Bajé a desayunar después de la faena que tuve anoche con Brenda, me tocó callarla con un cero de más en su paga y hasta ahí le llegó su histeria por el encontrón con Verónica. Lo bueno fue que al ponerse «digna», pude dominarla, fue una gran sumisa.Se dejó tratar con más fuerza y le metí de cuanto juguete me antojé. Eso fue maravilloso para mi pervertida necesidad. Luego le dije a Cebolla que la sacara, no quiero ver su vagina un día más y nunca más, su escena no se la pasaré por alto.Debía decirle a Rata que no la dejen entrar a ninguna de las haciendas y a Guillermo que no la llame para ninguno de mis eventos. Ana puso el desayuno, mi mano derecha esperaba como siempre con el itinerario del día.Me senté, mordí una manzana verde, eran unos deliciosos huevos rancheros, dejó una cesta de pan y una taza de chocolate, comenzó a servir diez platos, a los minutos se sentó Cebolla del lado izquierdo.—El trabajo quedó en un taxi rumbo al aeropuerto. —afirmé.En el derecho se encontraba R
¡Mierda!, acabo de perder una apuesta.—Quiero la cabaña disponible el mes de noviembre y así poder disfrutar de las fiestas de noviembre de Cartagena, de paso alargo mis vacaciones, para poder disfrutar del carnaval de Barranquilla.Tengo muchos periodos acumulados, estaré por toda la costa, por eso piense que hará en esos meses. Tiene muchos negocios en esa zona.—Estaré contigo Rata, fornicando a toda hora con centenares de viejas.—Patrón, eso lo estaré haciendo yo, pero usted…Desvié la mirada por un segundo. Por lo que hemos vivido, pasado y superado, logramos hablar sin palabras. Al lado de él llegó Cebolla con dos vasos de licor y un jugo para él, mientras estaba como el conductor principal no bebe.» Roland… —Es importante lo que dirá, me llamó por mi nombre, suele sacar el amigo a aconsejarme—. Perdí la cuenta en el número doscientos de las mujeres con las que me había acostado.» Si a eso le sumas las veces en donde lo haces con dos, debías de doblarme en número y yo perdí
Su mirada era diferente y su comentario me dejó un puto sinsabor en la boca del estómago.—No salgas con güevonadas, Inés.—No, señor, disculpe nada más…—No me jodas tú también. —Simón regresó a nuestro lado—. Consíguele o búscale ropa en su casa. —abrió los ojos—. Verónica se queda aquí hasta su recuperación y si me vuelven a mirar de esa manera olvidaré el aprecio que les tengo y les pegaré un tiro.—No he dicho nada. —Rata alzó los brazos—. Ahora es imposible comprar, los centros comerciales los abren mañana, más bien madrugo a su casa, le pediré el favor a la amiguita que me dé algo de su propia ropa.—¡En punto Rata! —abrí la puerta de la habitación—. Inés.—&ique
Nos miramos por un segundo, no pude sostenérsela, ¿por qué no pude? Era algo nuevo, ella me cohíbe. Le tocó la barriga a la perra. Me sorprendió al ver como Galaxia se dejaba acariciar, mi vieja ingresó con la bandeja del desayuno y se asombró.—Tenga cuidado, señorita. Galaxia solo se deja acariciar del señor, cuando quiere se deja de Rata, a mí me tolera porque soy quien la alimenta —dejó la bandeja en la mesa del computador y se retiró.—Inés, me llamo Verónica, muchas gracias por las atenciones y perdona por las molestias causadas en tu rutina. —Sí que se expresa bien, dándome a entender lo bruto que puedo llegar a ser—. Por favor, no me digas «señorita», me hacen sentir tonta.Reprimí las ganas de reírme, porque sí que era tonta, ¿virgen a estas alturas?, ni fea que fuera.—Es por respeto y admiración. Además… —miré a Inés—. Es agradable no ser la única mujer en la casa.—¿Galaxia? —intervine—. Ven preciosa.Llamé a mi perra, las dos mujeres realizaron gestos con ganas de matarme
