Capítulo 338
Elena sintió un temblor recorrer todo su cuerpo. Con mucha prisa, se acercó y levantó la manga izquierda de Marta. De inmediato, descubrió una pequeña marca de nacimiento roja, del tamaño de un frijol, en su muñeca.

En ese mismo instante, la abrazó con fuerza, sin poder siquiera contener las lágrimas: —¡Marta, eres tú! Después de tantos años... Pensé que nunca volvería a verte.

¡Era ella! No había duda alguna.

No podía estar del todo equivocada. Años atrás, cuando la encontró en una bañera flotando en el lago, ya había notado aquella marca de nacimiento en su mano.

—Elena, lo siento mucho... Marta no sirvió de nada, no logré encontrarte todos estos años.

—No llores, mi niña. Elena está muy bien. El simple hecho de verte de nuevo ya me hace muy feliz.

Ambas se abrazaron, llorando desconsoladas, mientras Patricia e Irene, que habían entrado al escuchar los fuertes lamentos, no pudieron evitar siquiera que se les enrojecieran los ojos.

Araceli, encargada de la seguridad de Celeste, al oír
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