Estaba rojo. Vi que Gustavo miraba su celular. Nos paramos al frente de él. Todos éramos unos tozudos, Shirly no tuvo que soportarme tanto. Pero las otras chicas, unas más que otras.—Si te tomas ese vaso te parto la cara.Le dije, él no ha vuelto a tomar desde que lo recibimos en la casa. Su desintoxicación fue dura, tan solo tenía doce años. Nos miró.» Arnold, lo que sea, no merece que caigas en el alcohol.—¿Es por esto?Cereza y yo miramos el celular que nos pasó y eran unas fotos donde estaba Guadalupe con un grupo de amigos y estaba al lado de un chico que he visto en el rancho.—¡Grandísima gonorrea, tú te lo buscaste! —Le dijo Daniel—. La dejaste.—¡Ella lo finalizó!Gustavo tomó la botella, la tapó, luego tomó el vaso y se lo bebió.—Qué fue lo que finalizó, ¿si tú nunca le propusiste tener algo? Cuéntame, ¿cómo es esa nueva modalidad?—No…—Arnold. —habló Daniel—. Una de las pocas cosas que en las mujeres es como reglas universales, sin duda es que les gusta saber que son,
—Mi señora Verónica, no tengo idea, solo le puedo decir lo mismo que le dije a ella. Mi Renacuaja es mía.—Entonces me alegra que ya sean novios.—Nadie será más importante que ella, la etiqueta me tiene sin cuidado.—La cuidarás, esa niña vale oro.—Lo sé. —terminé de cambiar a mi gordito—. Jefecita, también es bueno que deje de engordar a estos mastodontes, dentro de poco los tomaré para hacer ejercicios, me servirán en remplazo de las pesas.—¡Arnold! No te metas con mis hijos. —comenté sonriendo. Besó a mi hijo en la cabecita.—Me voy en busca de mi Sirena. ¿Verónica?—Dime.—Si de Navidad le regalo una yegua a Lupe, sería… ¿Se vería bien?—Sería maravilloso si vas en serio con ella. —afirmó.—Lo tendré presente, si lo llego a hacer no me delates. —hice el gesto de cerrar mi boca—. Como dice Gustavo, estoy jodido —me alegré por los dos.Definitivamente, este está completamente enamorado. No veo por ningún lado el mal genio que me habían dicho que tenía. La reunión continuaba, entr
Los besos en mi espalda me despertaron. Me di la vuelta, sonreí. Mi güerito tiene su encanto, debe ser el amor, ahora lo veo más bello.—Buenos días.Solo hizo un gemido y siguió besando mi espalda hasta llevar a mi trasero y pegarme una palmada duro, grité.» ¡Idiota! —soltó una carcajada, me sobó el lado afectado.—Sirena, arréglate. Vamos quiero darte mi principal regalo de Navidad.Me dio mucha pena salir del cuarto de Arnold, sobre todo cuando llegamos al comedor y los señores estaban tomados de la mano mientras Sarita servía el desayuno, la mirada del señor Roland bastó para que sintiera un bochorno por todo mi cuerpo, la señora Vero sonrió.—Buenos días. —dijo el jefe.—Buenos días.Arnold estaba fresco como una lechuga, mientras que yo sentía que me iba a incendiar.—Buenos días. —dije.—Lupe siéntate. —invitó la señora.—Arnold, a ella es a la única mujer que te voy a aceptar en mi casa, ¿entendido jovencito?Me pareció tan bello esa aceptación y aclaración, como un hermano m
¡Esa era mi cuñada! Ellos tenían gorros navideños. Los que ya habían llegado era la familia de Lupe, ellos tenían jean con camisetas igualitas blancas con una cara de Papá Noel. De la escalera bajó la nueva pareja.Guadalupe y Arnold se veían enamorados hasta los huesos, ellos estaban de blanco, él con un pantalón en jean blanco, la camisa era de puros renos, ella tenía un vestido blanco con un fajón con la misma tela de la camisa de Arnold, tanto el bolero de sus hombros como el ruedo de su vestido tenían la misma tela llena de renos.Tenía el cabello suelto y la cintilla eran renos. Al mismo tiempo llegaron los García. Diana en una bata roja con aplicaciones de muñecos de nieve, recuerdo que no sabía que ponerse por su barriga, no encontramos.El único vestido que le quedó bonito era uno rojo y mi mamá le dijo que ella le pegaba las aplicaciones que quisiera y los muñecos de nieve fueron los más bonitos que encontramos, la camisa de Miguel y la de Isaac eran rojas con un jean, mi ma
