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Mirada de mujer
Mirada de mujer
Por: Krisstal Nicaraguita Robinson
Conocer al hombre irritable

Todas tenemos ese sueño creado en nuestras mentes acerca de lo ideal, me refiero a todo.

En la vida puedes ser pasiva o activa o un poco de ámbos.

Mi nombre es Gabriela Lumbi, llámame chica provinciana o como desea si eso los hace feliz, a mi no me importaba en nada la etiqueta.

En mis escasos catorce años murieron mis padres, ellos fueron tremendamente joviales, me mostraban la vida tal cual era, nada de santa Claus vendrá si te portas bien, o los tres reyes magos vendrán siguiendo la estrella en el Oriente, ¡no! Ellos eran muy realistas, me decía mi padre cuando cumplí ocho años, los niños no lo traen un pajarraco para ser entregados a los nuevos supuestos padres, panflinas, eso es falso.

"Los niños nacen de nosotros los adultos, tenemos esa capacidad de procrear, pero debe haber amor entre el hombre y la mujer, me había dicho mi Padre, cuando cumplí doce años, así mi mente estaba abierto a una enseñanza que a algunos les podría parecer cruda, pero la realidad es que así mísmo era la vida misma, muy cruda y realista.

Tanto así que mis Padres, como si adivinaran el futuro inminente, me hablaban de cuanto podía aclarar acerca de los factores de la vida, su significado, la lucha constante, me hablaron de la muerte, sus propios conceptos y eso hizo que en mi se hiciera una imagen clara de lo que era en sí la vida de los seres humanos.

"Nuestro cuerpo, es nuestra nave, nuestra casa, donde habita nuestro espíritu, debes ser muy responsable para el uso que le das, no puedes hacer cualquier cosa por simple placer o por que te dé la gana. Eso debes aprender desde muy temprano y concientizarte." fueron las últimas palabras de mi padre, antes de abordar el avión del que no iba a bajar jamás.

En aquel momento cuando mi padre me hablara así, lo miré con mis grandes ojos parpadeantes, él fue un padre genial, no estoy para nada insatisfecha acerca de cómo me educó, fui muy afortunada, por ello estoy agradecida con Dios y con la vida por tremendo hombre con un carácter indeleble, nada de; mi pequeña esto es así y asá, no existia los términos medios en su vocabulario y en mi vida.

Ahora que me tocara trabajar lo hago y mucho, no reniego por ello, por que me gusta saber que la comida que llevo a la boca lo he ganado yo misma.

Actualmente vivo con mis abuelo y mis tíos, quienes hace ya año y medio quebraron la pequeña empresa que tenían.

Desde entonces mi tío y su familia volvieron a la casona de mis abuelos para supuestamente sustentarse y empezar de cero.

Mis tíos tienen una hija muy hermosa, se llama Micaela, ella aún está yendo a la universidad, estudia ingeniería química, yo no pude finalizar los estudios universitarios por que hace un año que la abuela enfermó de gravedad y mi tío y su esposa hablaron conmigo, me dijeron que ellos no podían encargarse de sustentar el cuidado de la abuela, así que yo debía hacerlo.

Prácticamente me exigieron que dejara mis estudios sin terminar para poder retribuir la crianza que mis abuelos me habían dado; sabía lo que quería decir, yo debía hacerme cargo del cuidado de la abuela, ya no podía darme el lujo de seguir con mis estudios, en lo particular, a mi no me gusta deberle nada a nadie, así que por mi esta bien, en algún momento cuando sea posible seguiré con mis estudios y lo finalizaré.

