Abrió los ojos de golpe. Su respiración agitada. Pestañeó un par de veces, tratando de acostumbrarse a la luz dorada que bañaba la habitación. Se pasó una mano por la frente, percatándose de que una fina capa de sudor cubría su piel. Reconoció el entorno, dándose cuenta de que estaba en su cama (en su cuarto). Regulando la respiración, intentó incorporarse mientras su mente volvía a conectarse con la realidad.Dando un manotazo hacia un lado, retiró las sábanas que cubrían su cuerpo sudoroso. Necesitaba con urgencia darse una buena ducha caliente.—No puedes levantarte —Volteó la cabeza en torno a la voz ajena. ¿Quién era esa persona?—. Aún no estás completamente bien. Por lo menos ya no tienes fiebre.—¿Qué...? ¿Quién es usted? —cuestionó confuso.—El enfermero de turno —Frunció el ceño, sin tener noción de... nada—. Dimayev Iván y estoy encargado de velar por tu salud.—¿Por qué? No me siento como si hubiera sufrido un accidente o algo así —comentó, mirándose a sí mismo.—No un acci
Siguió al pie de la letra las instrucciones del doctor. Descansaba y dormía bien por las noches, llevaba una buena alimentación. Pronto sus defensas recobraron fuerzas y los resultados estaban a la vista. Su cuerpo sufrió un gran cambio, volviéndose estilizado, firme; sus mejillas asalmonadas, sus ojos con vida, su cabello reluciente. Volvió a ser el chico vivaz, estudioso, afable y, por supuesto, con sus defectos, pero eran suyos. Y él era el único que se soportaba a sí mismo. No molestaba a nadie, nunca lo hizo.El recuerdo de todo lo que ocurrió en los últimos meses iba esfumándose de su mente con cada nuevo día. Sin embargo, inconscientemente, una parte de sus recuerdos quedaron encerrados en algún recoveco de su memoria.(…)Seis meses después.El día tuvo el mismo desenlace que los anteriores. Clases, talleres, biblioteca, almuerzo, clases, otros talleres y de ese modo hasta caer la tarde.Mientras se dirigía a su cuarto —luego de la última clase— una mujer lo interceptó.—Alexa
Orión MillerSe despertó en una cama de hospital con varios cables conectados a su cuerpo. Su cabeza a punto de estallar y las memorias tratando de emerger desde algún recóndito lugar de su mente. Cada músculo de su anatomía parecía estar entumecido, imposibilitándolo a moverse libremente. Y, luego, una máquina emitiendo un sonido estridente; la puerta abriéndose de par en par, una destellante luz blanca invadiendo sus pupilas y la voz adusta de un hombre, haciéndole diferentes preguntas que no supo responder.Posterior a un minucioso chequeo sobre sus signos vitales, retiraron los cables de su cuerpo, desconectaron la máquina y logró respirar por propia voluntad. Al cabo de unos extensos minutos, reconoció el rostro del hombre, Jared Williams.—Tuviste mucha suerte, muchacho —habló el hombre—. Todo indica que estás estable y hasta el momento no parece haber secuelas graves.—¿Q-qué...? —Las paredes de su garganta escocieron, impidiéndole hablar.—Tranquilo, podrás hablar correctament
Tiempo actual.Hace una semana atrás logró pasar el examen de admisión que le permitió regresar al campus universitario. No tuvo mayores percances más que pasar horas estudiando y el fruto de sus esfuerzos estaba a la vista. Retomaría su vida dónde la dejó.Era extraño estar de regreso. Era extraño estar viviendo dentro del campus universitario después de casi un año y medio, pero había algo que lo impulsaba hacia delante. El doctor Williams lo ayudó con todo el papeleo para retomar la carrera en donde la dejó. Sin embargo, consiguió algo más. Solicitó vivir en su antigua habitación. Por supuesto, sabía que aquel cuarto estaba habitado por alguien más. Mismo alguien que había pedido al Consejo Directivo no compartir la habitación con nadie. Aparentemente, ese alguien había tenido problemas con su antiguo compañero. A pesar de todo, logró persuadir al director, convenciéndolo de que la mejor manera de que el estudiante tuviera la oportunidad de entablar una convivencia afable con los d
