Capítulo 45
—¡No!

Al sentir la intención asesina en los ojos de Juan, Rafael se aterrorizó tanto que casi perdió por completo el alma: —¡Perdóname, por favor! ¡No tuve nada que ver con el incendio de Ángel Guardián!

—Te lo suplico, déjame vivir. Si me perdonas, estoy dispuesto a testificar contra los Pérez y revelar todas sus atrocidades en lo absoluto.

Aunque decía estas palabras, sus ojos mostraban un fuerte destello de odio apenas perceptible.

Él juraba que, si lograba sobrevivir hoy, haría todo lo posible por despedazar a Juan.

—¿Nada que ver contigo? —Juan se rio, sus ojos llenos de burla total: —¿De verdad crees que no sé que organizaste precisamente esta subasta para atraerme?

—Tú... ¿en realidad lo sabías todo?

El corazón de Rafael se hundió al instante y su miedo aumentó: —No puedes matarme, te aseguro que los Pérez no te dejarán en paz. Su poder va más allá de lo que puedes realmente imaginar.

Antes de que pudiera terminar, sintió un frío glacial en su cuello. Luego, como si el mundo se
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