Después de las cuatro de la mañana no pude conciliar el sueño… Necesitaba verla. —Me bañé, tomé lo primero que encontré, después que sea un jean, y una camiseta todo vale. Tomé las llaves de mi camioneta y me apresuré, ella sobre las ocho llega a trabajar. Esperé como una hora, vi llegar a Máximo solo. ¿Dónde está Patricia?, me bajé del carro y antes que cerrara la puerta le di la vuelta, lo tomé por cuello de su camisa.—¿Dónde está Patricia?—¡Suéltame! —me alejó—. La dejé en la boutique donde se está midiendo el traje de novia. —Los oídos se me taparon, me alejé un poco más de Máximo—. ¿Estás bien? —¡No gonorrea, no lo estoy, mi mujer se casó contigo pirobo!— Mira Alfredo…—Escúchame muy bien.Lo miré fijamente. Las manos comenzaron a temblarme, el labio igual y los ojos me picaban por primera vez desde que comenzó mi viacrucis.» Haces llorar a Patricia, me dicen que la estás haciendo sufrir, si te veo engañándola, o por algún motivo escucho que le haces algo que la ponga triste.
No sé qué tiempo había pasado, solo descargaba puño tras puño, las manos me dolían, sé que me estaba jodiendo los nudillos. Algo quería salir de mí, aumenté mis impactos, sacando el último aliento y gritando su nombre. ¡PATRICIA! Caí de rodillas y al hacerlo vi a todos mis amigos alrededor del ring. Con sus trajes de gala.Mis manos estaban ensangrentadas, no podía abrirlas. Ana llegó a mi lado.—Debo curarlo, doctor. —Ella se había quedado como la nana de los hijos de Aníbal.—Me duele más el alma que las manos y para eso no hay cura.Dije, no me importó que en esta ocasión me vieran llorar. Roland y Simón llegaron a mi lado, yo miré a Gustavo, las lágrimas no se detenían, no era mierda lo que dicen que cuando te duele el alma, solo el llanto alivia un poco.» Perdóname, le hice daño a tu hermana y de paso me lo hice yo. Y ya es muy tarde.—Perdonamos tú.Habló Roland, lo miré y mientras lo hacía, Simón me puso un tranquilizante.…***…Estamos a tres días de Navidad, habían pasado cu
Al llegar al El Renacer, Verónica estaba colocando sus regalos en el inmenso árbol, no había nadie.—¿Trajiste regalos? —sonreí un poco. Sí que fui mierda.—Guárdame el secreto, tengo una reputación que conservar.—Tu secreto queda a salvo conmigo. —bajé los regalos y ella me ayudó a ponerlos, siempre se ocupa media sala cuando todos traen sus detalles—. También guardaré tus regalos.—Gracias.—¿A qué horas sales?—En la noche. ¿Ella va a venir?—No había confirmado, no quería ponerse una situación tensa. Cuando le dije esta mañana que tú viajabas. Dijo que entonces si venía y ya mismo se iba a comprar los regalos. —Esa información fue otro golpe bajo. Por eso llegó al centro comercial.—Ya debo irme.—¿No te quedas a almorzar?—No.Llegué a la casa de mi madre en Bucaramanga, no sabía que venía, al verme soltó lo que tenía en sus manos para correr a abrazarme y llenarme de besos.—¡Esto es un milagro!—No empieces mamá.—¡Qué alegría verte! Esta Navidad tendré a mis hijos conmigo. —L
Después de las vacaciones reconfortantes en Colombia con mi familia en el eje cafetero, la pasé jugando con mis dos sobrinos, estar en ese lugar campestre, rodeados de esos bellos cafetales, me ayudó mucho.No dejé de pensar en Patricia, en cada pueblo al que íbamos le fui comprado detalles a lo loco. Sé qué era tonto, pero me calmaba un poco, espero que esté usando la pulsera en oro blanco que le compré con una frase oculta en las letras de varios tonos de azules, a simple vista son letras, y si se le da por jugar a las frases encontrará el mensaje.A la semana de haber regresado me puse en la tarea de vender el apartamento y buscar otro más pequeño, que sirva solo para dormir, una vez me pasé con la ayuda de Freddy y Kevin; son los que viven en Blanco. Ninguno preguntó nada, ellos se habían olvidado de mi vida sentimental. No sé si agradecerlo o preocuparme.Una vez instalado retomé mis turnos en la clínica, el próximo viaje de reconocimiento era en tres meses, lo agradezco, ya que,