—Esto no es el final. Es un comienzo —comenzó el hombre frente al estrado mientras paseaba la mirada entre la multitud de estudiantes—. Aquí solamente concluye una etapa de sus vidas y a partir de mañana comienza otra. Todos ustedes ingresaron con objetivos y metas. Con ilusión, con pasión. En el camino tuvieron obstáculos difíciles, pero siguieron adelante y es por eso que hoy están aquí. Se han comprometido a lo largo de estos años, han pasado noches en vela estudiando con tal de no reprobar un examen —Risitas se oyeron provenientes de los alumnos—. Aquí culmina el trabajo, la esencia de la universidad, la formación y desarrollo de nuevos profesionales que son ustedes, jóvenes egresados. La facultad de Arquitectura los ha formado, los ha capacitado para que mañana puedan realizarse como profesional con los instrumentos que aquí les hemos otorgado. Es por eso que me siento particularmente orgulloso de cada uno de ustedes porque aquí hemos pasado años de nuestras vidas, hemos convivid
Las lágrimas se deslizaron por sus mejillas.—No regresarás y yo me quedaré solo.—Un año —Sus brazos viajaron y se adueñaron del cuello del chico—. Solamente te falta un año y te graduaras. Y sé que serás un excelente profesor de Literatura.—P-pero no estarás aquí conmigo —musitó-sollozó.—No te dejaré, Alex —Suaves manos acunaron su rostro, dedos secando las lágrimas de sus mejillas—. No quiero que estés triste. Quiero que sonrías, quiero que tus ojos se iluminen como siempre lo han hecho. Como la primera vez que te vi.—Lo siento —Sorbió la nariz, sintiéndose apocado—. No quise... irme así de la fiesta. Lo siento mucho.—No te preocupes, la fiesta no fue tan interesante —Se perdió observando los ojos color verde como una pradera—. Si no fuera por Miriam, hubiera salido detrás de ti apenas te marchaste.—Lo sé, te vi hablando con ella —espetó, exhalando un ligero suspiro—. Entonces, ¿ya tienes dónde ir?—Eh, sí —Aflojó el agarre de sus brazos del cuello de Orión—. De hecho, no tend
Vaya, la vida es una mierda, aunque creo que exagero un poco, bueno, en realidad no. Todo fue su culpa porque, por supuesto, él se cree dueño del mundo y no, maldita sea, no lo es. Sin embargo, a pesar de su ego, él puede ser ese tipo de persona empalagosa y bastante atenta, cuando quiere.(…)El día comenzó como cualquier otro, ambos nos sumergimos en una rutina pacífica y eso está bien. Los día hábiles son ajetreados, cada quien sumido en alistarse para arrancar una jornada laboral de ocho horas, aunque esporádicamente se sumaban dos horas más, pero nada que no fuera beneficioso.Eliot se desempeña como abogado civil y actualmente está trabajando en un caso sobre disputas de intereses de no sé qué; la verdad no entiendo mucho del tema y cada que le pregunto algo referente a su trabajo, él habla con un léxico sobre códigos civiles y leyes que terminan por aburrirme porque no captó nada de nada, pero lo escucho y asiento con la cabeza como si de verdad lo entendiera; muy en el fondo,
Encontrar la casa en silencio no fue novedad. Eliot llegaba después de las seis de la tarde.Me despojé del morral y del bolso que contenía todo tipo de papeles —entre ellos muchos dibujos de mis alumnos—, materiales que utilizo en las escuelas y carpetas en las cuales programo las actividades para el día siguiente.Manteniendo el orden y la organización, acomodé mis pertenecías en un mueble para tal fin. Eliot tenía el suyo.Di una repasada rápida al living-comedor, otra en la cocina y opté por un baño antes de comenzar a idear qué preparar para la cena.No tardé mucho, quizás una media hora, la ducha sirvió para relajarme. Vestido cómodamente, empecé a revolotear por la cocina. Decidí por carne al horno con verduras y una ensalada, bueno, Eliot tendría que conformarse con más... verduras.Nuestra vida es sencilla y fácil de llevar. Una relación de casi siete años lo decía todo y más.Conocí a Eliot en mi último año de universidad y recuerdo que lo detesté como nunca antes lo había h