El malestar en su pecho acrecentaba conforme transcurrían las semanas. No entendía el por qué o simplemente no hallaba una razón específica que explicara el motivo de sentirse tan... vacío. Intentó pasar más tiempo fuera de la habitación, a pesar de que no había necesidad de hacerlo. Las últimas dos semanas fueron agotadoras —por los exámenes de final de semestre—, aunque no para él. Estudiar nunca fue un problema.Cuando comenzó a asistir a la escuela primaria hubo un gran revuelo. Los maestros quedaron estupefactos al darse cuenta —después de un par de semanas— que el nuevo niño (él) estaba más allá de los conocimientos básicos, a pesar de la corta edad. Resolver sumas y restas, dividir y multiplicar, leer sin titubear, no era algo habitué de ver en un niño de cinco años. Sin embargo, él fue la excepción en aquel entonces. No le agradó el trato especial que le brindaron, mucho menos que lo trataran como si él fuera superior a los demás solo por tener incorporado conocimientos que no
Frunció el ceño y el pequeño cristal resbaló de entre sus dedos, cayendo al lavamanos. Miró al reflejo, a la cosa... No, no era una cosa, ¿qué era? No podía seguir pensando en el reflejo como una cosa porque no lo era.—Orión —espetó—. ¿Puedes... oírme? —El reflejo asintió—. Bien, eso está bien. Necesito saber algo y, eh, ¿eres humano? —La imagen pareció titubear, pero asintió de nuevo—. Oh. De acuerdo, esto sigue siendo extraño para mí. A veces creo que estoy demente porque, ¿cómo es posible que un ser humano, un chico, esté metido dentro de mi maldito espejo? —preguntó, más para sí mismo.Se alejó del pulcro cristal, sin despegar la mirada de este. El reflejo, Orión, imitó su acción. Refregó su rostro con ambas manos en un gesto exasperado, cansino. La situación en sí lo era. No tenía coherencia lógica, nada de lo que estaba ocurriendo pareciera ser real.Dejó caer los brazos a los costados de su cuerpo y fijó la mirada en el reflejo.—Entonces... —comentó, arqueando una ceja—. Si e
Meditar positivamente sobre una pequeña posibilidad de que pudiera ser útil, ayudar, causó que más dilemas emergiesen dentro de la broza de la mente de Alex.—Orión, cuando te encerraron allí, ¿estabas... vivo? —No tuvo filtro en las palabras y la ansiedad estaba consumiendo la poca cordura que le quedaba—. Es algo que necesito saber.Irguió la mirada hacia el espejo. Lo que vio, provocó que su piel se erizara. La angustia aflorando, la tristeza cubriendo su rostro. La realidad golpeándolo férreamente en forma de una imagen, en forma de una mirada singular. De unos ojos tan enigmáticos. De lágrimas que empañaban unas mejillas pálidas. De un chico encerrado en su espejo que lloraba mientras lo observaba como si Alex fuera el causante del llanto y lo nefasto es que lo era.—Estás... muerto —murmuró, cerrando los ojos.Sintió las náuseas nacer en la boca de su estómago. Un sonido lo regresó a la realidad. Abrió los ojos. Fijó la mirada al espejo, tratando de descifrar las señas frenética
Continuación inmediata del capítulo anterior.«… Aún recuerdo cómo me sentí cuando comprobé que no estaba en mi cama, sino en el piso, en medio de la habitación. Ellos corrieron los muebles y me colocaron en medio de un círculo, rodeado por velas. La luz mortecina no ayudó a los recurrentes mareos que sentí. La chica, la del libro, yacía de pie delante de mí. Su sonrisa... era escalofriante. Nunca vi tanto odio en los ojos de una persona como en los de ella.Con la vista nublada, traté de identificarlos, pero no pude. Luego comencé a oír un suave arrullo, como esos de cuna. El cántico llegaba de todas las direcciones y sus voces se unificaron en una sola y la chica de pie, delante de mí, comenzó a recitar frases en un desconocido idioma para mis oídos.Me asusté al punto de gritar por ayuda y mi voz quedó atascada dentro de mi boca. Intenté desatarme, pero mi cuerpo no respondía. Estaba entumecido, imposibilitando cualquier movimiento. Paralizado y lleno de terror. No sé cuánto tiempo
