Capítulo 229
En la superficie del granito, tan duro como el hierro, apareció de repente una enorme huella de mano.

La marca de la palma estaba claramente impresa en la piedra.

—¿Cómo es posible?

En ese instante, tanto Diego como Patricia abrieron los ojos de manera desmesurada, mirando la escena con una mezcla de asombro y conmoción.

Feliciano había dejado una huella en la mesa de piedra con solo colocar su mano, lo cual requería una inmensa fuerza interna.

Todos los presentes estaban sorprendidos por la escena.

Si esa palma hubiera sido colocada sobre el cuerpo de una persona, definitivamente nadie podría haberla soportado.

Al pensar en esto, Diego se levantó de inmediato y, con respeto, hizo una reverencia muy profunda ante Feliciano: —Feliciano, sin duda alguna eres un gran maestro. Antes te subestimé, y espero que puedas en este momento perdonar mi ignorancia.

Feliciano cruzó las manos detrás de su espalda, disfrutando del reconocimiento con evidente satisfacción.

Los dos jóvenes que lo acompañ
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