Tiempo actual.Hace una semana atrás logró pasar el examen de admisión que le permitió regresar al campus universitario. No tuvo mayores percances más que pasar horas estudiando y el fruto de sus esfuerzos estaba a la vista. Retomaría su vida dónde la dejó.Era extraño estar de regreso. Era extraño estar viviendo dentro del campus universitario después de casi un año y medio, pero había algo que lo impulsaba hacia delante. El doctor Williams lo ayudó con todo el papeleo para retomar la carrera en donde la dejó. Sin embargo, consiguió algo más. Solicitó vivir en su antigua habitación. Por supuesto, sabía que aquel cuarto estaba habitado por alguien más. Mismo alguien que había pedido al Consejo Directivo no compartir la habitación con nadie. Aparentemente, ese alguien había tenido problemas con su antiguo compañero. A pesar de todo, logró persuadir al director, convenciéndolo de que la mejor manera de que el estudiante tuviera la oportunidad de entablar una convivencia afable con los d
—Esto no es el final. Es un comienzo —comenzó el hombre frente al estrado mientras paseaba la mirada entre la multitud de estudiantes—. Aquí solamente concluye una etapa de sus vidas y a partir de mañana comienza otra. Todos ustedes ingresaron con objetivos y metas. Con ilusión, con pasión. En el camino tuvieron obstáculos difíciles, pero siguieron adelante y es por eso que hoy están aquí. Se han comprometido a lo largo de estos años, han pasado noches en vela estudiando con tal de no reprobar un examen —Risitas se oyeron provenientes de los alumnos—. Aquí culmina el trabajo, la esencia de la universidad, la formación y desarrollo de nuevos profesionales que son ustedes, jóvenes egresados. La facultad de Arquitectura los ha formado, los ha capacitado para que mañana puedan realizarse como profesional con los instrumentos que aquí les hemos otorgado. Es por eso que me siento particularmente orgulloso de cada uno de ustedes porque aquí hemos pasado años de nuestras vidas, hemos convivid
Las lágrimas se deslizaron por sus mejillas.—No regresarás y yo me quedaré solo.—Un año —Sus brazos viajaron y se adueñaron del cuello del chico—. Solamente te falta un año y te graduaras. Y sé que serás un excelente profesor de Literatura.—P-pero no estarás aquí conmigo —musitó-sollozó.—No te dejaré, Alex —Suaves manos acunaron su rostro, dedos secando las lágrimas de sus mejillas—. No quiero que estés triste. Quiero que sonrías, quiero que tus ojos se iluminen como siempre lo han hecho. Como la primera vez que te vi.—Lo siento —Sorbió la nariz, sintiéndose apocado—. No quise... irme así de la fiesta. Lo siento mucho.—No te preocupes, la fiesta no fue tan interesante —Se perdió observando los ojos color verde como una pradera—. Si no fuera por Miriam, hubiera salido detrás de ti apenas te marchaste.—Lo sé, te vi hablando con ella —espetó, exhalando un ligero suspiro—. Entonces, ¿ya tienes dónde ir?—Eh, sí —Aflojó el agarre de sus brazos del cuello de Orión—. De hecho, no tend
Vaya, la vida es una mierda, aunque creo que exagero un poco, bueno, en realidad no. Todo fue su culpa porque, por supuesto, él se cree dueño del mundo y no, maldita sea, no lo es. Sin embargo, a pesar de su ego, él puede ser ese tipo de persona empalagosa y bastante atenta, cuando quiere.(…)El día comenzó como cualquier otro, ambos nos sumergimos en una rutina pacífica y eso está bien. Los día hábiles son ajetreados, cada quien sumido en alistarse para arrancar una jornada laboral de ocho horas, aunque esporádicamente se sumaban dos horas más, pero nada que no fuera beneficioso.Eliot se desempeña como abogado civil y actualmente está trabajando en un caso sobre disputas de intereses de no sé qué; la verdad no entiendo mucho del tema y cada que le pregunto algo referente a su trabajo, él habla con un léxico sobre códigos civiles y leyes que terminan por aburrirme porque no captó nada de nada, pero lo escucho y asiento con la cabeza como si de verdad lo entendiera; muy en el fondo,
