—Matar a un inútil como tú simplemente ensucia mis manos— dijo Eladio con una sonrisa sádica, sin ni siquiera mirar el cuerpo caído en el suelo.Esta escena repentina dejó a Diego, Feliciano y los demás completamente perplejos.—¡Lautaro!—¡Hermano!Feliciano y el último joven que quedaba junto a él mostraban en sus rostros una profunda tristeza e incredulidad por lo sucedido.Juan solo pudo sacudir la cabeza en absoluto silencio. Ya había advertido con anterioridad a Feliciano, pero ni él ni Lautaro quisieron escuchar.—¡Ja, ja, ja! —Aníbal reaccionó finalmente y soltó una carcajada. —Diego, ¿este es el 'experto' que la familia Ares ha contratado? ¡Es bastante patético! Eladio lo ha matado sin ningún esfuerzo.—Exacto, un desperdicio como este ni siquiera debería haber salido en primer lugar. ¿Quién más quiere en este momento venir a morir? —añadió Pascual con una expresión de entusiasmo.En ese instante tanto Aníbal como Pascual sintieron un respeto aún mayor por Eladio. No en vano e
—Un joven sin ningún poder, ¿qué derecho tienes de hablar pendejadas aquí?—Solo digo la verdad, créelo si quieres— respondió Juan con calma.—¡Mira, te estás pasando de la raya! —Matías, furioso, estaba a punto de atacarlo.Patricia, al ver esto, intervino con rápidez: —Juan, por favor, no hables más. No entendemos de artes marciales, es mejor que solo observemos en completo silencio.En ese preciso momento, Patricia sintió un leve resentimiento hacia Juan. Aunque no entendía muy bien de artes marciales, debería ser más prudente en sus comentarios, especialmente considerando que Feliciano era el experto que la familia Ares había contratado. En verdad, no era adecuado desanimar a sus propios aliados.Diego también con firmeza dijo: —Tienes razón, Juan, es mejor que no digamos nada para no distraer a Feliciano.Mientras tanto, Feliciano, que seguía concentrado enfrentando a Eladio, estaba a punto de estallar de ira. —Juan, ¡cómo te atreves a decir que perderé pronto! Si gano, te aseguro
La repentina voz dejó a todos los presentes atónitos.Incluso Eladio se quedó perplejo.Por un momento, todos los ojos se dirigieron al que había hablado, era precisamente Juan, con incredulidad en sus miradas.Pascual fue el primero en romper el silencio, estallando en carcajadas: —¿Escuché acaso mal? ¿verdad? ¿Este muchacho dice que puede salvar a Feliciano?—¡Ja, ja, ja! Creo que este tipo ya se ha dado por muerto y quiere darse un último gusto antes de morir— se burló Estela con desprecio, riendo a carcajadas.Ambos tenían una expresión arrogante, sin tomarse en serio las palabras de Juan.Eladio ya había demostrado su poder, superando incluso a Feliciano, ¿cómo podría este joven hacer algo al respecto?Feliciano, que estaba resignado a su cruel destino, abrió los ojos. Al darse cuenta de que quien había hablado era precisamente Juan, no pudo evitar sentir una mezcla de frustración y resignación. —Este muchacho... En un momento así, y aún se atreve a fanfarronear de esa manera.Jua
—¡Estás buscando la muerte!Pascual se enfureció, con una expresión salvaje en su rostro. —¡Eladio, destrúyelo, destroza a ese maldito mocoso! Pero no lo mates, quiero que sufra, ¡será más divertido de esa manera!La intención asesina de Eladio se centró en Juan. Lamiéndose los labios con un gesto sediento de sangre, dijo:—Chico, voy a cortar tus extremidades una por una, luego sumergiré tu cuerpo en ácido sulfúrico y te dejaré morir lentamente, en completa agonía.—¡Muere!Con un fuerte pisotón, el suelo se resquebrajó, y usando esa fuerza, Eladio se lanzó enardecido hacia Juan como una flecha disparada, moviéndose a una velocidad vertiginosa.Al ver esto, los rostros de Patricia, Diego y los demás palidecieron al instante.¡Todo estaba en este momento perdido!¡Juan estaba acabado!Feliciano, lleno de vergüenza, sacudió la cabeza. —Juan, es por mi incompetencia que ahora tú también estás en grave peligro.Mientras Eladio se acercaba con cautela, Pascual gritó entusiasmado: —¡Juan, t
