Capítulo 239
En ese preciso momento, Feliciano ya no mostraba la arrogancia de antes; ahora solo sentía una profunda reverencia hacia Juan.

Todo porque Juan era un verdadero maestro de las artes marciales.

Juan sonrió con ligereza y dijo: —Feliciano, no es necesario que seas tan formal.

De repente, su mano se movió como un rayo y se posó en el hombro de Feliciano. Al principio, Feliciano se sorprendió muchísimo, pero enseguida sintió una cálida corriente de energía que fluía por completo en su cuerpo, sanando con rapidez sus heridas.

—No solo tiene una fuerza impresionante en combate, sino que además puede curar. Este joven es realmente excepcional— pensó Feliciano, cada vez más asombrado, y de nuevo volvió a agradecer: —¡Gracias, maestro, por salvarme!

Juan entonces se giró hacia Patricia, quien lucía visiblemente incómoda, y le preguntó preocupada: —Patricia, ¿estás bien?

—Me siento un poco mejor— respondió Patricia, pálida, mientras negaba con la cabeza. Desde pequeña había vivido rodeada de can
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