—Cereza a mi orden sácalos en el helicóptero. —dije.—Listo.Rasca culo con su arma comenzó a bajar, el resto hicimos lo mismo. Una oleada de hombres se nos vino encima, un impacto de bala me dio en el costado, me fui contra uno, lo tomé por el cuello y con mi arma le metí el tiro en el ojo.Hice un escaneo, todos estaban peleando y matando, parecíamos una ola exterminadora arrasando a nuestro paso. Maté a cuatro más, vi a un grupo de unos veinte que se encaminaban al hangar.—¡Mojón, al hangar!No tenía nada más que decir. Cebolla y Rasca Culo se quedaron matando y peleando, nosotros los tomamos por sorpresa, comenzamos a degollar a quien nos topamos de paso, Mojón a uno le dio dos puñaladas en el cuello a uno dejándolo desangrado. Cereza y Churrusco disparaban acertando, no desperdiciaron ningún tiro, lo hacían de frente, Alessandro desde su posición también disparaba y mataba. Cogí a uno.» ¿Sabes? Tenemos una misión, por eso jamás fallamos. —Le metí dos puñaladas. Vi el audífono q
La cargué y la puse sobre mis piernas, mirando hacia mí, debo prepararla para meter mi verga, pero nos rozábamos nuestras intimidades, estábamos piel con piel, y entre más pienso lo que estamos haciendo, más dura se me pone. Comenzamos a besarnos, con una mano mantenía las riendas de mi caballo quieto y con la otra comencé a desabotonar la parte delantera de su vestido.Sus deliciosas tetas eran un aperitivo, pasé mi lengua por su pezón sacándole un gemido, se los mordí, lamí y besé hasta cansarme de esos deliciosos melones. Cuando mi mano se introdujo en su cabellera, su mirada me dijo que estaba completamente excitada.—Hermosa súbete y móntame.Amo de mi mujer ese deseo de aventura, nunca se me ha arrugado a ninguna posición, siempre buscamos la manera de hacerlo diferente, pero si soy sincero, en nuestra cama, era delicioso hacerlo porque queda por un tiempo largo en mis brazos.Tal vez no la pueda llevar a conocer lugares bellos del planeta, nunca se ha quejado, de hecho, disfrut
—Mientras no me pongas a vestirme igualitos como es esa tonta moda. —hice caras.—Cielo, no es una tonta moda, es la demostración de unión familiar y si no te gusta, pues serás el niño diferente, porque la familia Sandoval el veinticuatro estaremos igualitos. —Se quedó mirándome.—Hermosa, no voy a ponerme nada de esas maricadas.—Bien. Te amo. —sonrió, besó a los niños, después a mí.—Voy a bañarme para cenar.Sonreí, ingresé al asesor, con cuatro hijos era una gran ayuda. Acosté a los niños y salí a buscar a Inés, la escuché llorando en su cuarto, al ingresar se limpió las lágrimas.—¿Ya vamos a cenar?—¿Qué te pasa Inés?—Nada hija.—Si no me dices ya mismo, llamo a tus siete hijos y les digo que estabas llorando, ¿qué crees que harán? —Sus ojos me miraron con tristeza.—Hija, te suplico, concédeme unos días para decirle a todos. Te prometo que en la noche después de la cena navideña les digo, concédeme estos días hija.—Solo si me dices.…***…Se habían acabado las clases del prim
Me extendió la mano. Habíamos cerrado el trato, la halé.—Ahora que todo está claro voy a terminar algo.La vi sonreír. Le quité la toalla y una vez más su cuerpo desnudo quedaba bajo mi dominio, pero esta vez fue ella la que me hizo una magistral mamada, me encanta como lame, muerde con delicadeza mis bolas, la chupa increíble. Comencé a acariciarle su centro, la sentí muy húmeda.» Voy a mi cuarto por un preservativo.—Güerito me inyecté, no quiero hijos antes de terminar mis dos carreras.—Yo nunca lo he hecho sin un forro.—Pues conmigo lo harás.Nos miramos, volvió a besarme y acariciarme, cuando menos lo pensé ya me encontraba entre sus piernas y presionaba para entrar en su interior, era demasiado cerrada, nunca había estado con una virgen, era demasiado estrecha.—Renacuaja respira profundo.Apenas me hizo caso, la penetré de una estocada, sentí cómo me habría paso a través de sus paredes y lo logré, meterme hasta el fondo en ella, al mirarla apretaba los labios para no gritar
