de mi vida por completo. El imbécil de Juan debe de estársela saboreando. La bilis se me revolvió, y este maldito dolor no dejaré que se apodere de mí otra vez y haga el papel de imbécil que he realizado por las últimas cuatro semanas—. Sonó el celular, lo miré y Rata me envió un mensaje. «Reporte de la señorita» Solo saber de ella me revolvió todo por dentro y mi masoquismo se puso en primera fila. La voz del demonio en mi interior, «mira y verás que ella también se besó con Juan». Y la voz nueva que desde un tiempo se hace escuchar. «Lo que acabas de hacer ha sid
Miré el reloj, pronto llegará Verónica a La Dorada, si supiera en el lodo en donde me encuentro y el problema era que no podía culpar a nadie más que a mí mismo por no tener paciencia, por juzgar antes y creer que todos son como yo. Aparqué en la iglesia a donde ahora asisto y costeo la remodelación. El padre Gabriel como el Arcángel, según él me dijo y después de lo vivido no puedo pasar por alto las coincidencias. Era un señor en la mitad de sus cincuenta años, me inspiró la confianza del anciano, de aquel compañero en los días doloroso en la clínica. No era hora de escuchar la misa, le di la razón a Verónica cuando dijo; a veces solo en el templo puedes limpiarte. La piel se me erizó, al sentarme, sentí la agonía de mi alma y no solo por lo hecho con Verónica, por mi pasado, por el dolor causado por ella, por quien me trajo al mundo. Lloré, bueno, volví a gemir igual que aquella noche al ofrendar lo más deseado en el mundo, lo único puro en la vida. La señora encargada de arregla
La anciana se limpiaba las lágrimas después de contarle la historia con Roland, al hacerlo me di cuenta de que era un cuento de hadas, moderno, pero de hadas, al fin y al cabo. Me sentí increíble hablar con alguien desconocido, he hablado por más de cuatro horas, era lo que necesitaba. El de arriba me envió a esta señora para desahogarme, no he dejado de reírme con las expresiones de ella. Hablaba muy chistoso. —Verdad niña, es una bella historia. —Si y también triste. —Depende de cómo lo veas, a mi punto de vista él debe madurar y prepararse para ti —quise hablar, varias frases de Roland llegaron a mi mente. «No estoy preparado para ti o soy un dominio y tu un ángel.»— Dale tiempo a que él madure. —Me dio un par de palmadas en la pierna—. ¡Linda historia!, hacer un libro al respecto una vez cambie y se convierta en una persona buena y creyente, será un gran libro de amor, superación y convicción en Dios. —Vaya, no me gustaría que la gente leyera mi vida en un libro. —¿Y si con el
Nada que conciliaba el sueño de nuevo. Por eso volví a recordar a mi amiga. Luego de lo hablado no se quedó tranquila y al día siguiente me preguntó.—¿Y si te pega?—En eso no hay vuelta atrás bajo mi dignidad, en eso ni una segunda oportunidad le doy. Habrá mujeres que toleren un poco ese punto, a Verónica Vásquez su dignidad no se lo permite. —Hay hombres a los que les gusta pegar.Su mirada se perdió, quien sabe en qué recuerdo, varias veces le he curado los golpes.—Me atrevo a decirte en mi inocencia ante la vida. En los hombres existen las posibilidades de pegar y no pegar. Depende de cómo te muestres ante ellos, habrá algunos que a pesar de todo lo hacen, esos son enfermos mentales. Otros nunca lo han concebido ponerles la mano encima a una mujer. —¿Y si dejas de amar a ese hombre con el que te uniste para toda la vida?—Buscaría la forma de volverme a enamorar de él, si no pasa eso por infinitas situaciones que te puede traer la vida, me separo bajo un ámbito de respeto, s
Nos divertimos en el bar del hotel, papá se quedó en su recámara, yo me fui a acostar pasada la una de la mañana. La pasé increíble, saber de Roland y que no me puso los cuernos mientras estábamos juntos me llenó de satisfacción. Papá tocó la puerta, estaba lista, y le abrí, no he dormido por pensar en volver con él, a mi regreso de Panamá lo buscaré. Los que dieron guerra para salir fueron los novios. Imagino que para ellos la noche continuó un par de horas más. Y cuando por fin abrieron ninguno se había arreglado. —Les tocó viajar sin bañarse, debemos estar en media hora en el aeropuerto, andando. —¿Qué? —Me eché a reír al verlos correr de un lado al otro en la habitación. —¿Por qué no nos llamaron antes? —Mi papá se cansó de llamarlos, nos espera abajo. —¿No vamos a desayunar? Luz Marina se reía de ver la situación, en tiempo récord se arreglaron, bajaron conmigo. Se tomaron un café con pan. El vuelo no tuvo contratiempo y no cabía de la emoción. El tiempo lo cura y a pesar d
Lo amaba, lo miraba y me contenía para no correr a sus brazos por Dios bendito. Adoraba a este hombre. —Sí, el tarugo de mi hermano le pedirá matrimonio a su novia, no nos notificó para traer al menos un vestido diferente a esto. —reprimió las ganas de reírse, pero al final no pudo evitar hacerlo a carcajada, mientras yo me señalaba—. Se te agradece.—No Verónica, créeme, eres la única mujer que se puede poner tantos colores juntos y siempre… te ves perfecta. —Me incrusté las uñas en las palmas de la mano.—¿Es un cumplido? —bésame, le grité desde el fondo de mi alma.—Sin lugar a dudas, Verónica.—¿Qué más tiempo debemos esperarte, Vero? —bajó la mirada, era un Roland diferente, era otra persona.—Ya debo irme. —susurró, sus ojos me gritaban—. Puedo…—¿Dónde vas a estar?—Te espero en el bar.El brillo en sus ojos evocó un millar de cosquillas en mi estómago.—Ya debo…—Estás, preciosa. —Me sonrojé.—No te burles.—No te demores. —sonreí, ahí en el fondo estaba mi Roland mandón—. ¿