Terminé el turno de la noche en la clínica, vi a Nadia sonreírme, no sé qué me pasa con ella, no le he sido infiel a Patricia, pero ya me aburrí de la monotonía. Vivimos juntos en nuestro apartamento aquí en Blanco, los fines de semana nos vamos a los Ranchos. Mi única adrenalina últimamente es cuando estamos en operativos en cualquier parte del mundo.Llegué al estacionamiento por mi carro para ir a mi casa a… ¿Pelear con Patricia?, ya me cansé de esto, el tema es que no quiero causarle daño. ¡Yo sabía que esto me iba a pasar!, yo no nací para ser hombre de una sola mujer, vivir a ser el esposo fiel, y padre abnegado como lo son mis hermanos, ese no siento que soy yo.No soy como Roland idolatrando a su esposa e hijos, o Simón que solo ve por los ojos de su familia. Miguel y su pequeña, ahora con Inés, su hija lleva el nombre de nuestra vieja —me aferré al rosario, «¡ay vieja! No quiero hacerle daño a Patricia, pero siento que no la amo como antes».Debo hablar con ella, debo ser fra
AlfredoTengo mil cosas por decirte y no vienen al caso en este momento. Ahora que empaqué mis cosas me di cuenta de que solo tengo mi ropa. No es un reclamo, ni más faltaba; el apartamento es tuyo, el carro igual, nunca existió un regalo de ese calibre para mí, de hecho, nunca me distes un regalo. Ni en los cumpleaños, solo fueron invitaciones, viajes, conocer lugares. Ahora que analizo solo fue diversión. Acabo de ingresar a tu despacho y me di cuenta de que no tienes ni una foto mía, o de los dos al menos, solo la de tu madre con tu hermano, una donde estás con tus amigos y otra con todos tus sobrinos… Duele sabes, duele ver tu rincón de fotografías donde tienes a las personas importantes de tu vida y yo no estoy ahí. Pude tener todas las señales, pero no las vi, no quise verlas. Me cegué hasta el punto de decir, con mi amor basta y más equivocada no pude estar. Quédate tranquilo, la relación queda terminada, a partir de ahora podrás continuar con tu alma libre. De mi parte saldr
Desnudé a mi esposa, una vez más y por enésima vez saboreé su piel, mis manos se purificaban cada vez que acariciaba su suave cuerpo, cada día la amo más, cada día ella se esfuerza por mantener mi apetito saciado.Llegué a sus pliegues y mi boca se deleitó de su delicioso sabor, de su exquisito aroma, me encanta como huele; desde esa vez en Santa Marta, esa tarde quedé anclado a ella. Mi lengua se abría paso entre sus pliegues y sus jadeos envían señal directa a mi verga, porque me dolía, quería estar dentro de ella.Quiero volverla loca, que grite mi nombre. Una vez logré mi cometido, su piel estaba erizada, sus espasmos seguían demostrándome lo bien que había hecho mi trabajo, estaba muy sensible ante mis caricias, en ese momento la penetré, mi verga se introdujo hasta el fondo.Sus paredes cuál brasa ardiente se apretaron a mi miembro y sin compasión comencé a embestirla sin sutilezas, lo magnífico de tener a tu puta en el mismo molde de tu esposa es que puedo ser una bestia con su
Sigo la camioneta de Miguel, volví a timbrarle a Patricia y timbra hasta saltar a buzón de mensaje. Una vez hable con Gustavo y la señora Josefina, quiero ponerlos al tanto, luego voy a su consultorio, quiero… ¿Qué mierda quiero? «Ver que esté bien».Le toqué la bocina a Miguel cuando él continuó su trayecto a su rancho, mientras yo me desvié para ir a La Reina. Era muy temprano, nunca me aparezco a esta hora, aparqué y vi que Gustavo estaba en los corrales, la señora Josefina le llevaba café. Se dieron cuenta de mi llegada. —respiré profundo—. Bajé de la camioneta. Caminé hasta el lugar donde esperaban.—Buenos días. —dije.—No creo que sean buenos. —habló Gustavo—. ¿Qué le hiciste a mi hermana? —Lo miré a los ojos.—Aclaré la situación que ya venía deteriorada, no le he faltado, solo que ya no la amo. —Me quedó mirando, muy seguro me da un puño.—No se debe obligar a amar, si esa es tu decisión se respeta hijo. —miré a la señora Josefina—. Una relación es dar y recibir, entregar y e