A las doce las familias nos abrazamos, no he parado de llorar, este embarazo me puso llorona, Augusto me tiene toda revuelta, me duele la cadera, pero no quiero dañar este momento tan especial, mi Bestia besaba a Isaac, qué se había quedado dormido, él ya había guardado el montón de regalos que nos entregamos, sin mentir eran como diez por persona y el niño recibió muchos más, de nuestra parte eran como seis regalos. Lo cierto era que era precioso este compartir.—Amor, ayúdame a levantar, quiero ir al baño.—¿Otra vez? Te entró la meona.Metió al niño en el coche para que estuviera mejor y luego me ayudó a levantar, con mi caminado raro me dirigí al baño, oriné, pero sentí que fue mucho chichi. Al levantarme sentí un fuerte dolor, mi primera contracción. Salí del baño y como si mi marido lo presintiera esperaba en el pasillo.—Casi ingreso a sacarte del baño. —Otra contracción y me quejé—. Pequeña ¿Qué tienes?Sentí un dolor muy horrible, un líquido caliente comenzó a bajar por mis p
—Sí. —Le pellizqué el trasero.—No despiertes el toro cariño.Nos besamos, luego nos arreglamos y llegué a la cocina para ver que preparo de desayuno, no hay casi nada de utensilios.—El desayuno ya lo compramos.Dijo Patricia, mi cuñada menor, mi suegra estaba en la isla de la cocina, había café y pan.—Buenos días. —hablé en general.—Esto es el desayuno del niño. —dijo la señora Josefina.—Gracias. ¿Amor? —miré la hora, tenemos tiempo.—Gladis después de desayunar hazte la pueda de embarazo casera.—No es necesario, hoy me vino el periodo. —Mi suegra nos miró muy seria.—¿Anoche intimaron? —sentí mi cara de mil colores.—¿Vieja que son esas preguntas?—¡Eche y qué! Ahora se pusieron puritanos. No jodan, tú ve a orinar y hazte la prueba. Hasta ahora no me he equivocado, con lo tosco que es mi hijo, ya puedo imaginar cómo es en ese aspecto, por eso debiste sangrar, si estás preñada, no pueden… ya saben.—Contigo no se puede, ¿verdad vieja Josefina?—Vieja tú… No puedo contestarte co
Por eso Inés a partir de ahí fue una integrante fundamental. Aunque nos decía no hacer fechorías, nos seguía cuidando. Durante dos años solo fuimos los tres. «Dios, ¿Por qué nos pones a vivir esto? Sé que no tengo moral para pedirte explicación, pero… ¿Por qué ella?»Seguíamos en el despacho, después de que Roland hablara, nadie más lo hizo, solo han pasado segundos, siento que han sido eternos. Las lágrimas salen silenciosas cuando miles de recuerdos me invaden y como si fuera un culicagao gimo de dolor.Soy el puto hombre mayor aquí, si de solo imaginar no ver a mi negra en la cocina, con su mano en la cintura para regañarnos por lo que sea, se me encoge el alma. Las manos de mi mujer me abrazan y solo hasta ahí tengo conciencia que estoy temblando.Comenzamos a estudiar por insistencia de ella, hagan lo que hagan estudien, jamás aprobó nuestro trabajo, pero tampoco nos recriminó, ella era nuestro mundo bueno, ella era ese aliciente después de haber matado o entregado cargamento ba
—Supervisar la cena, hoy y por cuarenta días tendrás las noches con la casa llena —eso me hizo sonreír.—Te amo vieja, puede que tengas esa bola en tu cabeza, pero vas a vivir como te lo mereces.—Como una princesa. —Se burló mi negra.—No, como una reina.—Quien se los va a aguantar ahora a ustedes.—Tú. —tomé el termo y me fui para mi habitación.—Lamento no haber estado contigo cuando recibiste la noticia.Comentó Diana, una vez ingresé al cuarto, estaba llorando. Ahora le tocaba a ella, nosotros lo había hecho hace unas horas.—Haremos todo lo posible para mantenerla con vida.—Eso lo sé. Con lo intensos que son.Augusto comenzó a llorar, Isaac estaba durmiendo su siesta, con su niñera cuidándolo. Le preparé el tetero de una onza y cargué a mi hijo, tenerlo en mis brazos era un privilegio, no puedo creer que yo un animal pudiera engendrar algo tan puro, comencé a darle su tetero. Comprendí que nadie al nacer nace manchado, son las circunstancias, el trato lo que desvía a la humani