Capítulo 97
En ese momento, todos los all presentes sintieron un escalofrió que les recorrio el alma y los trajo de nuevo a mirar al pálido Juan.

Los Pérez habían planeado meticulosamente tantas estratagemas, solo para enfrentarse a una persona.

Él estaba en ese momento condenado ya a morir.

Sin embargo, Juan simplemente suspiró.

—Bastardo, ¿por qué suspiras? ¿Acaso tienes algo de miedo?

—Si te arrodillas ahora y te rompes los brazos, tal vez te dejemos morir sin tanto sufrimiento.

Julio, desde lejos, se rio con frialdad.

—Romperse los brazos no es suficiente. He aprendido un método mejor de tortura en el extranjero: se trata de cortar la carne de las extremidades, dejando solo los huesos.

Una voz helada resonó a lo lejos mientras Pedro era empujado hacia adelante.

Pedro, con una expresión muy sanguinaria, miraba a Juan como una bestia hambrienta.

Los presentes sintieron un fuerte escalofrío en el corazón.

¿Eso no era comparable a las diez peores torturas de la antigüedad?

Juan, con las manos en l
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