Su mirada era diferente y su comentario me dejó un puto sinsabor en la boca del estómago.—No salgas con güevonadas, Inés.—No, señor, disculpe nada más…—No me jodas tú también. —Simón regresó a nuestro lado—. Consíguele o búscale ropa en su casa. —abrió los ojos—. Verónica se queda aquí hasta su recuperación y si me vuelven a mirar de esa manera olvidaré el aprecio que les tengo y les pegaré un tiro.—No he dicho nada. —Rata alzó los brazos—. Ahora es imposible comprar, los centros comerciales los abren mañana, más bien madrugo a su casa, le pediré el favor a la amiguita que me dé algo de su propia ropa.—¡En punto Rata! —abrí la puerta de la habitación—. Inés.—&ique
Nos miramos por un segundo, no pude sostenérsela, ¿por qué no pude? Era algo nuevo, ella me cohíbe. Le tocó la barriga a la perra. Me sorprendió al ver como Galaxia se dejaba acariciar, mi vieja ingresó con la bandeja del desayuno y se asombró.—Tenga cuidado, señorita. Galaxia solo se deja acariciar del señor, cuando quiere se deja de Rata, a mí me tolera porque soy quien la alimenta —dejó la bandeja en la mesa del computador y se retiró.—Inés, me llamo Verónica, muchas gracias por las atenciones y perdona por las molestias causadas en tu rutina. —Sí que se expresa bien, dándome a entender lo bruto que puedo llegar a ser—. Por favor, no me digas «señorita», me hacen sentir tonta.Reprimí las ganas de reírme, porque sí que era tonta, ¿virgen a estas alturas?, ni fea que fuera.—Es por respeto y admiración. Además… —miré a Inés—. Es agradable no ser la única mujer en la casa.—¿Galaxia? —intervine—. Ven preciosa.Llamé a mi perra, las dos mujeres realizaron gestos con ganas de matarme
Si lo digo quedo en evidencia.—A la señorita debe dolerle o pasarle algo. —Le exigí que hablara—. Desde hace un rato no ha dejado de llorar, ¿le dolerá algo?Su mirada era con la intención de ver mi reacción. Tenemos cámaras en todas partes de la casa menos en los baños.—Ya le digo a Inés que pase para ver qué le duele.—Si quieres le digo.No dejó de analizar mi reacción corporal y asentí. ¿Por qué llorará? Cuando Simón salió me acerqué a la pantalla, retrocedí la filmación y vi como lloraba, tensioné mi mandíbula. ¿Por qué llora de ese modo? Apagué la pantalla, salí del sótano, llegué a la habitación de huéspedes, me quité la ropa y a la cama. La falta de sexo me estaba jodiendo, mañana debo volver a mis andadas. Al diablo con ella.Di vueltas y vueltas, seguía pensando en Verónica, ¿lloró por mi culpa? Pero… ¡No le he hecho nada! Me senté. El reloj de la mesa de noche indicaba que eran las dos de la mañana. Tengo que verla. Salí en bóxer hasta mi habitación, Verónica dormía debaj
Los hermanos Cárdenas eran mayores, sé que no soportaron ser desbancados por un joven novato e impulsivo. Sin embargo, Desde el momento en que me puse al frente de la organización, las ganancias crecieron de manera alucinante.La droga era más segura sacarla con mis estrategias y si me descuido, me harán una mala jugada, por eso mi esquema de seguridad era tan estricto, y bajo el comando de Rata, éramos un bloque perfecto. Si yo era un demonio, él era el doble. No se le escapaba nada. Por eso desde hace días andaba en su radar.—Ya es suficiente.Carlos Cárdenas era el mayor y el más miserable hombre que conozco. Mil veces peor que yo, al menos tengo un poco de ética en mi currículo.—Sí, ¿quieren hablar?—Más que hablar, quiero una justificación, ¿por qué ninguno del gremio fue invitado?No aguant&o
Le ofrecí la tarjeta débito a la cajera quien la recibió y Verónica se la quitó de las manos para entregarme de nuevo.—No —estaba roja.—Míralo como un adelanto al trabajo que harás de traductora. —Aceptó a regañadientes. Me acerqué a su oído—. Es dinero lícito de mis negocios legales.—Gracias.Le sonreí como un tonto. Un vendedor nos ayudó con las compras y las dejamos en la parte trasera de la camioneta. Me sentía incómodo con la situación, no quería apartarla, me agradaba tenerla cerca.» Lo llamaré, D’Artagnan. —arrugué mi frente.—¿Por qué ese nombre?Era evidente, pero quería escucharlo, Simón ingresó al auto, él fue el último en hacerlo y rompió la conversación de mir
Desde las nueve esperaba en el aeropuerto a que Verónica llegara. Miraba el reloj a cada minuto, ayer no debí tratarla de esa forma… ¡Pero ella debe entender! No soy como las personas que conoce. Soy diferente al resto de los hombres.—¿Tú crees que venga, Rata?Y si por mí no… llegó con su amiga, jamás había estado tan desesperado hasta que la vi llegar, era muy linda, no se compara con las viejas que trato. Era sencilla, en esa característica radicaba su increíble belleza. Le sonreí cuando nos vio, sin embargo, no contestó mi saludo. Se limitó a hacer un leve movimiento con la mano, no se acercó, permaneció con Lorena.—Le dije que se le fue la mano con eso del carro, sabe de ante mano güevón que la regaste, ayer usted se portó como todo un, «don gonorrea» —recriminó Simón.—¿Ahora la vas a defender? ¿El abogado de las mujeres?—No Patrón, solo su conciencia, sé está tirando lo único bonito que podría tener en su vida. —Lo miré—. Roland, yo ya amé y es el mejor recuerdo que tengo de
Se veía consternada, no era para menos vio de primera mano el cómo era ese mundo.—Eres muy inocente. —seguía dolida, ¿la habrán humillado o manoseado?— ¿Te tocaron?La tomé por el mentón y la obligué a mirarme, ella negó, me tranquilicé un poco, me agarró por los lados de la guayabera.» Verónica, esto no es el mundo en el que tú vives, es un mundo diferente. Amenacé a un socio por ti.—Perdóname.¿Perdonarla? Pero ¿qué le voy a perdonar?, el que esa inocente… Ella era un ángel en una reunión de demonios.—Mientras estés aquí, quédate cerca o muy lejos. —Las lágrimas le seguían saliendo—. Eres tan inocente. Parece mentira que aún excitan mujeres cómo tú.Me abrazó y ese arr
¿Qué si me pasa algo gonorrea?, debí mirarlo o demostrarle que lo quería a kilómetros de distancia. Y me alegra que lo comprendiera.—Si en algo aprecias tus manos, jamás vuelvas a tocarla. —Jhon alzó las manos y se alejó de nosotros.—¿Debía pedirte permiso para bailar con alguien? —habló Verónica.—No.—¿No qué? —La miré y solté el ácido que tenía.—No me gustaría verte con otro hombre. —Se quedó pasmada, me acerqué a ella—. No soporto verte en brazos de otro hombre, no quiero tenerte más lejos de mí de lo que estás ahora.—¿Celoso? —Lo preguntó con un tono alegre.—No tengo ni idea de que es esa mierda, pero si se siente qué tu estómago se carcome por dentro y qu