Encontrar la casa en silencio no fue novedad. Eliot llegaba después de las seis de la tarde.Me despojé del morral y del bolso que contenía todo tipo de papeles —entre ellos muchos dibujos de mis alumnos—, materiales que utilizo en las escuelas y carpetas en las cuales programo las actividades para el día siguiente.Manteniendo el orden y la organización, acomodé mis pertenecías en un mueble para tal fin. Eliot tenía el suyo.Di una repasada rápida al living-comedor, otra en la cocina y opté por un baño antes de comenzar a idear qué preparar para la cena.No tardé mucho, quizás una media hora, la ducha sirvió para relajarme. Vestido cómodamente, empecé a revolotear por la cocina. Decidí por carne al horno con verduras y una ensalada, bueno, Eliot tendría que conformarse con más... verduras.Nuestra vida es sencilla y fácil de llevar. Una relación de casi siete años lo decía todo y más.Conocí a Eliot en mi último año de universidad y recuerdo que lo detesté como nunca antes lo había h
El otoño estaba a la vuelta de la esquina y el ligero viento fresco era sinónimo de ello, por no mencionar la mutación de colores en las hojas de los frondosos árboles que perfilaba a lo largo de la vereda.Como cada mañana, una muchedumbre se aglomeraba dentro de la cafetería y el aroma a café y pastelillos era todo lo que se olfateaba en el entorno. Era una rutina tan habitúe y no era de extrañar que conociera a casi todos los clientes… Casi, porque una mañana llegó él.Y la simple rutina diaria de atender a cientos de personas se convirtió en algo nuevo cada día... Todo gracias a él.(…)No me considero especial. Soy un mero mortal, vaya cosa, de 22 años de edad que se ha revelado hace poco más de dos años, optando por trabajar en lugar de estudiar. Sin embargo, a raíz de mi tardío berrinche de adolescente, mis padres decidieron que lo mejor sería que me fuera de casa una vez consiguiera un trabajo. Por supuesto, ellos no estaban dispuestos a mantener a un parásito de 20 años, por
Meses después.—Que no, papá, estoy bien —repliqué, por enésima vez o algo así.—Tu madre me comentó que tienes un acosador. Es algo por lo cual preocuparse —Negué con la cabeza, aunque él no podía verme—. ¿Estás seguro de que todo está bien?—No es un acosador. Es un simple cliente un tanto... exigente —expliqué—. Y de nuevo, estoy bien.—De acuerdo, haré como que te creo, hijo —Solté una risita por lo bajo—. Sin embargo, tu madre también me contó que a ti te gusta ese tipo, ¿es cierto? ¿Acaso eres una especie de masoquista?—¡Papá! —exclamé.—Es que quiero entenderte, Elías, ¿es mucho pedir?—Oh, Señor Jesús, ayúdame —murmuré.—No metas a Jesús en esto, él no tiene nada que ver —Bueno, sí, era cierto, pero... —. Además, eres ateo, hijo.—¿Siguen yendo a la iglesia, papá? —cuestioné, tratando de desviar la...—Ni siquiera lo intentes, Elías, y responde la pregunta.—Bien y no, no soy eso que dijiste y sí, mamá tiene razón —enuncié, desplomándome en el sofá—. Es un hombre apuesto y ti
Resistí la tentación de llamar a mi padre y contarle todo lo que había pasado; además, sabía perfectamente el extenso sermón que me daría por todo lo que sucedió y no me apetecía escucharlo.Opté por pasar el resto de la tarde encerrado en el departamento, comer helado y mirar películas de acción. Era un hábito que “agarré” cuando obtuve mi primer corazón roto, hace tantos años atrás, por haber puesto los ojos en alguien a quien no le importé lo suficiente como para mantenerme a su lado. Bien, estoy exagerando un poquito. No fue tan así, aunque supongo que le sucede a la mayoría de las personas en plena etapa hormonal (la tan revoltosa adolescencia, por decir algo).La realidad es que nunca tuve un novio, pero si tuve relaciones cortas para experimentar y esas cosas. Sin embargo, recuerdo que tuve un enamoramiento por mi profesor de literatura. Me resulta algo gracioso, hoy día, porque solo tenía trece años y había descubierto que mi interés sexual se desviaba al otro lado de la calle