Meditar positivamente sobre una pequeña posibilidad de que pudiera ser útil, ayudar, causó que más dilemas emergiesen dentro de la broza de la mente de Alex.—Orión, cuando te encerraron allí, ¿estabas... vivo? —No tuvo filtro en las palabras y la ansiedad estaba consumiendo la poca cordura que le quedaba—. Es algo que necesito saber.Irguió la mirada hacia el espejo. Lo que vio, provocó que su piel se erizara. La angustia aflorando, la tristeza cubriendo su rostro. La realidad golpeándolo férreamente en forma de una imagen, en forma de una mirada singular. De unos ojos tan enigmáticos. De lágrimas que empañaban unas mejillas pálidas. De un chico encerrado en su espejo que lloraba mientras lo observaba como si Alex fuera el causante del llanto y lo nefasto es que lo era.—Estás... muerto —murmuró, cerrando los ojos.Sintió las náuseas nacer en la boca de su estómago. Un sonido lo regresó a la realidad. Abrió los ojos. Fijó la mirada al espejo, tratando de descifrar las señas frenética
Continuación inmediata del capítulo anterior.«… Aún recuerdo cómo me sentí cuando comprobé que no estaba en mi cama, sino en el piso, en medio de la habitación. Ellos corrieron los muebles y me colocaron en medio de un círculo, rodeado por velas. La luz mortecina no ayudó a los recurrentes mareos que sentí. La chica, la del libro, yacía de pie delante de mí. Su sonrisa... era escalofriante. Nunca vi tanto odio en los ojos de una persona como en los de ella.Con la vista nublada, traté de identificarlos, pero no pude. Luego comencé a oír un suave arrullo, como esos de cuna. El cántico llegaba de todas las direcciones y sus voces se unificaron en una sola y la chica de pie, delante de mí, comenzó a recitar frases en un desconocido idioma para mis oídos.Me asusté al punto de gritar por ayuda y mi voz quedó atascada dentro de mi boca. Intenté desatarme, pero mi cuerpo no respondía. Estaba entumecido, imposibilitando cualquier movimiento. Paralizado y lleno de terror. No sé cuánto tiempo
La semana finalizó y —a pesar del cansancio y de la falta de sueño por los estresantes exámenes finales— todos los estudiantes estallaron eufóricos de alegría ante la llegada de las vacaciones por navidad y año nuevo. La mayoría de ellos regresarían a casa a pasar los días festivos en familia y estaba bien.Los dormitorios iban quedando vacíos a medida que los universitarios abandonaban el campus, cargando bolsos y mochilas. La felicidad impregnada en los rostros de los familiares que pasaban a recogerlos en la entrada de la universidad y luego... solo quedaba una estela de polvo y humo pululando en el aire hasta desvanecerse completamente cuando ya no quedaban rastros de los coches en las calles. Era un panorama melancólico para los pocos —y muy contados— estudiantes que quedaban dentro del campus, en los dormitorios. Algunos por no tener un verdadero hogar al cual regresar para disfrutar de los días festivos, otros por razones de trabajo de medio tiempo y otros preferían encerrarse
«Tus emociones y sentimientos están confusos. Tu corazón y alma, antes puros, se han manchado. Tu conciencia, antes sosegada, está revuelta. Ya no eres tú, sino otro. No eres la misma persona que ha llegado aquí con los objetivos claros e incluso ahora no sabes cuáles eran tus metas por alcanzar. No sabes quién eres. Te has perdido, pero todavía existe una manera en la cual puedas intentar salvarte. Falta poco, solo haz un intento más. Concéntrate, mantente firme ante lo que deseas. Lo quieres, no lo niegues. No luches contra las fuerzas que se apoderan de tu ser. Cada que lo miras, cada que hablas, es como si lo estuvieras haciendo con tu propio ser y entonces, ¿ese reflejo es verdaderamente de otra persona o es el tuyo? Los espejos no solamente muestran nuestros reflejos, sino que nos muestran mucho más de lo que algunos pueden ver y tú... has visto mucho más. Has visto tu... alma.Pobre niño que no tiene descanso. Pobre de ti. No hay temor más grande que aquel que se tiene de sí mi