Me retiré de la la universidad, pienso que es algo temporal, pero ahora se hizo otro año más y no he podido volver a retomar mis estudios, la abuela sigue con sus medicamentos, los pagos de facturas llegan sin demora, así que debo seguir trabajando, hoy me toca salir de la cafetería en la que trabajo por medio tiempo para ir a otro empleo de medio tiempo. De ahí me conseguí otro empleo más, se trata de viajar en vuelos privados como camarera atendiendo a los ostentosos ricos que suelen surcar los cielos por causa de sus negocios, a mi me da pánico, pero es el dinero, la paga es copiosa. Por lo tanto no pude rechazar ese trabajo temporal, sobre todo por que en cuanto la abuela mejore, quiero volver a la universidad y terminar mi último año de estudios.

Voy en carrera a casa para cambiarme, no puedo darme el lujo de llegar tarde, esa es una de las reglas de oro acerca de ese empleo.

Y como yo necesito mucho de este empleo, debo acatar las normas en la manera de lo posible.

Cuando llego a casa, encuentro a mi abuela sentada en una silla de ruedas, veo que está descuidada, mis tíos están en casa, su hija también, pero es claro que la dejan así sin atenderla, me da dolor en mi corazón, pero es atenderla o quedar corta con los gastos.

—¿Abuela, no has comido aún? —ella me niega con la cabeza y me dice:

—No te preocupes cariño, yo lo haré más tarde — eso me repugna las vísceras, están haciendo sus uñas la ingrata nieta de mi abuela sin hacer nada, no se preocupan si la anciana ha comido o si está cansada en la misma posición.

—No pueden tener algo de empatía con sus mayores? Sería que está gente crea que ellos jamás llegarán a este punto, no puedo quejarme mucho, rápido entro a la cocina y le preparo un caldo de pollo con jengibre, luego trato de hacerla comer, todo en cuestión de minutos.

"En esta vida todo se paga" decía siempre mi padre y mi madre, llegara el día en que estas arpías verán las nubes oscuras en su cielo.

Dios me proporcionará suficiente vida para verlo, no es que yo lo esté deseando, solo creo que la vida te devuelve lo que das. ¿Nadie más piensa como yo? Bien, no importa es solo mi opinión, nada relevante.

No puedo darme el lujo de perder este trabajo temporario, así que corro al baño y enjuago mi cuerpo, "no me bañe bien" que se le hace, no tengo suficiente tiempo para mí ahora mismo, me visto a como puedo y me voy afuera para largarme a este trabajo que ganó mejor que los otros dos trabajos juntos.

Salgo corriendo y trato de parar un taxi, en mi tiempo tan acortado, ni siquiera pude comer, siento el estómago vacío y resonando mis tripas, ya no importa, no veo ni un taxi así que me limito a ver quien me da un aventón, aparece Felipe, quisiera ir con él, él es ahora mismo el único salvavidas que me lanza la vida en mi naufragio.

Todo bien con eso, si no fuera porque él todo el tiempo me enamora, no me gusta, creo que cuando dos personas se enamoran, no suele haber espacio para convencimientos, solo te enamoras y ya.

—¿A donde vas, te puedo llevar? —Dice Felipe, vuelvo a verlo y reviso la hora en mi reloj de muñeca.

—¡Voy al aeropuerto! Pero...

—¡Pero nada, yo te llevaré! —Me dice.

—Pero que pasa, no muerdo, claro a menos que quieras que te pegue unos pequeños mordiscos a tu cuello, y... —él carcajea de una manera burlona, cosa que me enfada.

A simple vista él pareciera inofensivo con sus bromas, pero a mi me irritan mucho.

Una vez en el aeropuerto, entro por la zona de descargue y marco a escondidas mi targeta de entrada, pues he llegado unos minutos tarde.

Podría perder este trabajo tan bien remunerado.

Encuentro a Cassie la amiga con la que entablo mis más largas conversaciones y me dice:

—¡Lo siento Gaby el dueño de este avión no te quiere aquí.

—dice que eres muy impuntual! Lo siento mucho. —dice y da la vuelta para irse sin mas.

Mi enojo apareció como un remolino dentro de mi, ¿que se creía esa persona? ¿Como se atreve simplemente botar a alguien así por así?