Milena miró a Dante, quien estaba siendo abrazado por todos sus hermanos y su padre.—Le gritaron cosas muy feas a Liam, mira que hasta Enrique grande y Melisa se metieron.Habló Milena, le acomodé el mechón de cabello detrás de la oreja; mientras ella mantiene su corte a mitad de cuello, Andrea lo tiene casi en la cintura. Ellos dicen Enrique grande y Enrique para diferenciar entre el hijo de Gustavo y el de Roland.—¿Tú peleaste Andrea? —Puso los ojos en blanco, sonrió.—Puedo pasar todo el día en un espejo, pero sabes que sé pelear, si se meten con mi garrapatin. —Le desordenó el cabello a Sergio—. O con la pesada de mi hermana. —Milena la empujó—. Saco mis uñas.—¿Así se dañe tu esmalte? —Una le hizo mofa a la otra. Los abracé a los tres.—Los amo.—Pensamos que se iban a enojar.—Tampoco van a salir indemnizados. Su mamá algo los pondrá a hacer.—Sabía que tanta belleza no podía ser verdad. —Me dirigí con ellos al carro. Pero antes de subirnos, Roland nos llamó.—¡Disculpen! —Nos
Me rebano la cabeza en sí ingreso o no, estaba hace más de media hora al frente del edificio donde quedaba el apartamento de Alfredo, soy consciente que ya no somos nada, fue sincero y eso se lo agradezco, también era cierto que yo tengo mucha culpa.Pero él debe saber que será papá, no para que se case conmigo… ¿Cómo va a reaccionar? Sin su consentimiento me embaracé, esto era un tema de dos. En mi afán de querer arreglar nuestro problema… ¡Mierda lo aumenté! Linda psicóloga que resulté, pero como dicen por ahí, uno mismo era pésimo consejero.Al mal momento echemos pa’lante, como decimos en mi tierra, puyemos el burro. Con el corazón a mil, ingresé al edificio, aún tenía las llaves, supongo que debió de llegar de su turno de la clínica. El corazón se me quería salir, temo a su reacción, me palpitaba a mil el pulso. Respiré varias veces antes de abrir la puerta.El interior se veía descuidado, más no desordenado. —Como tonta sonreí, se ve que no ha pasado la escoba por el apartamento
Llegué temprano en respuesta al llamado de la señora Josefina, desde las seis me pidió que viniera urgente. Bajé del carro, ella ya me esperaba en la terraza, Gladis la acompañaba, me saludó. —Me dejó muy preocupada su llamada.—Mira a ver si contigo habla, esta mañana se puso a llorar, luego quedó en ese estado. Gustavo me dijo que no me preocupara, que lo que tuvo fue una visión de las que suele pasarle. Sabes el don que tiene. ¿Quieres comer algo?—Lo que quieras darme no hay problema, eso sí, un café no te lo desprecio por nada del mundo.—En un rato te lo traigo, mi suegra solo habló para decir, debo llamar a Verónica.Una vez solas en la cómoda sala de la terraza del rancho La Reina me senté, la mañana estaba calurosa.—Te llamé hija, para que tú seas testigo de lo que pasará en un par de años, hoy te dejo como testigo.—Me está asustando. —Ella miraba hacia los corrales de la hacienda.—Patricia y Alfredo sufren.—Ellos están bien, bueno últimamente los noto algo distanciados.
Terminaba de marcar unas reces, me puse a ayudar a Jacinto una vez llegué de dejar a los niños en la escuela. De hecho, los directivos implementaron una acción de sensibilización ante lo ocurrido en el colegio; cuando mis dos hijos mayores comenzaron la batalla campal. Vi el carro de Carlina, al lado del de Verónica, no hace mucho llegó de hablar con la señora Josefina. Los gritos de ella llamándome me hizo mirarla y parece que está preocupada.—Jacinto continúa, si puedo en un rato regreso. —pasé los corrales, llegué hasta donde ella me esperaba con Verónica.—Necesito urgente hablar contigo.—Vamos a mi despacho.—Amor, después te cuento lo que pasó en La Reina con la señora Josefina, fue algo extraño.—Claro amor.Nos despedimos de beso en la boca, caminé con la mujer de Lobo e ingresamos al despacho.» Ahora sí, dime.—¿Hay manera que escuchen mis llamadas? —La miré, tenemos interceptados a todos—. ¡Es importante que escuchen lo que me dijo mi hermana!, no me voy a enojar por si m