En ese instante, los ojos de Pascual estaban enardecidos, reflejando un miedo extremo. A su lado, Aníbal, aterrorizado, se desplomó en el suelo, con el rostro lleno de un terror abrumador.El maestro que la familia Ortiz había contratado, el eminente discípulo del patriarca, ¡había muerto! Y lo más increíble era que había sido asesinado de un solo golpe por Juan.Esto era más increíble que una simple alucinación, algo que Aníbal no podía aceptar. Para él, Juan no era más que una insignificante hormiga. Si no fuera porque la familia Ares y Marta habían protegido a este muchacho, Pascual lo habría asesinado hace muchísimo tiempo.Pero ahora, la realidad le mostraba que esa insignificante hormiga era en realidad un maestro de artes marciales, y ni siquiera el discípulo del patriarca había sido capaz de derrotarlo.¿Cómo podría aceptar algo así?Era como si Dios le hubiera jugado una broma, una broma mil veces más absurda que el choque de Marte con la Tierra.Juan, con el rostro impasible,
Frente a él, Pascual yacía inmóvil, con los ojos bien abiertos, como si hubiese muerto con un rencor sin resolver. Aunque Estela tenía casi cincuenta años, su fuerza física superaba con creces la de un simple joven, y considerando que Pascual había desperdiciado su salud en los excesos, no era para nada rival para Estela.Patricia, con desprecio, exclamó con firmeza: —Para salvar su vida, es capaz de matar hasta a su propio sobrino. Verdaderamente, no es un ser humano.Estela ignoró por completo su burla, y con una expresión de sumisión, miró a Juan y dijo: —Juan, ya lo he asesinado. Ahora, ¿cumplirás tu promesa y me dejarás ir? ¿Si o no?Juan sonrió con ironía y respondió indiferente: —No.Estela escupió sangre al instante, exclamando: —¿Acaso, te estás burlando de mí?—¡Mentiroso! ¡Eres un vil mentiroso! ¡No cumples tu palabra!—No tengo ninguna obligación de cumplir mi palabra con la gente de la familia Ortiz— dijo Juan con frialdad.Estela comenzó a gritar desesperada: —¡Maldito im
En ese preciso momento, Feliciano ya no mostraba la arrogancia de antes; ahora solo sentía una profunda reverencia hacia Juan.Todo porque Juan era un verdadero maestro de las artes marciales.Juan sonrió con ligereza y dijo: —Feliciano, no es necesario que seas tan formal.De repente, su mano se movió como un rayo y se posó en el hombro de Feliciano. Al principio, Feliciano se sorprendió muchísimo, pero enseguida sintió una cálida corriente de energía que fluía por completo en su cuerpo, sanando con rapidez sus heridas.—No solo tiene una fuerza impresionante en combate, sino que además puede curar. Este joven es realmente excepcional— pensó Feliciano, cada vez más asombrado, y de nuevo volvió a agradecer: —¡Gracias, maestro, por salvarme!Juan entonces se giró hacia Patricia, quien lucía visiblemente incómoda, y le preguntó preocupada: —Patricia, ¿estás bien?—Me siento un poco mejor— respondió Patricia, pálida, mientras negaba con la cabeza. Desde pequeña había vivido rodeada de can
—En ese preciso momento, solo llevaba un chaleco antibalas y sostenía una metralleta. Todos los que intentaron detenerlo fueron vilmente asesinados.—En cuanto a lo que mencionan sobre las armas, por supuesto que pueden representar una feroz amenaza para él; después de todo, un maestro en las artes marciales no es en realidad un dios.Feliciano hizo una pausa antes de continuar: —Sin embargo, un maestro en las artes marciales tiene la excepcional habilidad de prever el peligro con anticipación.—¿Como un poder de premonición? —preguntó Patricia de forma instintiva.—No exactamente.Feliciano sonrió y explicó: —Es más como una velocidad de reacción muscular. Por ejemplo, si apuntas con una pistola a un maestro en las artes marciales, en el instante en que aprietas el gatillo, él puede detectar el peligro y al instante esquivar la bala con rapidez.—Por supuesto, esto solo funciona dentro de ciertos límites. Si apuntas la pistola directamente a su cabeza a quemarropa, entonces no podrá e