Si lo digo quedo en evidencia.—A la señorita debe dolerle o pasarle algo. —Le exigí que hablara—. Desde hace un rato no ha dejado de llorar, ¿le dolerá algo?Su mirada era con la intención de ver mi reacción. Tenemos cámaras en todas partes de la casa menos en los baños.—Ya le digo a Inés que pase para ver qué le duele.—Si quieres le digo.No dejó de analizar mi reacción corporal y asentí. ¿Por qué llorará? Cuando Simón salió me acerqué a la pantalla, retrocedí la filmación y vi como lloraba, tensioné mi mandíbula. ¿Por qué llora de ese modo? Apagué la pantalla, salí del sótano, llegué a la habitación de huéspedes, me quité la ropa y a la cama. La falta de sexo me estaba jodiendo, mañana debo volver a mis andadas. Al diablo con ella.Di vueltas y vueltas, seguía pensando en Verónica, ¿lloró por mi culpa? Pero… ¡No le he hecho nada! Me senté. El reloj de la mesa de noche indicaba que eran las dos de la mañana. Tengo que verla. Salí en bóxer hasta mi habitación, Verónica dormía debaj
Los hermanos Cárdenas eran mayores, sé que no soportaron ser desbancados por un joven novato e impulsivo. Sin embargo, Desde el momento en que me puse al frente de la organización, las ganancias crecieron de manera alucinante.La droga era más segura sacarla con mis estrategias y si me descuido, me harán una mala jugada, por eso mi esquema de seguridad era tan estricto, y bajo el comando de Rata, éramos un bloque perfecto. Si yo era un demonio, él era el doble. No se le escapaba nada. Por eso desde hace días andaba en su radar.—Ya es suficiente.Carlos Cárdenas era el mayor y el más miserable hombre que conozco. Mil veces peor que yo, al menos tengo un poco de ética en mi currículo.—Sí, ¿quieren hablar?—Más que hablar, quiero una justificación, ¿por qué ninguno del gremio fue invitado?No aguant&o
Le ofrecí la tarjeta débito a la cajera quien la recibió y Verónica se la quitó de las manos para entregarme de nuevo.—No —estaba roja.—Míralo como un adelanto al trabajo que harás de traductora. —Aceptó a regañadientes. Me acerqué a su oído—. Es dinero lícito de mis negocios legales.—Gracias.Le sonreí como un tonto. Un vendedor nos ayudó con las compras y las dejamos en la parte trasera de la camioneta. Me sentía incómodo con la situación, no quería apartarla, me agradaba tenerla cerca.» Lo llamaré, D’Artagnan. —arrugué mi frente.—¿Por qué ese nombre?Era evidente, pero quería escucharlo, Simón ingresó al auto, él fue el último en hacerlo y rompió la conversación de mir
Desde las nueve esperaba en el aeropuerto a que Verónica llegara. Miraba el reloj a cada minuto, ayer no debí tratarla de esa forma… ¡Pero ella debe entender! No soy como las personas que conoce. Soy diferente al resto de los hombres.—¿Tú crees que venga, Rata?Y si por mí no… llegó con su amiga, jamás había estado tan desesperado hasta que la vi llegar, era muy linda, no se compara con las viejas que trato. Era sencilla, en esa característica radicaba su increíble belleza. Le sonreí cuando nos vio, sin embargo, no contestó mi saludo. Se limitó a hacer un leve movimiento con la mano, no se acercó, permaneció con Lorena.—Le dije que se le fue la mano con eso del carro, sabe de ante mano güevón que la regaste, ayer usted se portó como todo un, «don gonorrea» —recriminó Simón.—¿Ahora la vas a defender? ¿El abogado de las mujeres?—No Patrón, solo su conciencia, sé está tirando lo único bonito que podría tener en su vida. —Lo miré—. Roland, yo ya amé y es el mejor recuerdo que tengo de