La semana finalizó y —a pesar del cansancio y de la falta de sueño por los estresantes exámenes finales— todos los estudiantes estallaron eufóricos de alegría ante la llegada de las vacaciones por navidad y año nuevo. La mayoría de ellos regresarían a casa a pasar los días festivos en familia y estaba bien.Los dormitorios iban quedando vacíos a medida que los universitarios abandonaban el campus, cargando bolsos y mochilas. La felicidad impregnada en los rostros de los familiares que pasaban a recogerlos en la entrada de la universidad y luego... solo quedaba una estela de polvo y humo pululando en el aire hasta desvanecerse completamente cuando ya no quedaban rastros de los coches en las calles. Era un panorama melancólico para los pocos —y muy contados— estudiantes que quedaban dentro del campus, en los dormitorios. Algunos por no tener un verdadero hogar al cual regresar para disfrutar de los días festivos, otros por razones de trabajo de medio tiempo y otros preferían encerrarse
«Tus emociones y sentimientos están confusos. Tu corazón y alma, antes puros, se han manchado. Tu conciencia, antes sosegada, está revuelta. Ya no eres tú, sino otro. No eres la misma persona que ha llegado aquí con los objetivos claros e incluso ahora no sabes cuáles eran tus metas por alcanzar. No sabes quién eres. Te has perdido, pero todavía existe una manera en la cual puedas intentar salvarte. Falta poco, solo haz un intento más. Concéntrate, mantente firme ante lo que deseas. Lo quieres, no lo niegues. No luches contra las fuerzas que se apoderan de tu ser. Cada que lo miras, cada que hablas, es como si lo estuvieras haciendo con tu propio ser y entonces, ¿ese reflejo es verdaderamente de otra persona o es el tuyo? Los espejos no solamente muestran nuestros reflejos, sino que nos muestran mucho más de lo que algunos pueden ver y tú... has visto mucho más. Has visto tu... alma.Pobre niño que no tiene descanso. Pobre de ti. No hay temor más grande que aquel que se tiene de sí mi
Abrió los ojos de golpe. Su respiración agitada. Pestañeó un par de veces, tratando de acostumbrarse a la luz dorada que bañaba la habitación. Se pasó una mano por la frente, percatándose de que una fina capa de sudor cubría su piel. Reconoció el entorno, dándose cuenta de que estaba en su cama (en su cuarto). Regulando la respiración, intentó incorporarse mientras su mente volvía a conectarse con la realidad.Dando un manotazo hacia un lado, retiró las sábanas que cubrían su cuerpo sudoroso. Necesitaba con urgencia darse una buena ducha caliente.—No puedes levantarte —Volteó la cabeza en torno a la voz ajena. ¿Quién era esa persona?—. Aún no estás completamente bien. Por lo menos ya no tienes fiebre.—¿Qué...? ¿Quién es usted? —cuestionó confuso.—El enfermero de turno —Frunció el ceño, sin tener noción de... nada—. Dimayev Iván y estoy encargado de velar por tu salud.—¿Por qué? No me siento como si hubiera sufrido un accidente o algo así —comentó, mirándose a sí mismo.—No un acci
Siguió al pie de la letra las instrucciones del doctor. Descansaba y dormía bien por las noches, llevaba una buena alimentación. Pronto sus defensas recobraron fuerzas y los resultados estaban a la vista. Su cuerpo sufrió un gran cambio, volviéndose estilizado, firme; sus mejillas asalmonadas, sus ojos con vida, su cabello reluciente. Volvió a ser el chico vivaz, estudioso, afable y, por supuesto, con sus defectos, pero eran suyos. Y él era el único que se soportaba a sí mismo. No molestaba a nadie, nunca lo hizo.El recuerdo de todo lo que ocurrió en los últimos meses iba esfumándose de su mente con cada nuevo día. Sin embargo, inconscientemente, una parte de sus recuerdos quedaron encerrados en algún recoveco de su memoria.(…)Seis meses después.El día tuvo el mismo desenlace que los anteriores. Clases, talleres, biblioteca, almuerzo, clases, otros talleres y de ese modo hasta caer la tarde.Mientras se dirigía a su cuarto —luego de la última clase— una mujer lo interceptó.—Alexa