Abrió los ojos de golpe. Su respiración agitada. Pestañeó un par de veces, tratando de acostumbrarse a la luz dorada que bañaba la habitación. Se pasó una mano por la frente, percatándose de que una fina capa de sudor cubría su piel. Reconoció el entorno, dándose cuenta de que estaba en su cama (en su cuarto). Regulando la respiración, intentó incorporarse mientras su mente volvía a conectarse con la realidad.Dando un manotazo hacia un lado, retiró las sábanas que cubrían su cuerpo sudoroso. Necesitaba con urgencia darse una buena ducha caliente.—No puedes levantarte —Volteó la cabeza en torno a la voz ajena. ¿Quién era esa persona?—. Aún no estás completamente bien. Por lo menos ya no tienes fiebre.—¿Qué...? ¿Quién es usted? —cuestionó confuso.—El enfermero de turno —Frunció el ceño, sin tener noción de... nada—. Dimayev Iván y estoy encargado de velar por tu salud.—¿Por qué? No me siento como si hubiera sufrido un accidente o algo así —comentó, mirándose a sí mismo.—No un acci
Siguió al pie de la letra las instrucciones del doctor. Descansaba y dormía bien por las noches, llevaba una buena alimentación. Pronto sus defensas recobraron fuerzas y los resultados estaban a la vista. Su cuerpo sufrió un gran cambio, volviéndose estilizado, firme; sus mejillas asalmonadas, sus ojos con vida, su cabello reluciente. Volvió a ser el chico vivaz, estudioso, afable y, por supuesto, con sus defectos, pero eran suyos. Y él era el único que se soportaba a sí mismo. No molestaba a nadie, nunca lo hizo.El recuerdo de todo lo que ocurrió en los últimos meses iba esfumándose de su mente con cada nuevo día. Sin embargo, inconscientemente, una parte de sus recuerdos quedaron encerrados en algún recoveco de su memoria.(…)Seis meses después.El día tuvo el mismo desenlace que los anteriores. Clases, talleres, biblioteca, almuerzo, clases, otros talleres y de ese modo hasta caer la tarde.Mientras se dirigía a su cuarto —luego de la última clase— una mujer lo interceptó.—Alexa
Orión MillerSe despertó en una cama de hospital con varios cables conectados a su cuerpo. Su cabeza a punto de estallar y las memorias tratando de emerger desde algún recóndito lugar de su mente. Cada músculo de su anatomía parecía estar entumecido, imposibilitándolo a moverse libremente. Y, luego, una máquina emitiendo un sonido estridente; la puerta abriéndose de par en par, una destellante luz blanca invadiendo sus pupilas y la voz adusta de un hombre, haciéndole diferentes preguntas que no supo responder.Posterior a un minucioso chequeo sobre sus signos vitales, retiraron los cables de su cuerpo, desconectaron la máquina y logró respirar por propia voluntad. Al cabo de unos extensos minutos, reconoció el rostro del hombre, Jared Williams.—Tuviste mucha suerte, muchacho —habló el hombre—. Todo indica que estás estable y hasta el momento no parece haber secuelas graves.—¿Q-qué...? —Las paredes de su garganta escocieron, impidiéndole hablar.—Tranquilo, podrás hablar correctament
Tiempo actual.Hace una semana atrás logró pasar el examen de admisión que le permitió regresar al campus universitario. No tuvo mayores percances más que pasar horas estudiando y el fruto de sus esfuerzos estaba a la vista. Retomaría su vida dónde la dejó.Era extraño estar de regreso. Era extraño estar viviendo dentro del campus universitario después de casi un año y medio, pero había algo que lo impulsaba hacia delante. El doctor Williams lo ayudó con todo el papeleo para retomar la carrera en donde la dejó. Sin embargo, consiguió algo más. Solicitó vivir en su antigua habitación. Por supuesto, sabía que aquel cuarto estaba habitado por alguien más. Mismo alguien que había pedido al Consejo Directivo no compartir la habitación con nadie. Aparentemente, ese alguien había tenido problemas con su antiguo compañero. A pesar de todo, logró persuadir al director, convenciéndolo de que la mejor manera de que el estudiante tuviera la oportunidad de entablar una convivencia afable con los d