Verónica llegó con el hijo de Patricia, Amín ingresó por la puerta en brazos de mi mujer, la madre lo esperaba al lado de Máximo, pero fue abordado por su abuela, que al verlo lo bendijo y le dio cuatro besos. Al llegar a los brazos de su madre me di cuenta de que el bebé tenía el rosario de Alfredo, la madre también lo reconoció.—¿Y esto? —preguntó Máximo.—Es un regalo de mi parte. —mintió Verónica, era la segunda vez que la veo mentir de esta manera—. Para que lo proteja.—Gracias.Patricia se quedó muda, con el rostro rojo y los ojos a punto de llorar. Verónica me abrazó.—Tu hermano te necesita, él no está bien.En ese momento llegó Simón con mi hermana y regalos para Amín. En el cuarto estábamos Gustavo y yo. De hecho, en mi rancho se encontraba Patricia cuando comenzó a hincharse, la traje mientras Verónica llamaba a Gustavo y lo ponía al tanto.—Simón, Gustavo —salimos, los padres siguieron consintiendo al niño.—Roland.—Rastrea urgente a Alfredo.—¿Qué pasa? —preguntaron al
Por los lados de Patricia… ese era otro tema. A ella le ha servido el haberse separado de la sombra de Alfredo, era duro, pero ahora estaba empoderada, sacando a su hijo adelante y su trabajo al lado de Máximo. Esperemos que todo salga bien para cada uno de ellos.Vi salir a mi hermano con un grupo de colegas y al no pasar por su carro suspiré. Este se va a beber. Mi celular sonó, era Rata.—Cuéntame. —Si me llama era para alertarme de algo.—La psicóloga le pidió que hiciera eso, pero su respuesta ante los cambios ya sabes cómo es.—Ahora comprendo el motivo por el cual salió con un grupo de amigos, pásame la dirección a donde se van, no debe ser lejos de la clínica, se fueron a pie. Si lo sigo en la camioneta se dará cuenta.—Perfecto. Cuídalo. El culo lo tenía dormido de tanto esperar, bajé del carro cuando vi que la gente salía corriendo.—¿Ahora esta gonorrea que hizo?No pude entrar antes porque el lugar era muy pequeño y sea lo que sea, en el estado en el que estemos siempr
Todo el cuerpo me sudaba, una corriente gélida recorría mi cuerpo de arriba abajo y me hacía sudar. Por inercia ingresé al cuarto de mi hijo donde estaba sentado en su cuna. El peluche no era gigante, tampoco pequeño, era la medida perfecta… muy lindo, por cierto; un osito beige y café con la instrumentación en la misma tela de peluche de doctor.Me senté al lado de la cama cuna y comencé a llorar. Amín por los barandales, sacó su manito para que le entregara el peluche. El segundo regalo de su padre. Se lo entregué, y con esa sonrisa que a diario me recuerda quien era su padre…El labio me tembló, ¿por qué lo envía? Si por todo este tiempo no le he importado, ¡a mí por qué me sigue importando! Él no merece que lo siga amando. No es justo que ante un solo acto de afecto de su parte ya me pongo de esta manera.Mi bebé se puso a jugar con su regalo, le daba besitos y eso me arrugó el corazón. Máximo desde antes de su nacimiento me dijo que le dijera que él era su padre, pero mi maldito
Estaba con Verónica en los establos. Hoy en la tarde era el cumpleaños de Amín, ya un año y en unos meses son los quince de mis hijos.—¿Qué piensas, Cielo?—En el tiempo, ese que corre de manera rápida y te engaña con que es lento. Cierro los ojos y es como si fuera ayer cuando te quedaste encerrada en una de mis fincas.—No me quedé encerrada, tú me encerraste.—Lo acepto. —acuné su rostro y la besé.—¿Podrían dejar de besarse?Dante llegó a los corrales. Con su típico hermetismo, en la mañana me ayudó a marcar unas reces. Dentro de poco me alcanzarán los dos mayores, Liam era el más bajo, pero mucho más alto que mi princesa.—¿Tienes ganas de pedirnos algo?, estás pensativo desde que te levantaste.—¿Algún día podré mentirte, mamá?—Creo que solo con mi muerte.—Deja de hablar de muerte. —La regañé. Puso los ojos en blanco.—¿Qué tienes hijo?—Me han enseñado muchas cosas, gracias por eso. —ahora, ¿con qué me va a salir? — Verán… todos dicen que ustedes bailan muy bien y… pues… yo