¡Ah claro como el no tiene ninguna necesidad, empecé a quejarme casi en voz alta.

Enseguida mi mente se nubló, salí corriendo y golpeé a más de una persona en mi camino y alcancé a ver el hombro ancho de un hombre que estaba de pies y de espaldas, Cassie estaba dándole un té en ese momento al tipo. Así que me acerqué y lo empujé, dije:

—¿Te crees la gran cosa no? "Pues ojalá tu avión se caiga desde lo alto por arrogante y sin corazón!" —Apenas esas palabras salieron de mi boca, me arrepentí, pero era demasiado tarde.

Las palabras ya fueron dichas, él me miró con una expresión sin emociones, su cara era guapa, pero como una escultura hecha de mármol, bello porcelánico, pero seco sin chiste, no había facciones suaves ni tiernas en ella, solo un rostro inexpresivo y sin ninguna pizca de humanidad.

Sólo ver como sus ojos me miraban sentí como me helaba la sangre, era una especie de aura envolvente que cubría todo el espacio.

Al cabo de unos minutos que me parecieron largos en extremo, el dijo:

—¡Ya que la señorita pide y desea que mi avión se caiga, súbanla, si cae el avión ella será la primera en sufrir, ah y no quiero otra paracaídas para ella, así si se cumple sus deseos, ella morirá sin duda.

Mi piel se erizó.

—¡Por favor! —me dije llorando mentalmente.

—Retiro lo dicho y me arrepiento, puedo perder el empleo, no puedo morir todavía. —Al decir eso, me miró fijamente.

—Mis abuelos me esperan en casa, Sr. Por favor — supliqué, pero él parecía un demonio que no tenía oído para escucharme. Se carcajeó y dijo:

—¡El trabajo! Ya lo perdiste desde que llegaste tarde. No es culpa mía si no tuya. —Yo lo miré con desesperación y dije:

—Necesito el empleo, ¿No es suficiente con que la pierda? ¿Por qué me quieres obligar a ir con ustedes? ¿Sabes que este avión no caerá, por qué vives sobre ella? —dije tratando de convencerlo.

—¿Por qué tomas tan a pecho mis simples palabrerías?! No quiero irme con ustedes si no estoy trabajando! —Sisié.

Este hombre me volvió a mirar y lo hizo de pies a cabeza, no sabia lo que pasaba por su mente, pero por última vez le grité.

—Mis abuelos dependen de mi, no puedo irme si no es por trabajo, ¡por favor! —Grité por último.

Él se agachó y le habló algo al oído de un hombre bien elegante que estaba todo el tiempo a su lado. Este asintió y se fue a un compartimento del avión, lo vi haciendo llamadas, tenía los documentos personales de nosotras las de servicios.

Al rato regreso y le volvió a hablar al oido del malvado y este medio sonrió con una extraña sutileza.

Alguien vestido de negro me agarró por la espalda y me sentó al lado del tipo, este seguía con su cara de póker, insistí en seguir discutiendo, le dije:

—¡Esto es un secuestro! Usted me trae aquí en contra de mi voluntad.

Enseguida el otro personaje elegante me abrió mi carpeta y me mostró mis documentos en las que yo aceptaba trabajar para esa aeronave. Así que me dio a entender que mi palabra estaba en desventaja.

Enseguida Cassie empezó a atender, trajo frutas y bebidas, ella atendió para todos, menos para mí, yo ni al caso, pero pronto el hombre dijo:

—¿Acaso no la ves a ella? ¡sírvale también! —yo me negué, a pesar que había salido de casa sin haber almorzado todo el día.

Al momento que Cassie sirvió, el rico olor a comida más mi hambre me traicionaron, sonó mis tripas. Solo para ver cómo se reía el de mí. Me sentí avergonzada.

—De que te ríes, no me dió tiempo para comer, eso fue nada más, dije.

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