Arrugué mi frente. —Vas a salir con él con la intención de mirar si se puede dar una relación, para ello mi querida Renacuaja significa que besarás a otro y eso es romper el trato. —el corazón se me estrujó—. Bien Renacuaja, tú escogiste.Quise hablar, pero se fue, si analizo él tiene razón. Pero no era eso lo que quería, mi intención era darle celos. Cuando llegué al rancho Inés me dijo que Arnold se había regresado a Colombia y por más que quise evitar las lágrimas no pude evitarlo. Lo mandé a los brazos de otra, las caricias de Inés me reconfortaron.—Metí la pata Inés.—No mi vida, le acabas de dar un escarmiento, él debe vencer ese miedo que tiene.—Gracias. —No sonrió—. ¿Por qué estás tan triste?—El veintiséis lo sabrás, solo prométeme una cosa hija.—Claro.—Demuéstrale siempre lealtad a mi niño, él solo le es fiel a lo que siente leal.—¿Entonces no salgo hoy?—No me refiero a eso, puedes salir, pero no le faltes a eso que no tienen, pero que es tan evidente.—Bien.—Espero
Estaba rojo. Vi que Gustavo miraba su celular. Nos paramos al frente de él. Todos éramos unos tozudos, Shirly no tuvo que soportarme tanto. Pero las otras chicas, unas más que otras.—Si te tomas ese vaso te parto la cara.Le dije, él no ha vuelto a tomar desde que lo recibimos en la casa. Su desintoxicación fue dura, tan solo tenía doce años. Nos miró.» Arnold, lo que sea, no merece que caigas en el alcohol.—¿Es por esto?Cereza y yo miramos el celular que nos pasó y eran unas fotos donde estaba Guadalupe con un grupo de amigos y estaba al lado de un chico que he visto en el rancho.—¡Grandísima gonorrea, tú te lo buscaste! —Le dijo Daniel—. La dejaste.—¡Ella lo finalizó!Gustavo tomó la botella, la tapó, luego tomó el vaso y se lo bebió.—Qué fue lo que finalizó, ¿si tú nunca le propusiste tener algo? Cuéntame, ¿cómo es esa nueva modalidad?—No…—Arnold. —habló Daniel—. Una de las pocas cosas que en las mujeres es como reglas universales, sin duda es que les gusta saber que son,
—Mi señora Verónica, no tengo idea, solo le puedo decir lo mismo que le dije a ella. Mi Renacuaja es mía.—Entonces me alegra que ya sean novios.—Nadie será más importante que ella, la etiqueta me tiene sin cuidado.—La cuidarás, esa niña vale oro.—Lo sé. —terminé de cambiar a mi gordito—. Jefecita, también es bueno que deje de engordar a estos mastodontes, dentro de poco los tomaré para hacer ejercicios, me servirán en remplazo de las pesas.—¡Arnold! No te metas con mis hijos. —comenté sonriendo. Besó a mi hijo en la cabecita.—Me voy en busca de mi Sirena. ¿Verónica?—Dime.—Si de Navidad le regalo una yegua a Lupe, sería… ¿Se vería bien?—Sería maravilloso si vas en serio con ella. —afirmó.—Lo tendré presente, si lo llego a hacer no me delates. —hice el gesto de cerrar mi boca—. Como dice Gustavo, estoy jodido —me alegré por los dos.Definitivamente, este está completamente enamorado. No veo por ningún lado el mal genio que me habían dicho que tenía. La reunión continuaba, entr
Los besos en mi espalda me despertaron. Me di la vuelta, sonreí. Mi güerito tiene su encanto, debe ser el amor, ahora lo veo más bello.—Buenos días.Solo hizo un gemido y siguió besando mi espalda hasta llevar a mi trasero y pegarme una palmada duro, grité.» ¡Idiota! —soltó una carcajada, me sobó el lado afectado.—Sirena, arréglate. Vamos quiero darte mi principal regalo de Navidad.Me dio mucha pena salir del cuarto de Arnold, sobre todo cuando llegamos al comedor y los señores estaban tomados de la mano mientras Sarita servía el desayuno, la mirada del señor Roland bastó para que sintiera un bochorno por todo mi cuerpo, la señora Vero sonrió.—Buenos días. —dijo el jefe.—Buenos días.Arnold estaba fresco como una lechuga, mientras que yo sentía que me iba a incendiar.—Buenos días. —dije.—Lupe siéntate. —invitó la señora.—Arnold, a ella es a la única mujer que te voy a aceptar en mi casa, ¿entendido jovencito?Me pareció tan bello esa aceptación y aclaración, como un hermano m